Una famosa zamba argentina que popularizó el folclorista argentino Atahualpa Yupanqui contiene unos versos que cantan la suerte del gaucho argentino, y que dicen: “las penas son de nosotros, las vaquitas son ajenas”. Aluden así al destino que suele marcar al trabajador de la tierra y del campo, lleno de sufrimientos y sinsabores, mientras que los dueños de la tierra gozan muchas veces de la riqueza sin labrarla ni cultivarla.
A los argentinos nos viene ahora a la memoria estas palabras, al enterarnos que en un futuro próximo nos veremos obligados a inyectarnos una vacuna para “derrotar” al ya famosísimo virus chino Covid-19, la cual será fabricada por una farmacéutica británica, que contará con la cooperación de un laboratorio argentino y de un laboratorio mexicano.
En el día de ayer nos enteramos que, vaya sorpresa, los dueños de la firma británica “que nos vacunará” a los argentinos son los fondos de inversión especulativos angloamericanos que al mismo tiempo son los “dueños” de la deuda externa nacional, con quienes acaba de concluir una fatigosa renegociación: BlackRock, Capital Research & Management, Fidelity Management & Research, etc.
¿Esto significa que los dueños de la deuda externa que condicionan la vida económica del país son, al mismo tiempo, los que nos supuestamente van a salvar a la población del ataque de un virus? Servicio completo.
Pero la británica AstraZeneca también sabe curarse en salud, porque ni lenta ni perezosa se ha ocupado de conseguir la protección legal contra futuras demandas de responsabilidad por productos relacionados con su vacuna COVID-19, productos que esperan la mayoría de los países con los que ha llegado a acuerdos de suministro, dijo un alto ejecutivo de la compañía a Reuters. Es decir, se ha ocupado de resolver la cuestión de quién paga las demandas por daños y perjuicios en caso de efectos secundarios ha sido un punto delicado en las negociaciones de suministro.
Como dijo textualmente Ruud Dobber, miembro del equipo ejecutivo de AstraZeneca, “estamos en una situación única en la que nosotros, como compañía, simplemente no podemos asumir el riesgo si en … cuatro años la vacuna está mostrando efectos secundarios”.
¿Cómo se ha resuelto el problema? Fácil, pidiendo al Estado que se haga cargo y asuma la responsabilidad y las culpas: “En los contratos que tenemos en vigor, estamos pidiendo una indemnización. Para la mayoría de los países es aceptable asumir ese riesgo sobre sus hombros porque es de interés nacional». Ante la pregunta de cuáles eran los países que habían aceptado esa condición, el ejecutivo mencionado no quiso nombrar a los países.
Pero altos funcionarios de la Unión Europea informaron esta semana que la responsabilidad por los productos se encontraba entre los puntos conflictivos de los esfuerzos europeos para asegurar los acuerdos de suministro de las potenciales vacunas COVID-19 de Pfizer, Sanofi y Johnson & Johnson.
Se trata de una cuestión delicada: AstraZeneca, el segundo mayor fabricante de medicamentos de Reino Unido, se ha comprometido a suministrar un total de más de 2.000 millones de dosis en acuerdos con Estados Unidos, el Reino Unido y los países europeos, entre otras naciones y organizaciones, y sin fines de lucro. Pero no está claro si esta última condición tiene validez para Iberoamérica.
Y además la farmacéutica británica se ha asegurado el respaldo del gobierno británico para la producción y labores de desarrollo, mientras que competidores como GlaxoSmithKline están buscando negociar un precio para un producto terminado, sujeto a aprobación.
Para respaldar su afirmación de renunciar a los beneficios de la colaboración de 1.200 millones de dólares en Estados Unidos, AstraZeneca incluso ha concedido al gobierno acceso a las cuentas financieras relacionadas con la empresa: “Hay hitos muy claros antes de que vayan a pagar. Debido a que hicimos la promesa de fabricar la vacuna sin ánimo de lucro, los auditores de la administración estadounidense tendrán libre acceso a nuestros libros de contabilidad”, sostuvo el ejecutivo antes mencionado.
Pero conociendo la “filantropía” que suele animar a los ejecutivos de los fondos de inversión, habrá que ver con el tiempo si va a estar ausente la finalidad de lucro.