LA VERDADERA PANDEMIA ESPIRITUAL

Publicado en noviembre 18, 2020, 9:19 am

De sabido, es que las encíclicas se expresan en un lenguaje muy respetuoso y culto, por lo que muchas veces sus contenidos no están al alcance de todo el mundo. Pero si queremos encontrar una encíclica que, sin perder las dos virtudes antes mencionadas, está al alcance de todo el mundo, esa es la Humanum Genus (El Género Humano). En esta encíclica, León XIII no sólo describe, sino que denuncia con un tono sumamente grave a la masonería, a la cual llega a tachar de mortal epidemia. Así la describe:

Hoy, siguiendo el ejemplo de nuestros predecesores, hemos decidido consagrar directamente nuestra atención a la masonería en sí misma considerada, su sistema doctrinal, sus propósitos, su manera de sentir y de obrar, para iluminar con nueva y mayor luz su maléfica fuerza e impedir así el contagio de tan mortal epidemia.

León XIII arranca esta encíclica con el célebre texto de San Agustín, “Las dos ciudades”, y sin darle muchas vueltas al tema, va directamente al meollo de la cuestión:

El género humano, después de apartarse miserablemente de Dios, creador y dador de los bienes celestiales, por envidia del demonio, quedó dividido en dos campos contrarios, de los cuales el uno combate sin descanso por la verdad y la virtud, y el otro lucha por todo cuanto es contrario a la virtud y a la verdad.

Es decir, sólo existen dos ejércitos en este mundo, aunque disfrazados de multitud de ideologías y líneas de pensamiento. El fondo de la cuestión es sólo uno: “con Dios o con el demonio”.  Se reconoce al ejército de Dios en los que buscan la verdad, y se reconoce al ejército del demonio en los que dicen mentiras y, podríamos pensar también, ambigüedades, ya que la ambigüedad es el culmen de la mentira bien elaborada. A renglón seguido, pasa a ubicar las huestes del demonio en un grupo concreto:

En nuestros días, todos los que favorecen el campo peor parecen conspirar a una y pelear con la mayor vehemencia bajo la guía y con el auxilio de la masonería, sociedad extensamente dilatada y firmemente constituida por todas partes.

Aquí nos dice que todos los que favorecen el campo peor son los que conspiran bajo la guía de la masonería. No dice “algunos” ni “unos cuantos”, dice “todos”. El conocimiento de este Papa sobre la masonería sorprende mucho, teniendo en cuenta que la encíclica está escrita en 1884. Esta encíclica se puede decir que es la más clara en cuanto al tema de la masonería, pero verdad es que León XIII ya se apoyaba en los conocimientos de papas anteriores como el Papa Clemente XII, en 1738, Benedicto XIV y Pío VII. Este conocimiento del peligro supremo y satánico que representa la masonería no era conocido solo por los papas, sino también por muchos príncipes y jefes de gobierno de otros países como “Holanda, Austria, Suiza, España, Baviera, Saboya y otros estados de Italia”. A continuación, tacha a la masonería como la madre de todas las sectas cuando dice:

Varias son las sectas que, aunque diferentes en nombre, rito, forma y origen, al estar, sin embargo, asociadas entre sí por la unidad de intenciones y la identidad en sus principios fundamentales, concuerdan de hecho con la masonería, que viene a ser como el punto de partida y el centro de referencia de todas ellas.

De manera profética, León XIII nos aclara las últimas intenciones de la masonería y su última finalidad, aunque muchas veces amparadas en utópicas filantropías:

Los frutos de la masonería son frutos venenosos y llenos de amargura. Porque de los certísimos indicios que antes hemos mencionado, brota el último y principal de los intentos masónicos, a saber: la destrucción radical de todo el orden religioso y civil establecido por el cristianismo, y la creación, a su arbitrio, de otro orden nuevo con fundamentos y leyes tomados de la entraña misma del naturalismo.

Vivimos momentos muy críticos de la historia. Los católicos nos debemos a la verdad; no se trata ya de ganar o perder esta lucha porque nosotros no somos rivales dignos para enfrentar tan monumental enemigo, ese trabajo debemos dejárselo a nuestro Señor Jesucristo y a la Virgen. Pero tenemos la obligación de escoger bando: “el del demonio masónico” o “el de Nuestro Señor Jesucristo”. Por lo que estamos obligados a indagar y descubrir la verdad, porque claramente el Papa sitúa a los mentirosos con los masones y a los que buscan la verdad con la verdadera Iglesia. Es de obligado cumplimiento para pertenecer al bando de la verdad, descubrirla y propagarla. El resto no está en nuestras manos. Porque: Nadie enciende una lámpara y la pone en sitio oculto, ni bajo el celemín, sino sobre el candelero, para que los que entren vean el resplandor.

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Véase encíclica Humanum  Genus

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Corresponsal de España

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