Dar la espalda a nuestras tradiciones nos conduce a un vacío existencial

Publicado en julio 17, 2020, 10:21 am

Actualmente se está desarrollando un proceso disolvente dirigido por el globalismo cabalista contra la identidad. Debilitando la identidad, debilitas al yo y debilitando al yo, debilitas la libertad.

Cuando alguien se presenta empieza por decir su nombre, lugar de nacimiento, edad, profesión, nacionalidad, religión…Habla de su familia, su cultura, sus intereses, anhelos y preocupaciones. Toda esta información la define y la diferencia de los demás. Le da una personalidad, una visión del mundo que se mantiene relativamente estable en el tiempo y la configura como individuo único e irrepetible. Es decir, le da una identidad.

La identidad empieza a configurarse en el seno familiar. Después la van moldeando otros elementos como la comunidad, la escuela, la religión, las tradiciones, el estado y las experiencias personales. Todo esto nos da las herramientas necesarias para dar sentido a nuestra vida e interpretar el mundo.  Reaccionamos ante él de forma diferente de los demás, es decir, con libertad.

Esta identidad también se sustenta en unas leyes, en unos límites geográficos, una cultura y una forma de vida que facilita la convivencia con los demás individuos. Es una identidad nacional que debe respetar a las demás para evitar caer en los nacionalismos y ser respetada para conservar su idiosincrasia.

Es evidente que hay sociedades, naciones, culturas y tradiciones mejores que otras y son susceptibles de ser mejoradas, pero todas ellas ofrecen una identidad, capital intangible que gran valor.

El proceso disolvente está intentando borrar nuestra identidad presentando la nación, la cultura, la familia y la religión como conceptos arcaicos, xenófobos e intolerantes. A cambio ofrece la satisfacción ilimitada de deseos sin esfuerzo, el cambio continuo (de coche, de pareja, e incluso de sexo…), es un proceso infantilizador que conduce al hedonismo y al relativismo moral. Es la cultura del ¿por qué no? sin una profunda reflexión previa que nos hace esclavos.

Dar la espalda a nuestras tradiciones a nuestra religión, a nuestros antepasados nos conduce a un vacío existencial y a desdibujarnos en la masa de una sociedad líquida.

Una identidad bien definida se puede comparar como al hombre sensato que edificó su casa sobre roca. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero ésta no se derrumbó porque estaba construida sobre roca.

En cambio, una identidad líquida es como la casa del hombre insensato que edificó su casa sobre arena. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa: ésta se derrumbó y su ruina fue grande (Mateo 7, 21-29).

Corresponsal de España

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