La Biblia sigue siendo actual por muchos años que pasen. Actual hasta unos extremos de precisión que se podrían determinar como proféticos. En el debate de investidura llevado a cabo en la asamblea de Madrid ha tenido lugar un hecho que puede equipararse al pasaje evangélico en el cual abofetean a Jesús, y al preguntar este el porqué de dicha agresión, no obtuvo ninguna respuesta por parte del agresor. La verdad siempre tendrá una respuesta, pero la mentira cuando se la acorrala suele defenderse con el silencio.
El pasaje que nos ocupa es el siguiente (Juan, 18:20):
El sumo sacerdote (Anás) interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina. Jesús le contestó: Yo he hablado abiertamente al mundo; yo he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me preguntas a mí? Pregunta a los que me han oído de qué les he hablado. Ellos saben lo que yo he dicho. Apenas dijo esto, uno de los guardias que estaba allí le dio una bofetada a Jesús, diciendo: ¿Así contestas al sumo sacerdote? Jesús respondió: Si he faltado al hablar, muestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?
Si he faltado al hablar, muéstrame en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas? Esta es la cuestión central de este artículo.
En su turno de palabra en dicho debate de investidura, Rocío Monasterio dijo, entre otras cosas, lo siguiente:
Los madrileños que viven en los barrios humildes son los que sufren los efectos del globalismo salvaje. Barrios convertidos en escenarios de robos, violaciones y tiroteos. Y denunciar esto, ni es racismo ni es xenofobia. En Vox no miramos hacia otro lado frente al problema de la delincuencia, la violencia y la falta de integración protagonizada por los jóvenes extranjeros, y esto no es una cuestión de racismo. Cada cuatro menores detenidos en Madrid son MENAS (menores extranjeros no acompañados).
Lo curioso es que hasta este punto de la intervención el resto de grupos escuchaba y la presidencia se mantenía al margen. El problema surgió cuando Monasterio dijo lo siguiente:
Señores de Podemos (partido político español de izquierdas), quieren hacer de la foto del Sr. Serigne Mbaye (senegalés y portavoz del Sindicato de Manteros de Madrid, que es el último fichaje de Pablo Iglesias para las listas de Podemos) un símbolo, y lo es. Es un símbolo de su abandono de la clase trabajadora. Porque nuestro problema con el Sr. Mbaye no es que sea blanco ni negro, alto o bajo, no; sino que es una persona que entró en nuestro país de forma ilegal, saltándose en la cola de entrada a muchos inmigrantes legales que estaban esperando y que habían cumplido con todos los requisitos legales para entrar en nuestro país. Que, además de entrar de forma ilegal, se lucró durante años a las puertas de esos pequeños negocios a los cuales ustedes suben los impuestos y la factura de la luz.
Fue en ese momento cuando el Sr. Mbaye pidió la palabra por haber sido aludido y expresó lo siguiente:
Le pido a la Sra. Monasterio que retire sus palabras racistas, porque ni en España ni en esta Cámara está permitido el racismo ni que se trate a una persona de manera racista. La Sra. Monasterio me ha tratado claramente de manera racista. Y le pido formalmente que retire sus palabras racistas.
A continuación, la presidenta de la sala conminó a Monasterio a que retirara los comentarios racistas. Tras una serie de comentarios cruzados, Monasterio pidió al Sr. Mbaye que le citara exactamente qué palabras quería que retirara, ante lo cual Mbaye no volvió a pedir la palabra ni quiso contestar. Ante la negativa de Mbaye a volver a pedir la palabra para aclarar qué era lo que quería que retirara, Monasterio se dirigió a la presidenta en los siguientes términos:
Sra. presidenta, ¿me puede detallar usted exactamente qué palabras son las que quiere que yo retire?
La presidenta le contestó que retirara las palabras que le había pedido el diputado Mbaye (cosa que Mbaye tampoco supo contestar). Monasterio respondió que no sabía qué palabras tenía que retirar, a lo cual la presidenta de la sala seguía insistiendo en que las retirara, pero sin matizar cuáles eran.
Salvando las distancias entre este episodio con el narrado en la Biblia, es algo claro y notorio que el Sr. Mbaye y la presidenta de la Cámara estaban ofendidos por algo, pero por algo que ni ellos mismos sabían determinar. Las etiquetas tienen esa particularidad. Se usan tanto y se usan para tantas cosas que llegado el momento no se sabe el significado de las mismas. Racista, xenófobo, fascista, homófobo, son dardos que se lanzan, pero cuando llega el momento de razonar esos conceptos se producen episodios tan surrealistas como el narrado en este artículo y en el Evangelio.