Una noticia reciente ha despertado del limbo a muchos ciudadanos de los Estados Unidos, no porque el tema sea desconocido, especialmente en estos tiempos de Covid en el cual muchas cosas están saliendo a la luz, sino por la cantidad de detalles que son pertinentes a estos procedimientos que parecen ser bastante comunes y vastos, ni mencionar que no son experimentos secretos hechos a espaldas de nosotros, pues están todos publicados en los reportes científicos a los cuales cualquiera puede tener acceso.
Stacy Trasancos, química y directora ejecutiva del Instituto St Philip, en Tyler, escribe en su reporte acerca de cómo los remanentes fetos abortados son usados en investigación y con el consentimiento de las madres. Las madres que van a tener un aborto firman las formas consintiendo que sus hijos sean usados como experimentos de laboratorio, razón por la cual hospitales, como el hospital escuela USSF, en San Francisco, o Magee-Women’s Hospital y su dependencia dedicada a abortos, así como el Banco de Tejidos de la Universidad de Pittsburgh, realizan sus experimentos y también proveen el “producto”.
En esta última institución mencionada se está implantando piel humana que proviene de bebés abortados de entre 18 y 20 semanas de gestación, o sea bebés de 4 y 5 meses. Otro experimento incluye el uso del hígado, el líquido espinal de sus columnas y el thymus, los cuales son implantados en los ratones y los hacen crecer para luego aplicarles un virus y ver cómo el órgano “reacciona”.

Los científicos explican por qué usan fetos humanos, la razón es muy simple: no pueden experimentar en humanos, ya que tienen que enfermar al sujeto con virus para aprender las reacciones; y tampoco los virus aplicados a los roedores sirven, ya que son animales; así que la solución perfecta es el uso de tejido humano, pero que revive al implantarlo en un ratón y reacciona a los distintos estímulos que se le aplican como ser humano que es. Sin querer, están reconociendo lo que ya todos sabemos, que los fetos humanos son humanos completos.
Otra cosa bien interesante es que estas investigaciones son soportadas económicamente por el Instituto Nacional de la Salud, que tiene de socio el laboratorio Moderna, uno de los contendientes de la vacuna del Covid-19. El presidente Trump, después de ver esta información, les cortó los fondos federales a todos los laboratorios que usan bebés abortados para sus investigaciones y creó una comisión para asegurar la ética en este tipo de experimentación, hecho que le ha ganado la enemistad de la mitad del establishment americano (durante el gobierno de Obama fueron usados $77 millones de los impuestos del pueblo para experimentación, que incluye partes del cuerpo de bebés abortados).
El Centro para el Progreso Médico, que fue el que expuso a la “fábrica” de abortos más grande del mundo, Planned Parenhood, también sacó a la luz el comercio humano que subyace atrás de esta práctica (aborto), el cual es el motivo real de por qué quieren convencer a las mujeres de que el aborto es su “derecho”, cuando en realidad necesitan “productos” que se venden muy bien en el mercado y por los que los investigadores están dispuestos a pagar altas sumas, como vemos en los videos que fueron producidos por undercover periodistas, y en los cuales aparecen varias personas de la Clínica de las Mujeres (incluyendo su directora), negociando el precio y cómo, cuanto más avanzado es el bebé en el momento de su exterminación, más vale el órgano.
El obispo Joseph Strickland denuncia que estos son crímenes de lesa humanidad y deben tener consecuencias. El mal avanza por el silencio de la humanidad, y las personas debemos educarnos y cerciorarnos de que nada de esto pase, pero más aún, que no seamos partícipes o cómplices ni receptores de nada que tenga que ver con ningún experimento hecho con seres humanos.
Mientras nos horrorizamos de eventos históricos que involucran la muerte de miles, no sólo en guerras, sino por experimentación, como el caso de los niños del Brasil y el infamoso Dr. Mengele, aceptamos el aborto y el uso de esos seres pequeñitos e indefensos que se descuartizan y se separan en pedazos, o se les extraen los órganos, o les sacan el cuero cabelludo (fotos adjuntas) para implantarlo en ratas de laboratorio.
¿Cuánto más horror necesitamos para tomar conciencia de lo que está pasando? A esta altura sabemos que nada es lo que parece y que el motivo real de todo lo que pasa son las ansias de dinero y poder de unos pocos a expensas de nuestra civilización.