Analicemos si Noruega es realmente un país Socialista. Para eso, nos concentraremos en la libertad económica, pues una economía socialista exhibe hostilidad a los mecanismos del mercado. La libertad económica permite a los habitantes producir libremente, comercializar y consumir productos y servicios. En la práctica, países que tienen establecidas instituciones promercados, como derechos a la propiedad, que están bien definidos y posibilitando el gozo de adquirir beneficios en el uso, adquisición y comercialización de lo que le pertenece, acuerdos de intercambio comercial libre con precios establecidos libremente que surgen de la interrelación del negocio y el poder consumidor de la gente y, por último, leyes laborales flexibles con un sistema judicial transparente y eficaz que alienta el uso de contratos, hacen que se reduzca el riesgo en los negocios.
En EE.UU. existe el índice de libertad económica (IEF, en inglés) que mide la calidad de las instituciones de un país que crea las condiciones de un mercado en funcionamiento, y que se correlaciona también con los índices de crecimiento, progreso social, dinamismo emprendedor e inversiones extranjeras. El promedio noruego está en el lugar número 28 entre 180 países; en la categoría de cuán fácil es hacer negocios con Noruega está en el número 9 y como competitividad, en el lugar 17 del ranking.
Mientras tanto, Venezuela está en el penúltimo lugar, tiene control de precios y de moneda, cuotas de producción, expropiación arbitraria en manos del Gobierno y también está en control del Banco Central y la industria petrolera. La inestabilidad social y política, con su alta tasa de criminalidad y colusiones entre los oficiales públicos y el crimen organizado, pone en riesgo los derechos de la gente y su propiedad.
En agosto, el país sudamericano llegó a su mes número 32 con hiperinflación casi imposible de entender de 15.000 %; su deuda es de 150 billones de dólares, es decir, cinco veces más grande que el neto de su importación de comida del año 2018. Está por debajo de Cuba y sólo antes del último país, Corea del Norte.
Así las cosas, el país de Maduro es hostil a cualquier mecanismo de mercado y al sector privado. Sus inversores la han abandonado por Chile y Colombia desde el 2003 que ha perdido 200 billones de dólares de capital de inversión extranjera.
Lo único que Venezuela y Noruega tienen en común es un gran sector público, pero por las filosofías económicas tan opuestas producen resultados total e igualmente opuestos, especialmente por los roles que cumplen.
En Noruega, el Estado o sector público complementa, no reemplaza, las fuerzas económicas imperantes, provee a los ciudadanos con servicios que son útiles para suplementar las necesidades personales o en momentos de dificultad del individuo, educación y educación de oficios, seguridad nacional e infraestructura como transporte público, autopistas, caminos, etc.
Resumiendo, Noruega incrementa las inversiones y construye una economía altamente competitiva, innovadora y moderna. En Venezuela, en cambio, se han reemplazado los mecanismos económicos orgánicos con un control gubernamental (mandatos) en todos los sectores, tales como petróleo, aluminio, agricultura, distribución de comida, telecomunicaciones y otros pocos sectores privados restantes.
Venezuela es el ejemplo de lo que es una economía socialista pura, a punto de colapsar en cualquier momento, mientras que Noruega tiene una economía que goza de una saludable libertad, probablemente la más libre mundialmente.