Para nadie es un secreto que en muchos países las agendas y proyectos de la neo-izquierda han venido dándose de una forma muy rápida. Esto apoyado por la reducción del aparato político a contrarrestar solamente los efectos de la pandemia Covid-19 obviando los problemas y el debate político tan necesario en una “democracia” como es el caso de Costa Rica y su proyecto del “Estado Laico”.
La Carta Magna del país centroamericano establece a la Religión Católica como la religión oficial. El articulo 75 reza de la siguiente manera:
ARTÍCULO 75.- La Religión Católica, Apostólica, Romana, es la del Estado, el cual contribuye a su mantenimiento, sin impedir el libre ejercicio en la República de otros cultos que no se opongan a la moral universal ni a las buenas costumbres.
(Así variada su numeración por el artículo 1 de Ley N° 5703 de 6 de junio de 1975).
El problema para los llamados “progresistas” que vienen hacer más dinosaurios rojos que personas de debate y buen ejercicio político, no es la religión en sí, sino más bien el orden moral que establece el catolicismo en sus principios, claro está que no se puede decir que todos los católicos viven una moral intachable, pero si se puede decir que esta figura donde se le rinde culto a Dios es incómoda para los nuevos hijos de esta izquierda aburguesada y pensada para hacer revolución contra los parámetros tradicionales de una sociedad, sin mayor argumento que la repetición de slogans vacíos de intelecto.
Para muchos universitarios de una de las mejores casas de estudios de la región como lo es la UCR (Universidad de Costa Rica) de donde han salido muchos adeptos al actual gobierno, su adoctrinamiento en letras rojas y martillos comunistas es más que evidente. Tal situación les hace ignorar que la gran reforma social acontecida de los años cuarenta en el país no se dio por una revolución armada ni muchos menos, fue gracias al diálogo y consenso de tres personajes provenientes de diferentes ideologías. El doctor Rafael Calderón Guardia inspirado en principios del social-cristianismo vividos en Bélgica en su época de estudiante, al arzobispo de San José Monseñor Manuel Sanabria quien se inspiró en la filosofía neo-tomista de Jacques Maritain junto con ellos también uno de los padres del comunismo clásico en Costa Rica Manuel Mora Valverde.

Manuel Mora, Monseñor Sanabria y Rafael Ángel Calderón
Actualmente es muy fácil ignorar la memoria histórica como lo quiere hacer el actual gobierno de Costa Rica adoctrinando que un Estado sin religión va a ser un mejor lugar para el ejercicio político. Lo más lamentable es que esta iniciativa que se viene dando en el plenario desde hace bastante tiempo se reactivó el pasado 1 de mayo con la posibilidad de reformar el artículo 75 velando como dicen ellos por la “pluralidad religiosa”. Es muy claro que detrás del término “Estado laico” se busca hacer a un lado la Religión Católica borrándola de la esfera política.
Lo más contradictorio es que el año anterior ante las constantes huelgas de diferentes sectores dependientes del gobierno, el Presidente Carlos Alvarado pidió ayuda a la Jerarquía Católica para mediar en la misma Casa Arzobispal con respecto al tema. Es un tema aun en discusión en la nación centroamericana pero si evidencia que el tema no es la opresión religiosa ni el maridaje Iglesia-Estado que existió en un determinado espacio de la historia, sino más bien el no tener una Institución que omita un juicio profético ante el todopoderoso “Estado-social” que hoy se eleva más que nunca como el controlador de todas las actividades de los individuos bajo la etiqueta “Salud”.
El secretario general del Partido Nueva Republica Fabricio Alvarado emitió el siguiente criterio valido para ver las sombras detrás de este proyecto llamado noblemente como “Estado Laico”.
Alvarado señaló que “Nueva República no apoya el Estado laico y lo hemos dicho no una sino muchísimas veces, porque detrás de ese proyecto, detrás de quienes promueven ese proyecto, está una verdadera intención y es convertir a Costa Rica en un Estado ateo, en un Estado sin Dios, en un Estado donde la gente que profesa una religión no tenga derecho a expresarse”.

Ex-diputado Fabricio Alvarado.