Un procedimiento judicial en una provincia patagónica ajustado a lo legal, pero que deja de lado la Justicia, al consagrar la ley de la selva, beneficiando al más fuerte, convirtiendo el ejercicio del Derecho en una transacción comercial.
En setiembre de año 2012 una joven de 16 años fue abusada y violada por un grupo de 4 jóvenes en Rawson, en la provincia de Chubut, tres de ellos mayores de edad al momento del hecho.
Posteriormente, al retornar a su ciudad de residencia, la joven intentó suicidarse, tras lo cual recibió el apoyo de sus padres para ser atendida tanto clínicamente como psicológica y psiquiátricamente, tratamiento éste último que se prolonga hasta la actualidad.
Incomprensiblemente, la joven tuvo que mudarse de la ciudad en la que vivía, según ella misma dice al verse “hostigada por su entorno”.
Pero recién en enero del año pasado la víctima pudo presentar la denuncia judicial, la cual fue caratulada inicialmente como “abuso sexual gravemente ultrajante con acceso carnal agravado por la participación de dos o más personas”, delito que de comprobarse conlleva una pena de prisión efectiva de varios años (15 o más).
La Investigación
Durante la investigación se presentaron más de 60 testigos, la mayoría de los cuales confirmaron la denuncia presentada, a tal punto que los tres jóvenes que quedaron formalmente acusados reconocieron haber cometido el delito, tal como consta en el expediente.
No obstante ello, el fiscal general interviniente, Fernando Rivarola, cambió la carátula por la de “abuso sexual simple, agravado por la participación de dos o más personas”, lo cual posibilita que la condena sea mínima, con lo que se evita el encarcelamiento de los agresores.
Esto le permitió al fiscal mencionado llegar a un acuerdo en estos días con los denunciados para que reconozcan su culpabilidad y se vean sometidos a un juicio abreviado, ya que la joven víctima aceptó el acuerdo, porque no quería exponerse a las presiones y desgaste que provoca el desarrollo de un juicio normal.
Lo que despertó la indignación en la comunidad chubutense fue la conceptualización que hizo el fiscal, para poder disminuir la gravedad del aberrante delito cometido: calificó la acción de los violadores como “desahogo sexual doloso”, como si los atacantes se estuvieran ahogando al no poder violar a una persona.
Como puede suponer el lector, sin posibilidad de equivocarse, los acusados forman parte de familias con poder político y empresario, que evidentemente lograron atenuar las gravísimas consecuencias penales que podrían haber padecido sus hijos.
Si bien este tipo de comportamientos y procedimientos no es novedoso, sino que más bien forma parte de la actividad cotidiana del accionar judicial, tanto a nivel nacional como provincial, no por ello deja de resultar indignante y repulsivo, porque en última instancia se termina favoreciendo a los delincuentes y perjudicando a las víctimas inocentes. Todo ajustado a Derecho, pero total y absolutamente contrario a la Justicia.
Las fuentes del derecho
La pregunta que surge inevitablemente es cómo es esto posible, cuál es la fuente o fuentes de las que se nutre esta “injusticia conforme a Derecho”.
Si vamos a la Historia, una de esas fuentes es la mutación del concepto de Delito. Desde los orígenes, todo delito cometido en el seno de una sociedad, aunque fuera cometido contra un individuo en particular, era entendido siempre como una ofensa a la comunidad toda, ya que la ley era el principio regulador y armonizador de la vida comunitaria, razón por la cual todos estaban sometidos a ella, incluso los gobernantes.
En esta concepción, quebrantar la ley no sólo perjudicaba al individuo o individuos afectados, también afectaba a la comunidad en su conjunto. De la misma manera que un elemento virósico afecta a un órgano corporal, el perjudicado es todo el cuerpo que se resiente y no puede actuar como lo hace habitualmente. Lo mismo acontecía en el plano social y político: un delito, aunque fuese privado, “enfermaba” al conjunto del cuerpo comunitario, razón por la cual era reprimido y su autor separado de la comunidad.
Esta tradición sigue vigente en el derecho anglosajón: en un juicio, el perjudicado es patrocinado por el fiscal, que representa al pueblo que asume la defensa frente al delincuente: es “el pueblo el que acusa al reo y acciona contra él”.
Pero si esto sigue siendo válido y está vigente en países como Estados Unidos e Inglaterra, en países como el nuestro ha mutado en una especie de escenificación en la que el fiscal acusador colabora con la defensa de un acusado, más que en la reparación que se debe a la víctima afectada.
Es un secreto a voces que en las últimas décadas la formación en el Derecho se ha transformado en general en el mero conocimiento de leyes y procedimientos positivos, mediante los cuales los abogados, fiscales y jueces se atienen a la letra escrita, pero sin profundizar en su sentido más profundo. Más que buscar justicia, muchas veces pareciera que lo que se pretende es dejar contentas a ambas partes, como acontece en una negociación comercial, transformando al delincuente confeso en parte de una transacción.
En este contexto, no sorprende entonces que en ciertas oportunidades un mismo juez, frente a un mismo hecho, dicte dos sentencias absolutamente antagónicas o contradictorias, a veces en un período breve.
La otra fuente que hace posible la “injusticia conforme a Derecho” es la formación misma de los hombres de leyes. En un país como Inglaterra, para estudiar abogacía hay que saber latín, porque las fuentes del Derecho han sido redactadas en ese idioma, como el Derecho Romano. En países como el nuestro, el conocimiento de esa lengua no es necesario, porque el estudio del Derecho Romano ha sido eliminado de los planes de estudio de la carrera de abogacía.
Un abogado sin conocimiento del Derecho Romano es como un Ingeniero sin conocimientos de matemáticas. Habrá que preguntarse entonces quién se beneficia con la decadencia en la formación de profesionales cuya actividad es esencial para la vida de la comunidad.
Sin principios jurídicos justos, una comunidad humana se convierte en una selva de bestias salvajes.