Según fuentes bien informadas, el presidente argentino Alberto Fernández ha criticado duramente al presidente estadounidense, afirmando literalmente “¿Cómo puede ser que Trump nos haga este desplante con el BID?”. Se refería a la decisión del mandatario norteamericano de bloquear el acceso de Gustavo Béliz al cargo máximo del BID. También se quejó por no haber tenido el apoyo de los presidentes de la región: “No entiendo que los líderes de América Latina hayan aceptado al candidato de EE.UU.”.
El hecho es que Donald Trump rompió 61 años de tradición en esta cuestión, ya que siempre fue titular del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) un representante de Latinoamérica. Y además eligió a una figura irritativa para el gobierno argentino, como lo es Mauricio Claver-Carone, ex director del Consejo Nacional de Seguridad, quien fue enviado por Trump a la asunción de Alberto Fernández. Este funcionario se fue antes de lo previsto y no asistió a la jura del Presidente, ofendido por la presencia del ministro de Venezuela, Jorge Rodríguez Gómez.
Esta reacción del mandatario argentino confirma que en realidad su gestión carece de una interlocución y relación francas con Estados Unidos.
El problema de esta ausencia de diálogo es que bloquea el tramo final de la negociación de la deuda externa. En fuentes americanas se afirma off the record que el Tesoro de Estados Unidos utiliza la dureza de BlackRock para enviarle un mensaje directo de fastidio al Presidente. Además, el jefe de esta institución, Steven Mnuchin, a su vez, estaría molesto porque Argentina no adhirió a la propuesta de Estados Unidos en el BID.
Por una inmadura e infantil actitud disfrazada de ideologismo, el gobierno argentino no estableció inicialmente un estratégico diálogo directo con la administración Trump, lo cual complica ahora el cierre de la negociación externa. El Tesoro de Washington es el único capaz de domesticar los –cada vez más- excéntricos pedidos del banquero Larry Fink, titular del fondo BlackRock.
Además, el gobierno argentino en su conjunto ha demostrado que desconoce en forma absoluta cómo se ejerce el Poder en el mundo. Por su infantilismo ideológico creyó que el presidente mexicano Andrés López Obrador iba a negociar a favor de la Argentina con el titular del fondo de inversión estadounidense. Pero al mismo tiempo el “izquierdista” mandatario que iba a acompañar a Fernández en la transformación del mundo ha forjado una sólida alianza política con Donald Trump. Es que ni Bob Dylan ni Joan Baez le enseñaron al presidente argentino que “los países no tienen amigos ni enemigos permanentes, sino que sólo tienen intereses permanentes”.
Creerse el “reformador del mundo” o “el transformador del capitalismo” y que con bravatas propias de un florido infantilismo setentista va a imponer su voluntad al mundo muestra el grado de inmadurez que exhiben los miembros de la fuerza política que hoy gobierna en Argentina.
A causa de esa falta de diálogo con el gobierno estadounidense y su falta de apoyo, el presidente Fernández promueve acciones periféricas, como buscar la ayuda del papa Francisco –a quien nadie en Wall Street escucha, porque ahí el Dios es el dinero.
Es público y notorio que ningún líder mundial quiere un default en Argentina. Pero no ayuda que el gobierno argentino presuma y haga ostentación de una fuerza que no tiene, incentivando estrategias condenadas al fracaso, como creer que pueden acorralar fácilmente a Larry Fink.
En medio de esta incertidumbre, los empresarios argentinos están muy preocupados por el “tormenta económica perfecta” que se avecina. Uno de ellos, el titular de la Unión Industrial Argentina, Miguel Acevedo, le ha pedido al Presidente construir un fuerte consenso para enfrentar la crisis. Muchos de ellos insisten en decir que Argentina no tiene credibilidad y advierten que el desplome económico se puede “llevar puesta” – como ocurrió en el 2001– a toda la clase dirigente. Pero las actitudes irracionales de los funcionarios generan inquietud en la UIA y la AEA.