Con demoníaca insensibilidad ante el 75º Aniversario del Genocidio más rápido de la Historia, la BBC le dedica un elogio al judío Richard Feynman, uno de los inventores de la bomba atómica. El artículo de la BBC, escrito, fue publicado el 19-VII-2020, bajo un rimbonbante título: “Cuál es la frase más importante de toda la ciencia según el nobel de Física Richard Feynman y por qué”.
El nefasto artículo, que elogia a este hombre que puso toda su ciencia al servicio de crímenes de proporciones planetarias, es la periodista Dalia Ventura. La misma Ventura admite, en este artículo, que Feynman fue uno de los “genios” creadores de la bomba atómica.
Feynman no fue castigado por sus terribles crímenes y, en cambio, después de cooperar a la destrucción de multitudes, devino conferencista (calificado de “legendario” por la sefardí Dalia Ventura) en el Instituto de Tecnología de California o Caltech. Además, fue profesor en el Departamento de Física de la Universidad de Cornell.
Ventura no trepida en elogiar a Feynman como “el maestro más carismático, divertido e irreverente que hubieran podido tener” sus estudiantes, como si fuera divertido haber masacrado multitudes de inocentes con las bombas nucleares.
Como admite Ventura, su admirado Richard Feynman formó parte del “proyecto de alto secreto basado en un laboratorio gubernamental en Los Álamos, en Nuevo México” que “con el nombre en código de Manhattan” tuvo como objetivo “construir una bomba atómica”. Feynman, demostrando un cinismo macabro, hizo las siguientes declaraciones: «Sentí que debía hacerlo para proteger a la civilización«. ¿Cómo protegió la civilización?
Así: trabajando para hacer dos bombas atómicas que, en pocos segundos, devastaron dos ciudades. En Hiroshima, se calcula, la bomba mató a más de 120.000 personas, causando otros 70.000 heridos y destruyendo la ciudad casi absolutamente. En Nagasaki, hubo 50.000 muertos, según se estima, y 30.000 heridos. A su vez, hay que sumar las víctimas causadas por los efectos de la radiación nuclear, que pudieron sobrepasar el medio millón de personas inocentes, de las cuales murió entre 200.000 y 250.000 personas, según se estima (los datos difieren según las fuentes).
Como confiesa Ventura, Feynman no trabajó solo en el tétrico proyecto nuclear consumado por H. Salomon Truman (masón grado 33º), sino que lo ayudaron el judío Julius Robert Oppenheimer, Niels Bohr (hijo de madre judía) y el bautizado Enrico Fermi, quienes, como afirma Ventura, “combinaron su capacidad intelectual” para “desarrollar una bomba atómica”.
Feynman, al idear “una manera de hacer cálculos en paralelo, reduciendo el tiempo de resolución de problemas exponencialmente”, “se convirtió en un miembro clave del equipo”.
Luego de trabajar celosamente para concretar semejante genocidio, sus teorías lo llevaron a concluir, según dice Ventura, que “toda la biología es electromagnetismo” y que “literalmente, todo lo que nos rodea es una manifestación de electromagnetismo”, reduciendo la realidad a electricidad e imanes, consolidando las toscas teorías del materialismo moderno más prosaico. El mismo criminal hizo unos dibujos que, según dicen sus seguidores, servirían para calcular la pretendida “evolución de las galaxias”. Estas hipótesis estelares, además de tocar bongos, parecen haber sido su terapia para olvidarse del genocidio que él contribuyó a realizar.
Haber matado multitudes de inocentes no lo llevó a una vida de penitencia, sino que se destacó en lo que toca a la degeneración sexual, pasando buena parte de su vida en “un bar de topless”, que, eufemísticamente, Ventura llama “su oficina secundaria”, donde “hacía bosquejos de las chicas”, esto es, de las pobres mujeres que se prostituían.
Debemos a la imbecilidad que domina buena parte del establishment pretendidamente científico y al lobby del globalismo cabalista, el hecho de que este degenerado genocida no sólo no haya sido castigado, sino que, cínicamente, fue galardonado con el premio Nobel de Física en 1965.