A causa del cierre definitivo del histórico seminario sacerdotal “Santa María Madre de Dios” de la diócesis de San Rafael, en la provincia de Mendoza (Argentina), dispuesto por monseñor Eduardo Taussig, con el aval de la Congregación vaticana para el Clero, el arzobispo emérito Carlo Maria Viganò le dirigió una carta abierta al obispo argentino, datada el 30 de julio de 2020.
En la misiva el arzobispo italiano le expresa a monseñor Taussig que está “confundido y herido” por la decisión tomada por este último, avalada por la Santa Sede. Decisión fundada en el rechazo por parte de los sacerdotes del Seminario de administrar y recibir la Eucaristía en la mano, no en la boca, tal como determinó el titular diocesano que se hiciera en toda la diócesis, a causa de las restricciones sanitarias dispuestas por el ya famoso Covid-19.
El arzobispo Viganò considera que este incidente en torno a la Eucaristía ha servido como pretexto para “cerrar el más grande Seminario argentino y dispersar a los seminaristas para reeducarlos en cualquier otro lugar”. Llama a la decisión adoptada una traducción admirable en la práctica de la invitación a la parresia, “en nombre de la cual se debería desterrar la plaga del clericalismo” denunciada por la cúpula vaticana.
Considera que la decisión del cierre se basa, por un lado, en la “desilusión” episcopal porque todavía hay “buenos sacerdotes y clérigos” que afirman el debito respeto al Santísimo Sacramento, “a pesar del duro trabajo de adoctrinamiento ultramodernista” en las últimas décadas, y por otro lado, en el “rencor” al ver fieles laicos y familias enteras “siguen a los buenos pastores” a quienes escuchan.
A criterio de Viganó, estos episodios confirman que la acción del Espíritu Santo en la Iglesia, infunde el don de la Fortaleza en los humildes y en los débiles, y la confusión en los soberbios y poderosos, lo que por un lado pone de manifiesto la fe de aquéllos en el Sacramento del Altar y por otro lado la profanación culpable por respeto humano a los demás. Y agrega que “conformarse a la mentalidad del mundo puede merecer el aplauso fácil e interesado de los enemigos de la Iglesia” para el obispo, pero que ello “no evitará ni la deploración unánime de los buenos ni tampoco el juicio de Dios”, quien está presente en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad “bajo los velos eucarísticos”, y que pide a los pastores que sean “testigos suyos, no sus traidores y perseguidores”.
A continuación el arzobispo emérito muestra la incoherencia del comportamiento del obispo argentino con el lema de su escudo episcopal: Paterna atque fraterna charitate [Con caridad paterna y fraterna], ya que sostiene que “no veo nada de paterno al castigar a sacerdotes que no quieren profanar la Hostia sagrada, ni alguna forma de verdadera caridad para quien ha recibido una orden que no puede aceptar”. Le recuerda que “la caridad se ejercita para el Bien y para lo Verdadero” y que “si tiene como principio el error y como final el mal” entonces “no es otra cosa que una grotesca parodia de la virtud.
Califica la decisión adoptada de “deplorable abuso” del que deberá responder frente al tribunal de Dios. Y que reza para que comprenda que su gesto es grave en sí y un escándalo para los sencillos.
Termina la carta abierta manifestando que el arzobispo -junto con el clero y los laicos de la diócesis, a quienes “golpeó injustamente y ofendió gravemente”- reza por monseñor Taussig, por los superiores de la Santa Sede y en especial por el cardenal Beniamino Stella, “a quien conocí como un devoto sacerdote y fiel nuncio apostólico”, pero que ya no puede “reconocerlo como tal, por su participación en la obra de demolición de la Iglesia”.
Y en las últimas líneas dice textualmente: “Oramos por su conversión, una conversión a la que todos estamos llamados, pero que es indiferente a aquellos que trabajan no para la gloria de Dios, sino contra el bien de las almas y el honor de la Iglesia.
Todos rezamos por los seminaristas y los fieles de San Rafael a quienes usted, Su Excelencia, ha declarado la guerra.
Con caridad fraterna, en la verdad,
+ Carlo Maria Viganò, Arzobispo