En 2012, el presidente de los EE.UU. advirtió a los afroamericanos que los republicanos, si salían electos, los iban a encadenar nuevamente. Parece ser que Joe Biden, conocido por sus epítetos racistas en su hermandad universitaria, no conoce la historia de la esclavitud en América en cuanto a que los dueños de esclavos y proesclavistas eran demócratas.
Pero recientemente salió a la luz que él es un admirador de Derrick Bell, uno de los fundadores de la teoría crítica de la raza. Pensamientos como estos son típicos de esa ideología: “la esclavitud es un ejemplo de lo que el hombre blanco ha hecho en América y una constante remembranza de lo que puede hacer”. Bell fue el profesor preferido del expresidente demócrata Barack Obama.
Esta ideología la vemos en acción con una de las primeras órdenes ejecutivas, aparte de bombardear Siria (que lo dejaremos para otro momento), en la cual establece el uso de la teoría crítica como fuente de conocimiento para dictar las políticas sociales, tal como el crítico, escritor y periodista George Neumayr declara en el diario The American Spectator: “esto no es más que una forma glorificada de racismo reverso, que es tan insincero y demuestra que Biden no está interesado en ninguna unidad nacional, más bien lo contrario, cuando quiere perpetuar las supuestas discriminaciones en los estados de la Unión”.
Biden no está terminando con los resentimientos raciales, más bien los estimula. Es difícil imaginar una forma más contraria a la unidad que incorporar como ideología de consulta una teoría que parte de la base de que todos los blancos son racistas. No solo la va a imponer a esta agenda, sino que el ciudadano pagará por ella a través de los impuestos que implementaron becas y dinero para “educar” a los ciudadanos o a los maestros, de cómo no ser racistas.
Salirse de un sistema de injusticia para pasar a otro sistema de injusticia, como adjudicar racismo a cualquiera que su piel sea blanca, no es progreso, pues cambiar una tonalidad de piel por otra no es terminar con el racismo en ningún grado. Lo único que se va a lograr es que nadie se olvide del color de nadie, y que se le dé una importancia que no tiene o no debería tener, y el resultado serán más tensiones raciales.
Cuando Biden habla de oportunidades iguales para todos, basados en la raza, ya que hay blancos en desventaja también, no se refiere a las oportunidades, sino a que todos tienen que llegar a un mismo punto, equitativamente, cosa casi imposible de hacer, ya que las capacidades de cada individuo son diferentes, a menos que el gobierno suplante con dinero esas diferencias, que no es muy distinto de los que han estado haciendo los gobiernos democráticos cada vez más populistas en las últimas décadas y que no han solucionado ninguna disparidad, todo lo contrario, desde los años de JFK.
La equidad propuesta de que todos tengan el mismo resultado, que no es paralela a tener las mismas oportunidades, porque dos personas pueden tener las mismas oportunidades, pero si una empezó más arriba que la otra en la escala social, siempre aquella estará más arriba. Esta equidad es la enemiga de la igualdad y la libertad, ya que la libertad es enemiga de imposiciones de ningún tipo.
Se entiende después de un riguroso análisis de cómo esa equidad se va a implementar y que las raíces de esta ideología son marxistas, y tanto Biden como Harris están retomando en donde Barack Obama dejó. Es la América, no de justicia y libertad para todos, sino de cuotas y vales para algunos y discriminación para muchos. Biden no es un hombre de Estado, un líder, sino un simple demagogo, que no fortalece el país, sino que lo pone bajo los intereses de su partido político; el resultado será que no va a terminar con las estructuras de dominación, sino que creará unas nuevas más distorsionadas. ¿Les suena?