El viernes 19 de junio se lanzaron en la ciudad de San Francisco (California) ataques vandálicos contra las estatuas del escritor Miguel de Cervantes y del misionero franciscano fray Junípero Serra, para repudiar el legado español en Estados Unidos.
La estatua del misionero español fue derribada y la del autor de El Quijote pintada con la palabra “bastardo”, en medio de la ola de protestas raciales que azota al país, después del asesinato del afroamericano George Floyd por parte de la policía.
Fray Junípero Serra fundó nueve misiones españolas en California a fines del siglo XVIII. Fue canonizado recientemente por el papa Francisco. Hay numerosas estatuas de él en toda California y una escultura en el Capitolio estadounidense.
Días pasados había sido retirada una estatua de Cristóbal Colón en el Capitolio de California.
Estatua del misionero fray Serra derribada. DAVID ZANDMAN
El misionero francisco es recordado por su gran labor a favor de las comunidades indígenas, mientras que la obra del escritor español refleja su vida como esclavo durante 5 años en Argelia y es un canto a la libertad y a la igualdad, señaló la Embajada de España en Washington.
La representación española indicó que proseguirá con la defensa del legado español, como prioritaria de su política exterior en Estados Unidos, “para que se conozca mejor la realidad de nuestra historia compartida” y “proteger la memoria de esa rica historia común”.
Estos ataques a las bases católicas de la historia moderna de Estados Unidos están en línea con el objetivo que planteó el 4 de abril sir Henry Kissinger, vocero del Globalismo Cabalista y uno de los impulsores de la instauración del [Nuevo] Orden Mundial Liberal, en un artículo titulado “La pandemia del coronavirus alterará para siempre el Orden Mundial”, publicado en el Wall Street Journal. En ese texto el ex funcionario de Seguridad Nacional estadounidense sostiene que ese Orden Mundial ya instaurado debe salvaguardar los fundamentos de la Ilustración moderna, en implícito rechazo a toda la tradición cultural de Occidente, sustentada en el humanismo antiguo greco-romano y la doctrina cristiana.
Ese odio anticatólico esta presente también en la “doctrina Hillary Clinton”, según la cual “han de modificarse los códigos culturales profundamente arraigados, las creencias religiosas y las fobias estructurales. Los gobiernos deben emplear sus recursos coercitivos para redefinir los dogmas religiosos tradicionales”.
No es una casualidad ni al azar que la élite del poder mundial globalista quieran desplazar al catolicismo del mapa, para poder asegurarse que el mundo sea el infierno que han instaurado, pero sin raíces en el alma de los pueblos, gracias a la fe religiosa inculcada durante dos milenios.
