Juzgar manifestaciones culturales del pasado sin tener en cuenta el contexto histórico conduce al deterioro de la sociedad. El globalismo cabalista pretende así vaciar de identidad cultural a las naciones y a las personas para teledirigir nuestras conciencias.
Si tuviéramos una máquina del tiempo y viajáramos al siglo XV, casi con total seguridad muchas conductas nos parecerían extrañas y escandalosas. Pero si nos quedáramos a vivir en ese momento histórico, probablemente las comprenderíamos.
Hoy en día se hacen juicios sin una reflexión previa del contexto histórico de lo que se juzga. Esta reflexión implica invertir mucho tiempo en consultar fuentes bibliográficas fiables. Tiempo que no estamos dispuestos a conceder a tan ardua tarea. Preferimos disfrutar de las libertades que nos ofrece la sociedad actual pero, ¿cómo se han fraguado dichas libertades?
Un ejemplo palmario es el movimiento que arrasa con estatuas religiosas en Estados Unidos. Resalta la parte negativa sin tener en cuenta el contexto histórico y escamotea todo lo positivo para implantar su agenda globalista.
No hace falta hacer un riguroso análisis para comprender que la Historia de la Humanidad está marcada por la impronta de la violencia. Está plagada de invasiones, caídas y nacimientos de imperios que han dado lugar a la configuración actual de las naciones. Pero también esos conflictos se superaron y dieron lugar a la aparición de una lengua y cultura comunes que han facilitado el comercio y la comunicación, de la convivencia y la concordia entre países diferentes. Naturalmente, todo es susceptible de mejora entendiendo, no rechazando, el pasado.
El Imperio Romano, por ejemplo, está plagado de hechos dramáticos y violentos pero sentó las bases para nuestro actual sistema judicial y red de transportes que tantas ventajas nos reporta. Catalogaríamos no menos que demente e ignorante a quien quisiera eliminar los vestigios del Imperio Romano por considerarlo imperialista.
Rechazar y destruir símbolos culturales y religiosos es poco menos que mezquino porque por la regla del absurdo, tendríamos que destruir prácticamente los vestigios de todas las civilizaciones anteriores.
No pocos deberían hacer una profunda reflexión antes de emitir un juicio de valor sobre hechos pasados. Aceptar lo negativo como recordatorio de lo que no debe repetirse y ensalzar lo bueno con sano orgullo no es una manifestación xenófoba, sino una muestra de amor hacia a la verdad y hacia nuestros semejantes.