La doctora Li-Meng Yan se desempeñó hasta el 28 de abril de este año como epidemióloga de la Universidad de Salud Pública de Hong Kong. Ese día escapó hacia Estados Unidos, para denunciar lo que sabía del coronavirus al mundo, pero que no podía difundir en su país.
En una entrevista la doctora Yan afirmó que el Gobierno chino sabía del nuevo coronavirus tiempo antes de anunciar oficialmente sobre el brote ocurrido en Wuhan. Relató cómo sus superiores silenciaron su investigación sobre el tema cuyos hallazgos, revelados a tiempo, podrían haber ayudado a salvar vidas.
Denunció que fueron los gobernantes chinos quienes tenían la obligación de decirle al mundo, dado su estatus como laboratorio de referencia de la Organización Mundial de la Salud especializado en virus de la influenza y pandemias.
A partir de ese momento el gobierno de su país está tratando de destruir su reputación, entre otras medidas, mediante el lanzamiento de un ciberataque en su contra para silenciarla. Reconoció que si hubiera intentado hacer su denuncia en China hubiera terminado desaparecida o asesinada.
Dio a conocer que en el 2019 recibió un pedido de su supervisor y consultor de la OMS, el doctor Leo Poon, para llevar adelante una investigación secreta sobre coronavirus parecido al SARS que había surgido en China a finales de ese año. Pero hizo saber que el gobierno de China se negó a permitir que los expertos extranjeros, incluidos los de Hong Kong, investiguen en China”.

La epidemióloga Li-Men Yan
Un amigo suyo, científico del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de China, conocía de primera mano casos del nuevo coronavirus y le contó a Yan el 31 de diciembre sobre la transmisión de persona a persona mucho antes de que China o la OMS admitieran que tal propagación era posible.
El 9 de enero de 2020 la OMS emitió una declaración que, entre otras cosas, decía que “según las autoridades chinas, el virus en cuestión puede causar enfermedades graves en algunos pacientes y no se transmite fácilmente entre las personas… Hay información limitada para determinar el riesgo general de este grupo informado“.

El director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus
A partir de ese momento advirtió que los científicos de la ciudad de Wuhan, donde se inició la expansión del virus, comenzaron a callar y pidieron a los demás científicos que no buscaran más detalles. “No podemos hablar de eso, pero necesitamos usar máscaras”, recuerda la científica que le pidieron sus colegas médicos.
En ese momento la médica china empezó a recibir amenazas para que dejase de investigar. Por ese motivo, después de compartir la información con un bloguero de Hong Kong que vivía en Estados Unidos, Li-Meng Yan decidió dejar Hong Kong con destino a Los Ángeles el 28 de abril para no volver.
A pesar de las denuncias fundadas de Yan, el gobierno de China sostiene que su gestión de la pandemia fue adecuada, que la reacción fue rápida y que se salvaron muchas vidas. También la Organización Mundial de la Salud niega haber cometido errores en este tiempo, a pesar de la evidencia en contrario conocida.
Las acusaciones de Li-Meng Yan han provocado que la Universidad de Hong Kong, donde trabajaba, haya eliminado su página de internet y haya publicado un comunicado en el que informaba de que ya no es miembro del equipo. Pese a todo esto, la científica ha asegurado que seguirá informando sobre los resultados de su investigación, que probarían según ella que China no dijo toda la verdad sobre el COVID-19.
Evidentemente, tanto el gobierno chino como la OMS son criminalmente responsables de haber tolerado, y quizás amparado, la expansión del virus que, sospechosamente, evitó una catástrofe financiera mundial y derrumbó la actividad económica productiva en la mayor parte del mundo