La insensatez del mundo moderno

Publicado en junio 12, 2020, 6:10 pm

“La madurez del espíritu comienza cuando dejamos de sentirnos encargados del mundo.”

                                                                                                        Nicolás Gómez Dávila

 

Pocos escolios gomezdavilianos más anti modernos que éste, para cuya explicación nos remitimos a uno similar: “La vida se vive como angustia o como creatura”. Ávida de “crecer”, la modernidad –léase a grandes rasgos, la cultura en la que vivimos- renuncia a la Tradición en un afán de dejar lo que se supone era una especie de estado larvario, minuscapacitado, infantil y dependiente, en pos de una aventura prometeica hacia la adultez, madurez, suficiencia, etc. El mundo se creyó ese engaño.

El propio inicio de esa cuesta arriba que pintaba maravillosa, en el siglo XVI -con los grandes descubrimientos geográficos, científicos, etc- parece ya la prueba de su final feliz. Al fin la humanidad está a cargo -sentenció el mundo- siguiendo los dictados de la rebelión y del “No te serviré”; el “non serviam”, que el adversario pretende hacer que pronunciemos siempre. Las utopías hicieron su aparición, llenando de un optimismo insensato a la humanidad, que al fin podría ser ella misma, sin sentirse sujeta a los dictados de ningún Dios.

Los resultados de esta rebelión quedan a la vista de todos –ennumere aquí todos los males del mundo contemporáneo. ¿Cómo aliviar estos males? La tradición –sensatez y experiencia- muestra un camino de regreso a no sentirnos tan a cargo del mundo y de nuestro destino. Las razones de optar por la Tradición están a la vista, en todo el desastre espiritual, psicológico y material que es el mundo contemporáneo. La apuesta católica siempre ha sido reconocer la soberanía de Dios y nunca olvidar la caída y el pecado original: tener la responsabilidad del cosmos es, para el mortal, motivo de angustia infinita, desazón y desesperanza. En cambio, la madurez de espíritu mencionada en el escolio de Nicolás Gómez Dávila, apunta a lo que para los modernos es la infantilidad de ser creatura, esa dependencia amorosa de la creatura con el Creador. Dios es el soberano.

Olvidar esa soberanía es volcarse a querer garantizar lo que Dios tenía garantizado. Pero esas soluciones, los ismos modernos, –capitalismo, comunismo, ecologismo, feminismo, etc- están condenados al fracaso. Su premisa es falsa, al considerar al ser humano de manera incompleta, ignorando temerariamente nuestra condición caída. Todos son el resultado de perder de vista dicha soberanía divina, pues entonces queda el hombre –que sin Jesucristo y la Iglesia es únicamente miseria y pecado- a cargo del mundo y de su funcionamiento. ¿En qué cabeza cupo que esto daría buenos resultados? Esa cabeza es la cabeza de la modernidad, que, necia en su empeño, afanosa en su imperativo progresista e innovador, en lugar de recular cuando se ve ante el precipicio, enjundiosamente da el salto adelante. “Just do it”.

La secularización es eso, ese olvido de nuestra condición caída y la ignorancia culpable de la omnipotencia divina, y producirá siempre instituciones rotas, sistemas fracasados, soluciones ciegas y apuestas imposibles. El mundo que da la espalda a Dios se ahogará en las consecuencias de ese rechazo; siempre, tarde o temprano.

Corresponsal de Mexico

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