El 1 de marzo el presidente Alberto Fernández anunció en la Asamblea Legislativa reunida para iniciar las sesiones del Congreso nacional que era inminente el envío de un proyecto de ley para legalizar la eliminación arbitraria y sin motivos de los niños por nacer, eufemísticamente denominada Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE), para “que [se] legalice el aborto en el tiempo inicial del embarazo y permita a las mujeres acceder al sistema de salud cuando toman la decisión de abortar”.
Pero el 20 de marzo se inició la cuarentena general estricta y obligatoria, incluyendo la actividad legislativa, razón por la cual se decidió postergar el envío del proyecto hasta que fuera factible su debate.
Pero si bien se planificó y se mostró activo en el plano sanitario, no ocurrió lo mismo en el plano de la actividad económica, cuya actividad se derrumbó a niveles mínimos, sin que se haya convocado a un “comité de expertos en economía” para equilibrar y mitigar el impacto que producían las medidas sanitarias adoptadas.
Ya con más de 90 días de “cuarentena”, las proyecciones económicas hablan de un 10% de derrumbe de la actividad, con la secuela de la extensión de la pobreza, que podría abarcar al 50% de la población.
En este contexto, el primer mandatario ratificó su voluntad abortista, ya que en diálogo con periodistas de Radio Nacional afirmó: “Yo no he abdicado en mandar la ley de aborto, en absoluto, simplemente postergamos el envío por la urgencia que hoy tenemos”.
Y no sólo la “urgencia” obliga a postergar el tratamiento legislativo, sino también la necesidad de no abrir otro frente de batalla, cuando la situación actual es caótica y llena de incertidumbres.
En este contexto se ha puesto en evidencia la actitud esquizofrénica, no sólo política sino también espiritual o psicológica del presidente y sus partidarios. En reiteradas oportunidades afirmó en estos últimos meses que su máximo objetivo es el de “cuidar la vida de los argentinos”. Pero por otro lado reitera su “compromiso” de legalizar la eliminación arbitraria, infundada e injustificada de los seres humanos más inocentes e indefensos de todos.
En los últimos años la comunidad argentina ha visto horrorizada el grado de violencia irracional que caracteriza a crímenes abominables, desde las muertes femeninas por violencia familiar, asaltos violentos que terminan con la vida de personas ancianas indefensas, violaciones seguidas de muerte, secuestros extorsivos también con finales mortales, etc.
Pero en los únicos que se piensa que “merecen la pena de muerte” y su eliminación física son los que no han cometido delito alguno y no pueden defenderse de ninguna manera.
Después de haber sido en un proyecto político nacional “los únicos privilegiados”, en los últimos años los niños por nacer son “los únicos a los que se les aplica la pena capital sin defensa alguna”.
Como profesor universitario, el doctor Alberto Fernández dicta una materia llamada “Teoría General del Delito y Sistema de la Pena”. Bien podría el presidente explicar y demostrar cuál es el delito del que se acusa a un ser humano por nacer que lo hace merecedor de la pena de muerte.