El caos reinante en Norteamérica

Publicado en septiembre 12, 2020, 9:21 am

Con mi corazón ahumado y mi respiración citrina, les escribo desde un día anaranjado, en la oscuridad de un día sin sol. La campaña presidencial de los Estados Unidos está en un punto álgido, pero atenuada por todas las cosas que pueden salir mal y nos distraen del 3 de noviembre. La Costa Oeste está en llamas, literalmente. Los que no sufrimos los fuegos directamente, sufrimos el aire y las cenizas que se aposentan en todos lados, así como lluvias, inundaciones y tornados. Ciudades grandes como Los Ángeles, Chicago, Seattle, New York y Philadelphia también están en llamas, pero de otra índole. Cuarenta millones de personas están sin trabajo y la pandemia tratando de sobrevivir. El virus está difuso entre todas estas situaciones críticas.

Y toda la culpa es de Trump, o al menos así lo señala la mass-media y perpetúa este descontento; mientras tanto, el Presidente trata de mantener un perfil bajo, limitando sus apariciones y declaraciones, aunque cada día surge algún chisme de si dijo qué y cuándo.

Los Estados Unidos de hoy se están pareciendo mucho a un país latinoamericano, con la propaganda, la difamación, la cancelación de la idea disidente.

Estamos divididos, sí, pero no tanto como se hace ver. A la mayoría de los americanos no les gusta la falta de orden ni la violencia. Están acostumbrados a planear sus vidas, y la incertidumbre es un gran enemigo del planeamiento. No son muy políticos, pero sí aman la libertad, y cualquier cosa que amenace esa libertad no es bienvenida.

R.J. Snell, del Whiterspoon Institute, explica, en una carta abierta sobre la situación actual, la violencia de estos grupos disidentes. Él reclama que el pensamiento imperante es un pensamiento nihilista, un divorcio entre el pensamiento científico y la revelación bíblica: mientras Dios declara que el mundo es muy bueno, para el mundo de la ciencia física, conceptos de valor no se aplican. La Revelación clama que estamos hechos a imagen de Dios y, por lo tanto, la vida es sagrada.

El autor húngaro Laszlo Foldenyi explica cómo las personas que se rebelan al orden social a través de mobs (patotas) que van prendiendo fuego y destruyendo la ciudad, en realidad se están rebelando al orden cósmico. Este orden es el fondo (background) de nuestras vidas y experiencias. Es la estructura de la realidad, el que hace todo posible, poder ser, poder pensar.  No podemos controlarlo o planearlo, existe por sí mismo como el tiempo o el movimiento de los planetas. Renegar de esta realidad es fútil, pero es exactamente lo que hacen estos grupos en nombre de la justicia.

Dios no existe, el hombre es Dios, se crea y se inventa y se recrea, y por eso el surgimiento de todas estas ideologías, siendo la más ejemplificadora y extrema la ideología de género: niego mi naturaleza, soy lo que quiero ser, la realidad la creo yo.

Las mobs usan la violencia para hacer justicia, niegan el orden divino, se juntan últimamente para destruir lo que no pueden destruir, pero a través de estas acciones encuentra sentido a sus vidas vacías. La patota se siente superior, poderosa y crea sus propias leyes. No se sienten pertenecer a la ciudad, su salida entonces es poseerla. La violencia se convierte en redentiva. Esta lucha se diviniza y le da identidad y significado a su vida. La violencia es santa y la política crea el cielo en la tierra.

Eventualmente, como una brasa que arrasa, se va a extinguir. Un nuevo Presidente será electo, probablemente Donald Trump, que tendrá que estar preparado para extinguir el espíritu de la mob y subirse al orden cósmico-divino que, con su Providencia y Gracia, rige al mundo.

Corresponsal de Estados Unidos.

Corresponsal de Estados Unidos

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