La filosofía griega, según lo expresado por Benedicto XVI, sienta las bases para el raciocinio cristiano. Los griegos, que formaron escuelas de pensamiento cósmico y metafísico, y fueron creadores de la filosofía, no llegaron a concretar la idea del primer ser, del origen de la existencia.
Pero en el evangelio de Juan, el apóstol crea el vínculo metafísico de Dios y define a Dios como Amor, y Dios crea la existencia o el universo con todo en él, justamente porque es amor y es la naturaleza del amor, crear.
Según Hollis, la última ley del universo es la ley del amor. El amor es la fuerza que mueve el sol, los planetas y las estrellas, y dado que el amor es la ley de Dios, por ende, tiene que ser la ley de los hombres; no hay dicotomía entre ley y amor cuando se entiende esto.
Dios, un solo ser, pero tres personas, es autosuficiente, pero como un padre amoroso está presente en la vida de sus hijos; no es un Creador distante, sino involucrado con su creación y busca la relación con ella. Cuando la segunda persona de Dios, Dios el Hijo, desciende a vivir entre nosotros compartiendo la naturaleza física de este plano material, lo hace por amor, para unir una relación quebrada por nuestros ancestros, para religar esa relación, que es lo que la palabra religión significa.
Como Juan nos dice, Dios es Logos, el conocimiento que se transmite a través de la palabra. La tercera persona de Dios, el Espíritu que crea. Dios en su totalidad es la fuerza motora del universo y se ocupa de que todas sus criaturas reciban lo que es necesario para que puedan cumplir su propósito. No tendría sentido, para un Dios que es el epítome del amor y la bondad, crear criaturas y no proveerles lo que necesitan para su existencia.
La Providencia es el plan de Dios en acción en la historia de la humanidad. Mientras que los griegos filosofaban acerca de la existencia, no la explicaban, sino que la aceptaban. Pero la respuesta la dio Juan, Dios ama y por ende crea; nos enseña también que el amor es la ley Divina y que, si la seguimos, no sólo tenemos una vida satisfactoria, sino que nos lleva a la perfección del alma y nos dirige a su reino.
Por otro lado, la hermandad que nos ofrecen los que gobiernan este mundo no está basada en el amor, porque si amáramos, no los necesitaríamos a ellos y el mundo sería diferente. Estos poderosos, usando un lenguaje que apela a los mejores sentimientos humanos, nos ofrecen la solución a todos los problemas de la humanidad a través de cohesión, poder y control, que nosotros les tenemos que dar a ellos en forma voluntaria.
La hermandad de la raza humana es idea y tema central de muchas asociaciones y grupos ideológicos que encontramos en la Historia. Esta idea central prioriza la igualdad, un mundo seguro, libre de enfermedades y de violencia, sin pobreza, prácticamente la descripción del Cielo, el reino de Dios, pero sin Dios, en la Tierra y bajo la ley humana. Es un lenguaje perturbador y mentiroso. Sabemos que se ha tratado de instalar antes, sabemos cómo ellos mismos nos dicen que tendremos que hacer “sacrificios”, pero nos aseguran la paz, mas no la libertad; tampoco poder elegir o adorar, ni siquiera pensar diferente al pensamiento global prevaleciente. ¿Es eso vivir?
No hay nada nuevo bajo el sol, ellos no harán sacrificios. Sabemos que en el tema de la igualdad hay algunos que son más iguales que otros. La alternativa no es seguir las propuestas de los globalistas, sino las leyes Divinas que son universales, o sea, todos se benefician crean o no crean en Dios. Estas leyes apuntan al mejoramiento de la raza humana y a su culminación; no podemos dudar de las intenciones de quien nos creó ni tampoco de por qué nos creó. Por amor nos creó, porque Dios es amor y no puede ser otra cosa, es su naturaleza. Si vivimos por amor, el mundo mejora, pero necesitamos libertad para elegir y seguir su ley perfecta sin la intervención de ningún poder terrenal.