Este sacerdote lleva tiempo revolucionando las redes. Podrá gustar más o podrá gustar menos, pero es indudable que su dinamismo y conocimientos de apologética dejan a propios y extraños boquiabiertos. Estamos hablando del Padre Luis Toro, sacerdote venezolano y un hombre que cuenta en primera persona experiencias muy fuertes de Fe. En esta ocasión, contaremos aquí una experiencia que tuvo personalmente con un importante cargo del chavismo, ni más ni menos con el hermano de Hugo Chávez.
Aníbal José Chávez Frías (1957-2016, licenciado en historia y político venezolano, hermano del también fallecido expresidente de la República de Venezuela, Hugo Chávez) era alcalde de Sabaneta, localidad venezolana en la que también era cura párroco el padre Luis. Llegó un momento en que Hugo Chávez comenzó una campaña de difamación y descrédito contra la Iglesia Católica a nivel nacional, cosa que replicó su hermano en la localidad de Sabaneta, de la cual era alcalde.
El padre Toro cuenta que fue invitado a un acto oficial del alcalde, donde acudió vestido de sotana (para que se acordara de que yo era cura, comenta Don Luis). Al poco de iniciar el acto, dicho alcalde comenzó a maldecir a los sacerdotes y a maldecir a la Iglesia (comenta el padre), y a hacer apología del comunismo. El padre aguantó estoicamente toda su soflama y se marchó terminado el acto.
Al domingo siguiente, el sacerdote, en la misa, fue desmontando paso a paso y con Biblia en mano (como acostumbra), todos los insultos del alcalde y mandó que la misa fuese emitida por radio, cosa que solo se atrevió a hacer una emisora no gubernamental. El alcalde prohibió a dicha emisora que emitiera la misa y conminó al padre Toro a que fuese a su despacho a hablar con él, a lo que el padre le repuso que no recibía órdenes de jerarquías humanas, sino que solo recibía órdenes de la jerarquía católica y que si quería verlo que fuese a su despacho parroquial.
El alcalde se presentó a la cita con un cuantioso número de militares y cuando llegó el cura se encontró con ese panorama. Una persona avisó al padre que el alcalde lo estaba esperando y que la cosa estaba “alborotada”, y que el alcalde estaba furioso a causa de la homilía que predicó sobre él en la misa. El alcalde lo conminó a solucionar el problema (de manera tosca y desafiante), y lo increíble fue la respuesta del cura, que transcribo literalmente:
Listo, Sr. Alcalde, usted me dirá “cómo, cuándo y dónde”, porque si usted es hombre, yo también.
El alcalde se vino abajo y repuso que quería solucionarlo por las buenas, a lo que el cura Toro le contestó:
Mejor, Sr. Alcalde, pero entonces ¿por qué me trae todo ese ejército para meterme miedo?, yo nací para morir y moriré el día que Dios quiera y no le tengo miedo a la muerte.
El alcalde le argumentó que estaba molesto porque en la misa no lo había dejado en buen lugar, a lo que el cura le respondió que él también lo había hecho días antes con su persona en el acto oficial. Comenzaron entonces a dialogar y el cura terminó diciéndole lo siguiente:
Usted es alcalde porque lo puso su hermano, que es el Presidente. Cuando su hermano muera, se le acabará el poder, y cuando usted muera también se le acabará. Yo soy sacerdote del Dios Altísimo y tengo el poder que viene de lo alto, y seré sacerdote hasta la eternidad. Para siempre. Y mi poder me lo ha dado Dios, no los hombres.
Al final, el alcalde quedó consternado y pidiendo perdón por su falta de Fe. En agradecimiento, se ofreció a arreglar el techo de la casa del cura y podríamos decir que tuvo un principio de conversión. Este episodio da mucho que pensar, y en el caso particular del que escribe, hace que se replantee que el miedo es el mayor freno a la evangelización. El evangelio hay que predicarlo sin miedo, pero para eso hay que pedir Fe a Dios y dedicar tiempo a conocerlo. La apologética es una herramienta un tanto olvidada en el mundo católico, y como decía San Juan Pablo II: “La Fe y la razón son dos alas de un mismo pájaro y sin una de ellas el pájaro no vuela”.