EL DEMONIO ESTÁ SUELTO… ¡¡ÁTENLO!!

Publicado en octubre 30, 2020, 8:26 am

Circula por internet un video donde una monja, tras una misa, pide permiso al cura para decir unas palabras. Ella comenta que tras muchas conversaciones con gente de toda índole y de varios países sobre los males que estamos padeciendo, queda muy sorprendida con la coincidencia de que muchas de ellas acaban la conversación diciéndole: “El demonio está suelto”. Lo más sorprendente es que, según comenta la monja, tras oír esta frase, en su interior siempre escucha la palabra ¡¡átenlo!! Y continúa diciendo que la Virgen le revela que hay que atarlo con el Rosario.

Se podría pensar que la monja delira, cosa que se podría poner en duda por la seriedad de esta persona. Esta cuestión, al fin y al cabo, no es importante, lo importante es que, delire o no, dice dos verdades que parece que no se están teniendo en cuenta en estos últimos tiempos. La primera es la existencia del demonio y, la segunda, la eficacia del Rosario.

Si se tienen dudas de la existencia del demonio, puede ser bueno leer las visiones del Cielo, del Purgatorio y del Infierno, de Santa Faustina Kowalska, Santa Teresita del Niño Jesús, San Francisco y de tantos otros santos. O que se cuenten las veces que se le menciona en los Evangelios, que son 188. O que se mire en el Catecismo, que en su punto 394 dice:

La Escritura atestigua la influencia nefasta de aquel a quien Jesús llama «homicida desde el principio» (Jn. 8,44) y que incluso intentó apartarlo de la misión recibida del Padre (cf. Mt. 4,1–11). «El Hijo de Dios se manifestó para deshacer las obras del diablo» (1 Jn. 3,8). La más grave en consecuencias de estas obras ha sido la seducción mentirosa que ha inducido al hombre a desobedecer a Dios.

La existencia del diablo es dogma de fe. Está definido en el Concilio Lateranense IV en el año 1215. Y dice:

 El diablo y demás demonios por Dios, ciertamente, fueron creados buenos por naturaleza; mas ellos, por sí mismos se hicieron malos.

Aun así, alguien podría pensar que es un personaje figurado para denotar que el mal existe. Nada más lejos de la realidad, ya que el Catecismo sentencia en el punto 2851 lo siguiente:

El mal no es una abstracción, sino que designa una persona, Satanás, el Maligno, el ángel que se opone a Dios. El «diablo» es aquel que «se atraviesa» en el designio de Dios y su obra de salvación cumplida en Cristo.

De la misma manera que en una empresa el peso del voto de un accionista y el número de dividendos que reciba dependerá del número de acciones que posea, en la vida espiritual ocurre algo parecido. Nuestras malas acciones, invocaciones y prácticas demoniacas potencian la acción del diablo en la tierra, le dan poder. Una de las armas más poderosas del diablo son los abortos. Son la manera moderna de ofrecerle los niños en sacrificio. Poder que se puede contrarrestar con la Misa, los sacramentos, la oración, la vida de virtud y el Rosario.

San Juan XXIII, durante su pontificado, conmina a rezar el Rosario, haciéndolo especialmente en su Encíclica Grata Recordatio. Pablo VI insiste continuamente en acudir a la Virgen en su carta encíclica Mense Maio. San Juan Pablo II demostró su gran devoción a la Virgen eligiendo como su lema Totus Tuus, todo tuyo, en honor a María. Y destaca, sin duda, su carta apostólica Rosarium Virginis Mariae, en la cual recopila todas sus ideas acerca del rezo de esta devoción.

El demonio está suelto porque el mundo le ha dado permiso. Son palabras de esta monja, y dice que la cadena del Rosario es una forma eficaz de atarlo. Otra oración muy potente contra él, es la que compuso León XIII al arcángel San Miguel.

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Véase historia Oración San Miguel.

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Corresponsal de España

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