La doctora Simone Gold recientemente fue arrestada en su casa por un grupo de veinte agentes del FBI. La doctora Gold es la fundadora de “Doctores Americanos en el frente” (American frontline doctors) e investiga la veracidad de las declaraciones de todo lo referente a la salud. En este caso, todo lo relacionado a la actual pandemia y las estadísticas que circulan por allí.
¿Cuál fue el crimen de la Dra. Gold?
Su crimen fue decir que la distribución de vacunas en fase experimental viola el Código Nuremberg, y que la censura acerca de la información de todo lo relacionado con el Covid-19 es un crimen contra la humanidad.
En una reciente entrevista con Michelle Malkin, conocida investigadora conservadora y escritora, Gold, que también es abogada, cuenta cómo fue allanada su casa rompiéndole la puerta, y apresada con esposas la metieron en una van oscura, aparte de desmantelarle la casa de arriba abajo en un despliegue de fuerza que sobrepasa toda lógica. Ella agrega: “todo eso no fue necesario, yo soy una ciudadana común; lo único que tenían que hacer es levantar el teléfono y yo hubiera ido a declarar, no me estoy escondiendo y no soy una terrorista; estoy diciendo la verdad y todavía creo que en este país hay libertad de expresión; bueno, ya no lo creo más, creo que los americanos no se han dado cuenta todavía de que nuestros derechos han sido arrasados y que solo una parte de los americanos son protegidos por la Constitución, solo una parte, adivinen cuál”.
Malkin le recuerda a la doctora Gold y a la audiencia que algo similar pasó con Roger Stone, un hombre de 66 años sin pasaporte que fue allanado por acusar al gobierno de mentir en un caso de la embajada americana, y convenientemente un fotógrafo de la CNN estaba filmando toda la acción. En su momento fue clasificado como “uso desproporcionado de fuerza” y “gasto innecesario de recursos, dinero que viene al final de cuentas de los contribuyentes, o sea, los ciudadanos americanos”.
La Dra. Gold comenta de otro caso de 2016, cuando la entonces abogada general Kamala Harris y ahora vicepresidente, ordenó un allanamiento del SWAT, en la casa del activista provida David Daleiden, hombre que desenmascaró todas las redes de tráfico de los bebés abortados y el precio de cada parte o de bebé entero, haciéndose pasar por el dueño de un laboratorio de investigación biológica (esos videos están abiertos a todo el público). Aun así, fue encontrado culpable y obligado a pagar una suma de un millón de dólares. Así quedo al descubierto los poderosos aliados que tienen los proveedores de niños abortados y las sumas millonarias que se manejan en este tipo de tráfico, y lo más trágico es que las propias mujeres consienten que sus abortos sean usados para experimentos (algunos se necesitan todavía vivos y de gestación avanzada, o sea, con un corazón latiendo, para extraerle algunos órganos, y por eso se ha legalizado el infanticidio en trece estados de la Unión).
La doctora Gold ya no tiene trabajo, pues lo perdió cuando recetaba dos medicaciones de comprobada eficacia para el tratamiento de este patógeno, Hidroxychloroquine e Ivermectina, las cuales también sirven como prevención.
La primera cosa que hay que aclarar, continúa la Dra. Gold, es que estas “vacunas” están en fase experimental, su status es de agentes en investigación para la formulación de
una posible vacuna. Las vacunas no están programadas para cambiar su estatus medicinal hasta fines del 2022 acá en los Estados Unidos. Ningún doctor en buena conciencia puede apurarse a recomendar algo a sus pacientes que está en estado experimental”. En EE. UU., para participar de experimentos de este tipo, los voluntarios tienen que pasar por una serie de requisitos y jamás pueden ser obligados a hacerlo contra su voluntad porque invalida la elección del sujeto, esto según las regulaciones americanas de drogas en fase experimental.
Queda por preguntarse, en el gran laboratorio de cepas del mundo, ¿seremos nosotros los conejillos de india? A sentarse y a esperar.