En EE. UU. y varias partes del mundo, las diócesis han resuelto no hacer la cruz con ceniza en la frente de las personas, como es el rito católico, debido a la situación sanitaria del virus Covid, algo sin precedente resolución en el país del Norte. Ese rito que se acompaña con las palabras “del polvo vienes y en polvo te convertirás” marca la iniciación de los cuarenta días de Cuaresma, que culminan con el domingo de Resurrección.
La opción a esta práctica va a ser arrojar cenizas en la cabeza de la gente. El Washington Post, en un artículo escrito por Sarah Pulliam, nos cuenta de las reacciones conflictivas con todas estas regulaciones dentro de la Iglesia católica y se pregunta si no estaremos perdiendo la Fe en Dios.
El miércoles de ceniza es una oportunidad para que los cristianos piensen en su propia mortalidad y en que estamos de paso en este mundo, mundo que sostiene la vida de los humanos y cuyo único propósito es conocer y amar a Dios durante nuestro viaje en esta tierra.
El padre Hardy, de la congregación de Cleveland, asegura a sus parroquianos que eso es lo mejor para evitar el contacto humano, pero otra congregación con un gran porcentaje de emigrantes católicos no está muy convencida de que cortar las tradiciones va a crear mucho impacto, o no hará ninguna diferencia, ya que después de todo los sacerdotes pueden usar un guante de látex si sienten miedo.
En EE. UU. hay mucha controversia con la conducta de las diócesis, ya que fueron las primeras en cerrar las iglesias y cancelar las misas, y cuando se retomaron fue solo por cita para no tener mucha gente en la iglesia, pero lo curioso fue que casi nadie acudió a la primera misa, especialmente ahora que se ha dado dispensa para no asistir a ella.
El resultado es que las únicas iglesias que no han cerrado, y no solo han continuado con las misas, sino que han doblado la cantidad de ellas el día domingo, son las misas en latín o tradicionales. Una de las congregaciones que más creció es la congregación creada por el arzobispo Lefebvre, que siempre fue un gran crítico de la transformación de la misa en lo que es la misa actual o Novo Ordo, en la cual el sacerdote pasa a ser el protagonista junto con la comunidad, cambiando el focus tradicional que es Jesús Cristo y la consagración del sacrificio a través de la transubstanciación del pan y el vino en el cuerpo y la sangre del Señor, o real presencia de Dios en la misa.
Como todo lo que estamos viviendo en estos momentos, carece de toda lógica o, por lo menos, ninguna lógica aparente. En estos momentos de incertidumbre es cuando más la gente necesita consuelo espiritual. En un país en el que los suicidios han aumentado el 200 % y las personas con condiciones mentales se sienten alienadas, ya que los grupos de apoyo están cancelados (ya está demostrado que las conferencias virtuales no son sustituto del contacto social y humano que nos nutre), el resultado de “proteger” a las personas puede ser nefasto, y por eso tenemos que ser capaces de mirar más allá del Covid.
Esta va a ser una verdadera cuaresma en la cual podremos ofrecer todos estos sufrimientos a Dios, ayudar a los que están solos, vencer nuestros miedos y reflexionar acerca de nuestra propia mortalidad. Nuestra Fe nos ayuda a aceptar lo inevitable, y el cómo, el cuándo y el dónde están en manos del Creador.