Queridos lectores: continuando con estas reflexiones, hoy específicamente se trae a este espacio el pensamiento de niños, preadolescentes y adolescentes, miembros de familias migrantes. Se ha hecho énfasis en el milagro que santos como san Juan Bosco o san José María Escrivá de Balaguer y, más recientemente, santa Teresa de Calcuta, descubren a través de la ayuda, la educación, el entretenimiento, etc., hacia los más necesitados. La búsqueda de la niñez, la adolescencia y la juventud así materializaron las enseñanzas en parábolas que Jesús nos ha dejado acerca de semillas, fe, amor y esperanza: parábola de la semilla de mostaza (Mateo 13, 31-33), parábola del sembrador (Mateo 13, 1-9), parábola del trigo y la cizaña (Mateo 13, 24-30).
Este pequeño grupo conformado por Fabricio Funes Molina (4 años), Ceylin Marina Cerón (6 años), Ashly Danahí Funes Molina (6 años), Allison Pamela Funes Molina (10 años), Mario Alejandro Cerón (12 años) y Glendy Yajaira Martínez (14 años), procedentes de Honduras y cuyas familias tienen como destino Tijuana (como es el caso de la familia Funes Molina) y Estados Unidos (familia Cerón Martínez). Todos se han vinculado dentro del programa de ayuda del sacerdote Alberto Ruíz (Refugio Casa del Migrante en Tlaquepaque, Jalisco, México), quien en estos meses de cuarentena por el virus chino ofreció apoyo incondicional de vivienda y alimentación.
Los chiquillos, a pesar de padecer lo que implica dejar atrás la patria que los vio nacer, familiares, amigos, costumbres, paisajes, diversiones y demás, por medio de este apoyo ven la vida con un futuro prometedor, mas no “color de rosa”, porque a pesar de sus cortas edades ya tienen grabados los valores fundamentales, como el amor a Dios, a la familia, al prójimo, el respeto, la amistad. Recuerdan con alegría sus lugares de origen deseando estar en ellos algún día. Cada uno realiza actividades en las diferentes áreas de estudio, tienen la esperanza de que esta situación actual se va a superar “el otro año”. Manifiestan que la decisión de migrar sale de sus mamás y que también les dieron la opción de no viajar. Les gusta muchas cosas de México. Expresan el deseo de ayudar a sus familias cuando logren estabilizarse en el lugar en que se van a establecer. Opinan que sería mejor si los gobernantes de su país de origen “no gastaran el dinero en cosas que no van a servir” y, en cambio, dieran canastas básicas a la gente.
Unos quieren ser docentes, otra estilista. Entienden muy bien que deben esperar el tiempo necesario hasta que “salgan los papeles”. Ejemplifican la parábola de los dos cimientos (Mateo 7, 24-27). La extraordinaria experiencia con los pequeños amigos permite identificar que antiguamente la formación de los cimientos en nuestros hijos se hacía hasta los doce años, pero como están estos tiempos tocó acelerar y dejar inculcados los valores, máximo, hasta los ocho. Una de las cosas más lindas es verlos como cuidan los conejos y las gallinas.