Recientemente, ha salido a la luz el encuentro de varias fosas con restos de niños y jóvenes cerca de escuelas y residencias católicas en Kamloops, Canadá. La media ha creado una reacción en masa y a muchas iglesias, la mayoría católicas, les han prendido fuego en consecuencia. Muchos abogaron por cancelar la celebración del día de Canadá, como ellos le llaman (Canada’s day), por alegar que no hay nada para estar orgullosos. ¿Pero cuál es la verdadera historia de estas fosas y de estos cadáveres?
De acuerdo con la narrativa mediática, estos cementerios son mass graves o entierros de masas, términos que se usan en casos de guerras, holocausto o masacres de distintos orígenes. Estos chicos aparentemente eran descuidados, abusados y abandonados en estas escuelas religiosas de internados, y cuando fallecían se les enterraban en tierras cercanas a las escuelas para esconder sus muertes. Realmente, una historia de horror.
Como consecuencia de este hallazgo, la Comisión de Reconciliación, una entidad que se ocupa de los asuntos de los nativos de Canadá y su bienestar, nombró al Dr. Scott Hamilton, del Departamento de Antropología de la Universidad Lakehead, ubicada en Thunder Bay, Ontario. La conclusión a la que llegó este doctor experto en entierros es muy diferente a lo que la prensa publica.
Incluyo un link del reporte de 44 páginas con sus conclusiones, pero voy a mencionar algunas de ellas. Primero, el doctor Hamilton aclara que se basó en evidencias documentales que todavía existen, ya que la evidencia física, aparte de las fosas con huesos, es difícil de corroborar, pues muchas escuelas parroquiales han sido construidas arriba de las originales y con el mismo nombre. También aclara que como la historia de estas instituciones en suelo canadiense se extiende a más de un siglo, y en el pasado los archivos que han sobrevivido no son muy abundantes. Su estudio se basa en 150 escuelas indias en el territorio de Canadá durante su existencia en un periodo de 100 años.
La primera conclusión: 3213 chicos nativos fallecidos reportados, mayoritariamente por tuberculosis, enfermedad que todavía no tenía vacuna en el siglo XIX y principios del S. XX. Esta enfermedad afectaba más a los nativos de Norteamérica que a los europeos, siendo dicha enfermedad proveniente del viejo continente. Las escuelas no fueron construidas por las iglesias, sino por el Departamento de Asuntos Indios, y las condiciones en esos edificios eran las mínimas requeridas para la supervivencia de los niños, que ante cualquier problema que surgiera, como una enfermedad o una plaga, no estaban preparados para afrontar tales dificultades.
En un documento de 1906, escrito por el doctor Peter Brice, jefe a cargo de los asuntos de los nativos, declara que la mortalidad entre los aborígenes es más del doble que el resto de la población canadiense. No solo tuberculosis, sino también la influenza española, o Spanish Flu, eran las dos enfermedades más comunes en las escuelas de internados y no había suficientes inoculaciones para estas poblaciones, y tampoco contaban con penicilina o antinflamatorios. Recién, a partir de 1948, las estadísticas muestran que las muertes de los nativos empiezan a declinar hasta casi desaparecer en las décadas subsecuentes y gracias a los avances de la medicina.
Previamente a 1883, misiones católicas y protestantes establecieron tanto escuelas e iglesias como hospitales en las áreas rurales con más población nativa. El propósito de estas era enseñar a los niños aborígenes a leer y escribir y exponerlos a la cultura occidental, y así prepararlos para que tuviesen más oportunidades de adaptación a la sociedad que se estaba fundando. El propósito no era asesinar aborígenes desde su niñez para hacer desaparecer a los nativos, tal como sugirieron varios medios de comunicación canadienses.
Recién, en 1883, el gobierno canadiense tomó control creando el Departamento de Asuntos Aborígenes (Indian Affairs). El Estado tomó las escuelas rurales existentes y estableció el sistema de escuelas de internados para niños indígenas en las cuales se les proveía entrenamiento técnico y académico para ayudar a la población nativa a su inserción dentro del sistema dominantemente europeo en ese momento. La enmienda de 1920 del acto indígena (Indian Act) otorga la autoridad de mandar a cualquier niño nativo en edad escolar a la escuela diaria o de internado, siendo esta la regla hasta los años 70 durante los cuales las escuelas empezaron a cerrar, práctica que declinó hasta que finalmente cesó completamente en el año 1996.
Sorprendentemente, hasta el año 1958, el Departamento de Asuntos Indios no tenía ninguna regulación acerca del entierro de los fallecidos en esas escuelas, y eso que ya habían pasado 75 años de la creación de este sistema escolar. Pero la práctica común era que los muertos eran enterrados cerca de donde habían fallecido y en muy pocas ocasiones había presupuesto para mandar a los difuntos a su lugar de origen. También se esperaba que el costo de los entierros fuera absorbido por la entidad religiosa a cargo. Así mismo, el doctor Hamilton encontró en los registros no solo niños o jóvenes, sino maestros y religiosos fallecidos y enterrados en los campos adyacentes, pues esta era una práctica común, especialmente durante las epidemias, ya que no había tiempo ni personal cuando muchos morían por día. La práctica de fosa o entierro masivo ha sido una costumbre global durante numerosos periodos de la historia humana cuando se han enfrentado situaciones de muertes masivas por distintas causas.
Estos cementerios eran marcados con cruces y demarcados con cercas de madera que se deterioraron con el tiempo. Algunas cruces se han encontrado enterradas en las excavaciones que la compañía constructora hace con el fin de preparar el suelo para la construcción de barrios residenciales. Si no fuera por este encuentro fortuito y las regulaciones para las compañías constructoras acerca de que toda excavación tiene que ser detenida si se encuentran huesos o vestigios que pueden tener valor arqueológico, estos cementerios seguirían olvidados.
Resumiendo, durante la historia de estas instituciones es claro que el Departamento de Asuntos Indios no tenía presupuesto para entierros de los internados ni de los que trabajaban en esas escuelas, cayendo todo el peso en las instituciones religiosas si algo como una epidemia llegara a pasar. Tampoco había dinero para regresar los cuerpos a su lugar de origen, siendo lo más práctico enterrarlos cerca de las escuelas o iglesias, ya que anteriormente las iglesias tenían cementerios, y al ser considerados camposantos, era lo ideal.
Estos cementerios largamente olvidados fueron cubiertos por vegetación a través del tiempo, en forma espontánea, y no hay evidencia alguna de que se quisieran ocultar; tampoco hay evidencia de que estos huesos pertenecen a niños que fueron abusados o descuidados, aunque leyendo las noticias pareciera ser el caso. Estas escuelas sí tienen historias tristes desde muchas perspectivas, pero alegar que mataban a los niños en masa y los enterraban para ocultar la evidencia es un escándalo. Si hay alguna culpa, es del Departamento de los Asuntos Indios que no proveyeron los medios financieros necesarios para el funcionamiento correcto y formal de estas instituciones que ellos mismos promovían para insertar a los nativos del área a la sociedad europea.
¿Pero a quiénes culpan? A las instituciones religiosas. ¿Y el resultado de ello? La quema de seis iglesias, cuatro católicas y dos protestantes, la percepción de la gente de que todo lo religioso es malo y la instigación del odio demostrado hacia el acto violento de prender fuego a edificios. En entrevistas callejeras la mayoría de la gente incluso justificó esta violencia, mientras otros pidieron por la cancelación del día de la independencia canadiense. Un entrevistador le cuestiona a un transeúnte que estaba indignado, un transeúnte blanco y claramente europeo, si los europeos tenían que regresarse a Europa y dejar a los nativos seguir con su vida, básicamente, devolverles la tierra que les robaron, y el transeúnte le dice que sí, que todos los blancos u otros nativos europeos, o indios o asiáticos, tendrían que dejar América.
La sangre no ha llegado al río, pero la locura ha llegado a la ciudadanía. Las razones para otro artículo. ¿Ustedes que creen? ¿Todos los que no tenemos sangre nativa americana debemos abandonar el continente?
Link al documento resultante de la investigación del doctor Hamilton
https://ehprnh2mwo3.exactdn.com/wp-content/uploads/2021/05/AAA-Hamilton-cemetery-Flnal.pdf
Juan Jose Solis
El link al informe del Dr. Hamilton no encuentra.