La lucha de clases ha sido sustituida por la guerra de sexos para destruir la familia. La nueva izquierda, en colaboración con buena parte de la derecha, ha tenido la necesidad de buscar nuevos agentes sociales para resucitar esta antigua lucha y dar sentido a su existencia. Hombre y mujer constituyen los pilares de la institución familiar, donde se colocan los cimientos y los valores de la personalidad del individuo para una vida plena y libre. Erosionando estos pilares se debilita la libertad.
¿Cómo se manipulan las voluntades para conseguir este enfrentamiento? ¿Cómo es posible que gran parte de la opinión pública se entregue con ímpetu a profundizar en esta guerra?
Para lograr con éxito este objetivo se necesitan dos elementos fundamentales: el primero es crear opuestos absolutos y, por lo tanto, irreconciliables, y el segundo, que cada opuesto tenga sendos roles muy definidos de oprimido y opresor.
Esta visión dual tiene la ventaja de simplificar al extremo la realidad obviando la infinita escala de situaciones que hay entre los dos límites. De esta manera se facilita la asociación de cada opuesto con unas cualidades específicas que refuerzan su antagonismo. Hay multitud de ejemplos, blancos-negros, ricos-pobres, burguesía-proletariado, derecha-izquierda, empresario-trabajador.
Por razones adaptativas tendemos a generalizar una característica específica de un sujeto a todos los sujetos del mismo grupo porque recabar y analizar información sería un proceso demasiado lento y tedioso. Psicológicamente hablando, nuestro cerebro subconsciente (irracional) evita que la información pase por la criba del cerebro consciente (lógico y racional) evitando que analicemos la casuística que se puede dar en una determinada situación. Y esta parte subconsciente es tan poderosa que los razonamientos más sólidos son inservibles, precisamente por eso, porque son razonamientos y su efectividad para movilizar las emociones es muchísimo menos eficaz. ¿Qué lógica ve usted en un anuncio de colonia?
Esta característica generalizada a todo el grupo provocará determinadas emociones según sea positiva o negativa. Los medios de comunicación son los que se encargan de difundirla junto con imágenes y testimonios impactantes que movilizan la sensibilidad del observador al mismo tiempo que escamotean la que no interesa y así manipular las voluntades. No obstante, esta estrategia no es infalible y a veces su intencionalidad perversa es desenmascarada por el peso de la realidad.
Cuando un compañero y yo presentamos a la institución educativa un proyecto de crowfunding para víctimas de violencia machista en la India, éste fue descartado sin dar ningún tipo de explicación razonable y a pesar de que lo propusimos antes del estado de alarma y se haría por internet.
Pero la verdadera razón fue que llevar a cabo esta idea implicaba romper el discurso de hombre-verdugo mujer-mártir desestabilizando la narrativa que encaja con esa dualidad. El fundamento del movimiento político-feminista se basa en esta lucha de sexos porque necesita agentes de confrontación que sustituyan a la extinta lucha de clases, y cualquier acción que ponga en tela de juicio este discurso desestabiliza sus cimientos y todo el entramado de subvenciones y propaganda que orbitan alrededor de él.
Centrar el origen de la violencia exclusivamente en los hombres y omitir los factores biológicos y los contextos históricos es una estrategia político-ideológica cuyo objetivo no es la igualdad efectiva entre hombres y mujeres, sino desintegrar desde dentro el núcleo familiar ya que éste constituye el inicio de la individualidad de la persona y le abre las puertas a una vida independiente y, por lo tanto, más resistente a ser manipulada.