Uno de los fenómenos recientes en el mundo anglosajón es la apostasía o renunciamiento a la Fe por parte de figuras populares y famosas que públicamente declaran que abandonan su fe cristiana. Algunos de estos personajes pertenecen a denominaciones cristianas importantes en volumen y popularidad, como Hillsong Church, sede del pastor Marty Sampson, más conocido por estar envuelto en la conversión de Justin Bieber, que en su declaración pública aduce una crisis de fe. Músicos como Joshua y Shannon Harris, personajes de la Media como Link & Rhett que escribían libros espirituales cristianos bajo el nombre de los hermanos Bentley (Bentley Bros.), el político americano Bart Campolo, o John Steingard, entre otros, también están en ese camino.
Todos ellos en sus declaraciones tienen algo en común: el “percatarse” de que Dios es injusto, de que Dios no impide el mal, de que la ley moral de Dios es equivocada, de que Dios no es amor, que sus caminos son crueles, básicamente como explican más tarde y que es el verdadero meollo critico de la narrativa imperante: Dios no acepta a los miembros de LGTB, ni el matrimonio homosexual, ni el aborto, ni el transgenerismo, así que, en conclusión, Dios no debe ser compasivo, más bien es rígido en sus caminos, “no nos acepta como somos”, declara Steingard.
Lo más grave de esta situación es que son seguidos por innumerable cantidad de fans, y los han arrastrado con ellos sin ofrecerles una alternativa; y como el viejo adagio filosófico dice, la naturaleza aborrece el vacío (nature abhors vacuum). Los vacíos siempre se llenan con cosas, con los vacíos hay que tener cuidado; claro que el vacío de Dios, sacar a Dios de la ecuación, nos deja con este mundo que estamos viviendo, y los que quieren creer, quieren un Dios hecho a su semejanza.
Dios es perfecto, todo bondad, y la creación es su amor puesto en obras, no hay nada fuera de Dios y, lo más importante, nosotros somos su creación, no al contrario. Pero queremos un Dios que sea digerible, que acepte mis inclinaciones, que me deje ser libre, que me deje reducir a mis más bajos instintos, que yo caiga y me empuje. La sociedad moderna cuenta también con líderes religiosos que han caído también en ese error, por ejemplo, la Compañía de Jesús, que ha abandonado irónicamente la misma compañía de Jesús y la ha reemplazado por la “lucha social del pueblo”, en la cual la gente es la protagonista de la justicia, no divina, pero social.
La deconstrucción de la sociedad no es un fenómeno nuevo, la reconocemos en el marxismo, pero Marx no fue totalmente original, él alegaba que para construir la nueva sociedad proletaria primero había que destruir lo que ya estaba, y en el caso de Europa, el Occidente Cristiano, tenía bien claro que Dios era su enemigo más grande, porque la gente que tiene Fe es más fuerte. Mientras la gente creyera en Dios, sus ideas no iban a ser tomadas en serio, por eso el marxismo tiene las mismas características de la religión que desplazó. Marx conocía el adagio filosófico muy bien, pero el raciocinio y el libre albedrío con el cual hemos sido creados no lo encontramos en la comunidad proletaria de Marx, donde el hombre material es una pieza más en un engranaje social en el cual no tiene ningún control. Jung diría que Marx reflejó en su ideología, inconscientemente, todas sus pesadillas y frustraciones personales de un hombre atormentado que falla en su autocontrol, cosa común a todos los ideólogos que reducen al hombre sólo a su naturaleza física sin considerar su naturaleza metafísica.
Vico, contemporáneo de Descartes, escribía que el escepticismo lleva al nihilismo, y que a partir de allí era el final del camino para el hombre; y creo que fue un visionario, un adelantado a su tiempo, ya que reconocemos los frutos de no creer en nada trascendente, sólo en la finitud humana, una era caracterizada por la ignorancia de qué somos y quiénes somos, y nuestro lugar en el universo.
Ahora, piensen que si Dios se hizo carne para vivir entre nosotros y fue crucificado por nuestra salvación, para salvarnos de nosotros mismos y de nuestro pecados, debemos valer la pena, ¿no? Nos ama con un amor incomprensible para nosotros, como casi todas las cosas que no comprendemos de Dios. En esa humildad y aceptación existe la fuente de la felicidad.
Los que han abandonado a Cristo no entienden el amor del Padre, escuchan los murmullos del Ángel de la Luz que los aconseja e imitan al padre de todas las mentiras y, junto con él, repiten: no serviré. Por nuestro egoísmo y el estar centrados siempre en nosotros mismos es como terminamos caminando solos en este valle de lágrimas. El hombre moderno que no sirve a Dios termina sirviendo a otros seres caídos, como lo somos todos.
Sí, Dios no se adapta, no cambia, sus caminos son perfectos y eternos, y Él nos guía por el camino de la vida y nos da certeza, sus estándares son altos. Él sabe lo que es mejor para nosotros, somos sus criaturas pero nos conoce a cada uno individualmente. Pero en el pecado está el castigo, pues cuando pecamos (no obedecemos sus mandamientos) nos castigamos porque nos alejamos de Dios, y experimentamos una soledad irremediable que lleva a muchos a suicidarse, o autodestruirse, o caer en elementos que nos tienen distraídos o adormecidos para no tener que enfrentarnos a la verdad de nuestra existencia, que nuestras almas anhelan su amor y solo en su amor el alma humana alcanza su destino.