Fueron 29 los Diputados que firmaron el Acta de Independencia el 9 de julio de 1816. 17 eran abogados, 1 teólogo y abogado y 11 (casi el 40 %) clérigos. Además hubo otros 7 que participaron del cónclave en distintos momentos, pero no rubricaron el documento fundacional de la Patria. ¿Pero qué los movió a ir, a quién representaban y cuáles eran sus circunstancias?
Todos llegaron a Tucumán en carretas, a caballos y mulas, según la distancia que separaba la ciudad de San Miguel de donde provenían. El viaje desde Buenos Aires llevaba entre 25 y 30 días en galera o carreta. ¿Caminos? Ni hablar, en realidad eran huellas o senderos muchas veces plagados de bandidos o fieras salvajes. Según la tradición dicen que al salir para el cumplir con el Congreso a realizarse en Tucumán, muchos acudieron a la “confesión general e indulgencia plenaria en caso de fallecimiento” y otros escribieron su testamento.
El tema religioso del Congreso no era cosa menor por aquellos tiempos. En todo gravitaba la Iglesia Católica y era por una simple razón: no se podía ser español y no católico. La corona de España y Roma eran una, y las Provincias de Ultramar no estaban exentas de ese modo de ser.

Fray Justo Santa María de Oro
Las sesiones preparatorias comenzaron el 24 de marzo de 1816 y al día siguiente se celebró la fiesta de la Anunciación del Señor. Los congresales fueron al Templo de San Francisco de la ciudad de San Miguel de Tucumán a Misa, y de allí al domicilio del diputado Pedro Medrano a prestar juramento, en el que se destaca el “¿Juráis a Dios Nuestro Señor y prometéis a la Patria conservar y defender la religión Católica Apostólica Romana?”, al que todos los presentes respondieron al unísono: “sí juro”.
Según Nicolás Avellaneda, el Congreso de Tucumán fue patriota y religioso, en el sentido riguroso de la palabra: “Su patriotismo ostenta sobre sí el sello inmortal del acta de la Independencia, y su catolicismo se halla revelado casi día por día en las decisiones o en los discursos de todos los que formaban la memorable asamblea. Los congresistas se emanciparon de su rey, tomando todas las precauciones para no emanciparse de su Dios y de su culto (…) Querían conciliar la vieja religión con la nueva patria”.
¿Quiénes fueron los congresistas clérigos?
-Fray Justo de Oro, el más republicano de todos. El 15 de julio, cuando se presentó la moción para constituir una monarquía incaica, se retiró del recinto, comentando que esa decisión no podría ser sin antes consultar al pueblo. Propuso el 14 de septiembre para que se eligiese por “patrona de la Independencia a Santa Rosa de Lima”, y desde ese día Santa Rosa es la patrona de la Independencia Nacional.
-Pedro Miguel Aráoz, doctorado en Teología en la Universidad de Córdoba.
-José Ignacio Thames, canónigo de la Catedral de Salta.
-Antonio Sáenz, en Buenos Aires ejerció como defensor de pobres en lo civil, defensor general de los derechos y acciones de la Catedral y del cabildo eclesiástico”. Fue uno de los redactores del proyecto de Constitución de las Provincias Unidas del Sud.
-Fray Cayetano José Rodríguez, propulsor de la educación.
-Pedro Ignacio de Castro Barros, doctorado en Teología y sacerdote.
-José Andrés Pacheco de Melo, salteño. Fue compañero de estudios de Martín Miguel de Güemes.
-Manuel Antonio de Acevedo y Torino, también salteño. Partidario de la institución de la monarquía incaica.
-José Eusebio Colombres, teólogo y sacerdote.
-Pedro Francisco de Uriarte.

Mariano Sánchez de Loria
-Mariano Sánchez de Loria, fue electo diputado por Charcas.
Otros clérigos que participaron del Congreso de Tucumán ingresaron después del 9 de julio fueron: Diego Estanislao de Zavaleta, José Benito Lascano, Felipe Antonio de Iriarte, Domingo Victorio de Achega, el Deán Gregorio Funes y Luis José Chorroarín.

Jura de la Independencia
La Declaración de la Independencia se celebró al día siguiente con una Misa mayor con Tedeum y sermón, en la iglesia de San Francisco.
La Independencia Argentina es inseparable de la fe católica que impregnaba la vida de los pueblos de las provincias del Río de la Plata y de sus representantes políticos. Para realizar su vocación y su destino históricos, la Argentina debe reencontrar esa fuente nutricia de su origen independiente, para que sus hijos y todos los que viven en ella puedan ser artífices de su propio destino y no instrumento de la ambición de nadie