Revolución es el periodo durante el cual se estila llamar “idealistas” los actos que castiga todo código penal.
Nicolás Gómez Dávila
El modelo de todas las revoluciones es la de Satanás contra Dios, que arrastró consigo a una tercera parte de los ángeles, convirtiéndose en demonios que vagan por el mundo para la perdición de las almas.
¿Qué presupone una revolución? Victimismo, soberbia e insensatez, la tríada de la estupidez que se expresa más o menos así:
“No me siento valorado, el soberano es un tirano, debería reconocer mi valía. Sufro, el poder debe cambiar de manos. Además, yo lo haría mejor, el soberano se equivocó, es tan obvio que las cosas podrían ser de otro modo. Si me rebelo contra el Eterno lograré que se haga justicia y seré como un dios. Pero Él es tan rígido en sus mandatos, ¿quién puede soportar esta esclavitud? Nos hizo libres, pues ejerzamos nuestra libertad, nos hizo dignos, pues entonces seamos iguales, juntos podemos derrocarlo, tomemos en nuestras manos nuestro propio destino. ¿Quién es Él para decidir sobre lo que me conviene y lo que no? ¿Qué debo hacer para lograr esta transformación necesaria y maravillosa? Ir en su contra, ser su adversario, así sabrá que yo también soy poderoso, arruinaré sus reglas e impondré las mías. Yo sí sé qué es lo que debe ser el bien y el mal.”
Esto es el origen de las ideas que destruyen las sociedades, enmascaradas con flores y cantos: libertad, igualdad, fraternidad, justicia. Despojadas de la fuente de la vida, estas ideas degeneran con el tiempo, transformándose en ideas cada vez más alejadas de la realidad y del derecho. Terminan en un mundo que hace enorgullecerse a los pecadores por el pecado, y supone como fuente de orgullo, condiciones que no derivan del mérito ni del esfuerzo, sino de mero hecho de existir. La pecadocracia impuesta sobre el mundo, pronto lo convierte en una cueva de orcos y eventualmente, en un infierno.
De modo que la batalla aquí es entre civilización contra revolución. La Cristiandad católica –llamada por el mundo secular, “cultura occidental”- forjó una civilización alrededor de los monasterios y de la Santa Misa. Ante este prodigio de la Gracia de Dios, de construir una Jerusalén terrena en medio del mundo, el adversario siempre ha reaccionado con furia, asediando a la Iglesia y al Derecho –retenedores de la anomia, de lo anti cristiano y del anti Cristo. La usura, la banca, Lutero, el cientificismo ateo, la ilustración, el marxismo, la masonería, el agnosticismo, el ateísmo, en una palabra, la Sinagoga de Satanás en sus múltiples caras a lo largo de la historia, es siempre la revolución contra Dios y su soberanía. ¿Pero en qué cabeza cabe rebelarse contra el Soberano creador de todo lo visible y lo invisible? ¿Será maldad o sencillamente estupidez pura y llana?
La revolución en cualquiera de sus etapas siempre es mentira, asesinato y vagancia.