La pandemia del Covid-19 fue anticipada en el 2015 y a partir de ella el Globalismo Cabalista pretende reforzar su proyecto de dominación imperialista mundial. Las soberanías nacionales y los valores espirituales y religiosos.


A causa de la famosa irrupción del virus Covid-19 en la República Popular China, frente al potencial poder letal de ese virus hasta el momento desconocido, la casi totalidad de los gobiernos en el mundo -a impulsos de la Organización Mundial de la Salud – impuso por un lado en sus respectivos países el confinamiento domiciliario obligatorio masivo de sus habitantes, y por otro lado el distanciamiento social en las salidas al exterior de los hogares, con el uso obligatorio de barbijos.
A ello se agregó la prohibición de contacto directo entre abuelos y nietos, así como también la prohibición absoluta de salidas de los niños de sus viviendas, entre otras medidas.
Esta medida extrema, puesta en ejecución en Argentina a partir del 20 de marzo ppdo., fue avalada por un “comité de expertos sanitarios” que a tal fin designó el presidente. En esta línea dispuesta, el sistema de salud, tanto el de gestión pública como el de gestión privada, fue readaptado para afrontar la calculada afluencia de infectados y contagiados, que se suponía iba a ser de 250.000 enfermos.
Pero este confinamiento obligatorio produjo el derrumbe y detuvo la casi totalidad de la actividad económica productiva, pero no así el de la financiera especulativa, como ha sucedido en Argentina y en la mayoría de los países del mundo.
Pero en este caso no se consideró necesario designar ningún comité de expertos económicos y sociales, para afrontar el derrumbe económico producido por el mencionado cese de la actividad económica productora de bienes y servicios.
En síntesis: las consecuencias de la pandemia han sido la detención del aparato productivo, la continuidad de la especulación financiera, la reingeniería social producida (confinamiento masivo y distanciamiento social) y el quiebre de las relaciones familiares (hijos sin poder salir de sus casas, corte del vínculo abuelos-nietos), el individualismo exacerbado (“quédate en tu casa”, “no salgas”) y el miedo o temor al prójimo (porque puede ser posible fuente de infección y contagio).
Hemos descrito brevemente las consecuencias visibles y concretas.
Lo que no se sabe con certeza es cuál fue la causa, que se puede sintetizar en dos posturas: o un origen natural (del consumo de sopa de murciélago) o un origen tecnológico (fabricado en laboratorio).
La mayoría de los indicios apuntan a la segunda posibilidad, pensada inicialmente como un arma bélica defensiva, como insinúa y muestra un documental profusamente fundamentado del periodista Joshua Phillips, El origen del Coronavirus de Wuhan, difundido a través de Crossroads, un canal de tv de Youtube, propiedad del diario The Epoch

https://www.infobae.com/america/mundo/2020/04/12/un-documental-sobre-el-origen-del-coronavirus-asegura-que-el-partido-comunista-chino-oculto-que-es-sintetico-y-se-filtro-de-un-laboratorio/).

Pero sí se sabe con certeza que los partidarios del globalismo cabalista, es decir, de los que en el marco del Nuevo Orden Mundial pretenden instaurar un único gobierno mundial, anticiparon la irrupción de pandemias a nivel planetario que iban a transformar la vida cotidiana de las naciones. Ejemplo de ese “conocimiento anticipatorio” es el famoso empresario Bill Gates, quien en el año 2015, en una conferencia brindada en Canadá, adelantó “proféticamente” lo que ha ocurrido cinco años después.

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En esa oportunidad -5 años atrás- sostuvo enfáticamente que los conflictos bélicos iban a pasar a segundo plano, para dar paso a las guerras biológicas (“no misiles sino microbios”); que la próxima guerra viral iba a ser “muy infecciosa”, ya que afectaría a más de 10 millones de personas; que los sistemas de salud actuales no están preparados para atender las futuras epidemias (“no hay sistema”); que los transmisores del virus “no se iban a sentir mal” e iban a “viajar sin problemas”; que la expansión de la infección y el contagio iba a ser “muy rápida” y que iba a ser necesario “instaurar un sistema mundial de salud”, etc.
Ahora bien: ¿el señor Bill Gates es un profeta que anticipó visionariamente lo que iba a suceder o es muy miembro muy bien informado de los planes globalistas de la élite ultraminoritaria que se ha adueñado del mundo en exclusivo beneficio propio? Que se hayan cumplido al pie de la letra las “profecías” del exitoso empresario cibernético muestra a las claras que en lenguaje coloquial y en forma muy didáctica dio a conocer lo que sabía que iba a suceder.

Y también se sabe con certeza que la pandemia del Covid-19 sirvió llamativamente para impedir que el mundo estallara política, económica y financieramente, ya que se encaminaba hacia un colapso y derrumbe terminales, como lo prueba el hecho que en octubre del año pasado, apenas asumida en el cargo, la nueva directora general del FMI, la economista búlgara Kristalina Georguieva, había declarado que el mundo marchaba hacia una “desaceleración económica grave y hacia un freno total de la economía”. Y el 17 de enero de este año 2020 informó que no sólo la desigualdad interna de riqueza e ingresos seguía aumentando en muchos países, sino además que el proceso económico mundial estaba marchando hacia una “catástrofe financiera”, similar o peor a la gran depresión de 1930. Es decir: afirmó todo esto antes que se iniciara el proceso de expansión universal del coronavirus a escala mundial

Ver La directora del FMI pronostica una nueva Gran Depresión

El mundo a punto de estallar, y llamativamente apareció el Covid-19.
No es muy errado pensar entonces que el globalismo cabalista ha aprovechado la “pandemia” para reconfigurar el mapa geopolítico mundial e intentar fortalecer el Orden Mundial Liberal, tal como lo ha expresado y explicitado una de sus principales espadas (sir Henry Kissinger) en un artículo publicado el 4 de abril en el Wall Street Journal, titulado “La pandemia del coronavirus alterará para siempre el Orden Mundial”.
Para el autor, la crisis pandémica ha provocado una “agitación política y económica” que puede ser de larga duración y que sólo puede ser resuelta a través de “un programa de colaboración global”, porque las pandemias van a ser constantes y permanentes, constituyéndose así en el nuevo enemigo mortal que pone en peligro la paz mundial. Dice también que en lo inmediato habrá que afrontar y resolver el caos inminente que se va a desatar en las poblaciones más vulnerables del planeta, a causa del empobrecimiento que producirá el paro económico mundial. El fin último, según HK, es salvaguardar los principios del Orden Mundial Liberal instituido, hoy en crisis, principios inspirados en los ideales de la Ilustración moderna (con la Revolución Francesa de 1789 como su expresión política).
Al definir la Ilustración moderna y sus ideales como fundamento del Orden Mundial Liberal instaurado, HK afirma implícitamente el abandono y olvido de toda la Tradición histórico-cultural premoderna, conformada por las grandes culturas griega y romana antiguas, el Cristianismo y la España cristiana moderna, que son las fuentes y piedras fundamentales sobre las que se sustentan los movimientos nacionales que comienzan a resurgir en distintas partes del mundo, para poner la política al servicio de la dignificación de los pueblos y no para beneficio de lo que el papa Pío XI definió en su encíclica Quadragesimo Anno (1931) como “Imperialismo Internacional del Dinero”.
Por eso desde el comienzo de la crisis el Poder dominante clausuró “democrática y sanitariamente” la celebración pública de los cultos religiosos, una de las pocas actividades sobre las que sigue vigente la prohibición, aunque los templos han sido cedidos por las jerarquías eclesiásticas para todo tipo de acciones extrañas a la vida religiosa -como dormitorios, centros de vacunación, comederos, dispensarios, etc.
Globalismo Cabalista (liberal o marxista) o resurgir nacional con profundas raíces católicas: este es el conflicto decisivo de fondo de toda esta crisis.

Corresponsal de Argentina

Corresponsal de Argentina

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