Actualmente, se pretende desarrollar rápidamente vacunas contra el coronavirus para enfrentar la pandemia internacional. Una de esas vacunas que está recibiendo más atención es también la más controvertida, porque se basa en células de la parte del cuerpo de un bebé abortado. Aunque hay alternativas éticas disponibles, algunos equipos de investigación están utilizando en su trabajo las células de bebés abortados, entre ellos, Janssen Research & Development USA, una subsidiaria de Johnson & Johnson, y la Universidad de Oxford y AstraZeneca.
El equipo Oxford/AstraZeneca parece estar en primer lugar en la carrera de las vacunas. En abril y mayo, como parte de la primera fase del ensayo clínico, ya se han administrado dosis de su vacuna a 1.077 adultos sanos de entre 18 y 55 años en cinco hospitales británicos. Un nuevo artículo publicado en la revista médica The Lancet reveló que la vacuna parece segura e induce una fuerte respuesta inmune después de la primera fase de los ensayos en humanos. También parece estar ayudando al cuerpo humano a crear anticuerpos por las células B del cuerpo, lo cual es muy útil para evitar el virus en el futuro.
Pero la vacuna plantea fuertes interrogantes éticos, porque el equipo de la Universidad de Oxford está desarrollando la vacuna utilizando la línea celular HEK 293, creada originalmente a partir del tejido extraído del riñón de un niño por nacer, probablemente abortado en 1972.
Anthony McCarty, médico pro-vida del Reino Unido, habló sobre las preocupaciones morales: “Para los que vemos el aborto original como la toma injustificada de la vida del niño por nacer, tal uso de los productos del aborto, incluso una línea celular derivada del tejido original, corre el riesgo de enviar un mensaje social dañino respecto al valor de la vida humana inicial».
Y añadió: “Incluso los que no se oponen a todo aborto bien pueden tener serias y sustanciales preocupaciones morales sobre las prácticas que parecen tratar en forma oportunista los restos de un niño por nacer que ha sido abortado”.
Algunas vacunas se están desarrollando sin el uso de líneas celulares fetales, las cuales pueden incluir células vegetales o animales: células de insectos, plantas de tabaco y ovarios de hamsters. Un equipo del Imperial College de Londres está trabajando en una vacuna “sintética”, es decir, con un método “libre de células”. No hay preocupaciones provida con estas vacunas.
Otros investigadores que utilizan también líneas celulares de bebés abortados incluyen a CanSino Biologics, Inc. y al Instituto de Biotecnología de Beijing y a la Universidad de Pittsburgh. Algunos están usando una línea celular de un bebé que fue abortado en algún momento alrededor de 1972, mientras que otros están usando uno de un bebé que fue abortado en 1985.
Andrea Gambotto, investigador de la Universidad de Pittsburgh, dijo que las líneas celulares de los bebés abortados son más útiles que las fuentes derivadas éticamente. Pero otros científicos no están de acuerdo. A comienzos de este año, el Instituto Charlotte Lozier identificó 60 tratamientos potenciales para el virus que están siendo investigados utilizando materiales que no provienen de bebés abortados.
Los investigadores James L. Sherley, MD, PhD, y David A. Prentice, PhD, revisaron recientemente las vacunas en desarrollo para el coronavirus y publicaron una lista que identifica cuáles se están fabricando éticamente y cuáles en forma no-ética. Encontraron al menos 10 empresas que no están usando líneas celulares de bebés abortados en sus vacunas.
Organizaciones católicas y provida han estado abogando contra la investigación que utiliza durante años partes del cuerpo de un bebé abortado. Durante la crisis del coronavirus renovaron pedidos a los científicos para que cumplan con las normas éticas básicas en sus esfuerzos por salvar vidas.
Recientemente, un arzobispo católico canadiense llevó más allá su defensa provida al donar miles de dólares a un proyecto de investigación de vacunas éticas en la Universidad de la Columbia Británica.
A fines de marzo, la Conferencia Episcopal Estadounidense envió una carta a la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés), urgiendo la producción ética de las vacunas.
Y en forma personal se expresó en esa misma línea el arzobispo Joseph Naumann, presidente del Comité sobre Actividades Provida de la Conferencia Episcopal: “[…] todos queremos una vacuna, nos damos cuenta de que eso es importante para nuestra salud pública, pero también queremos una vacuna que no tenga problemas éticos en la forma en que se desarrolla”.
En definitiva, el genocidio abortista no respeta ni siquiera de los bebés asesinados antes de nacer. Para tener en cuenta.