Carta de ex Nuncio apostólico en Estados Unidos, brindando todo su apoyo al presidente estadounidense y exhortando a los creyentes a apoyarlo en su lucha contra las pretensiones diabólicas del globalismo cabalista y masónico.
El domingo 7 de junio el arzobispo Carlo Maria Viganò, ex Nuncio Apostólico del Vaticano en Estados Unidos durante los años 2011 al 2016, dio a conocer una Carta Abierta dirigida al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, para brindarle su apoyo y el de numerosos católicos en momentos que se ha desatado en ese país una oleada de disturbios, manifestaciones y motines en contra de su presidencia, sobre todo violentísimas en los primeros días.
Manifestaciones contrarias al presidente estadounidense que se han extendido por el mundo a una velocidad vertiginosa, lo que permite suponer que existe una coordinación a nivel nacional y mundial que ha sabido aprovecharse de un evento particular totalmente injustificado y condenable para exteriorizar una acción política que apunta a objetivos muchos más elevados que los de una indignación por una muerte salvaje por parte de fuerzas policiales del Estado de Minessota.
En la carta el arzobispo Viganò contextualiza el fondo del problema, desde la concepción religiosa: habla de la “formación de dos bandos opuestos”, en esencia “bíblicos: los hijos de la luz y los hijos de las tinieblas”, mayoritarios los primeros y una minoría absoluta los últimos, pero que ocupan puestos estratégicos en gobiernos, la política, la economía y los medios de comunicación.
Sostiene que a partir de su posición privilegiada, los llamados hijos de las tinieblas han sabido desacreditar a los hijos de la luz para colocarlos en una “situación de inferioridad moral” y tomarlos como rehenes.
Para el prelado católico, el grupo mayoritario lo conforman los que desean “hacer el bien, ser honestos, formar familias, dedicarse al trabajo, hacer prosperar a su Patria, ayudar a los necesitados y ganar la vida eterna”. Mientras que los miembros del grupo minoritario “carecen de principios morales, quieren demoler la institución familiar y la nación, explotan a los trabajadores, fomentan divisiones y guerras, acumulan poder y dinero”, teniendo en perspectiva solamente “la ilusión falaz del bienestar temporal”, sin ningún tipo de trascendencia.
En síntesis, se trata de “dos realidades opuestas que coexisten como enemigos eternos”, que expresan políticamente la enemistad que en las Escrituras existe entre Dios y el demonio.
Al grupo de los hijos de las tinieblas el arzobispo lo identifica con lo que denomina un Estado profundo [más allá de lo cotidianamente visible], que no sólo ha decidido promover una guerra contra el presidente Trump, sino que lo ha hecho en forma alevosa, haciendo público sus planes sin disimulo alguno. Y aprovechando “la emergencia del Covid-19” han llevado a cabo una “colosal operación de ingeniería social” a nivel planetario, en contra de la voluntad de los pueblos y de sus representantes en los respectivos gobiernos.
Operación que ha recurrido en los últimos días a manifestaciones más virulentas, mediante disturbios y protestas callejeras, funcionales a los objetivos de imponer gobernantes que expresen los intereses del mencionado Estado profundo, que apuntan a imponer “un mundo sin libertad”.
A juicio del arzobispo, los hijos de las tinieblas cuentan -paradójicamente- con el apoyo, acompañamiento y alianza de círculos religiosos, a los que identifica como “mercenarios infieles” que traicionan a su grey, que en definitiva constituyen una “Iglesia profunda” que traiciona sus deberes y renuncia a sus compromisos apropiados ante Dios.
Se trata, en definitiva, de una batalla espiritual contra el Enemigo invisible por parte de los buenos gobernantes (en la política) y por los buenos pastores (en el ámbito religioso).
En la última parte de la carta el ex funcionario vaticano reconoce la valentía del presidente Trump al defender la vida, al denunciar la persecución de cristianos en el mundo, al proclamar el nombre de Jesucristo y el derecho universal a la libertad de culto. Reconoce también sus acciones a favor de la vida naciente y de los niños.
Denuncia a continuación los ataques que ha sufrido el mandatario estadounidense mediante una narrativa orquestada por los medios de comunicación, para sembrar las semillas de la disolución social y nacional, para legitimar el crimen y la violencia, favoreciendo en definitiva a una fracción política.
Narrativa disolvente que -llamativamente- cuenta con el apoyo de obispos “subordinados al globalismo, al pensamiento único, al Nuevo Orden Mundial invocado “en nombre de una hermandad universal” que remite a “ideales masónicos” que pretenden “expulsar a Dios de los tribunales, de las escuelas, de las familias” y “hasta de las iglesias”.
Para participar en esta guerra espiritual de fondo, el arzobispo Viganó llama a los buenos a “despertar de la pereza” y rechacen “el engaño de una minoría de personas deshonestas” con propósitos inconfesables, uniéndose y expresándose públicamente. Pero contando ante todo con el poder de la oración a Dios e invocando su protección, para sacar a la luz el engaño infernal de los hijos de las tinieblas.
“Unidos contra el Enemigo Invisible de toda la humanidad”, sostenidos por el Poder de Dios Todopoderoso, concluye la carta arzobispal, que en medio de las tinieblas e incertidumbres que inundan hoy al mundo se constituye en una luz clara para todos los seres humanos que quieren vivir sirviendo al Bien y a la Verdad, forjando un destino común de felicidad colectiva y rehusándose a ser instrumentos de la ambición del enemigo de la raza humana y de sus secuaces.