El Rotary Club se estableció en Madrid el 1 de enero de 1921. Se fundó gracias a un rotario americano de orígenes asturianos, Ángel Cuesta Lamadrid. Para 1926 ya se habían implantado en Barcelona, Zaragoza y San Sebastián. Asociación de hombres, preferentemente de negocios y profesionales, que se proponen mejorar los espíritus contribuyendo a la paz universal mediante la práctica de una moral sin dogmas y de un laicismo y naturalismo absolutos. Muchos dicen que es el noviciado de la masonería internacional. No en vano, le llaman “la pecera” o “el seminario”.
Fue fundado el 23 de febrero 1905 en la ciudad de Chicago por el abogado Paul Harris y tres amigos suyos: Silvester Schiele, Gustavus H. Loehr y Hiram E. Shorey, todos pertenecientes a la masonería. A lo largo de la historia, la Iglesia Católica condeno en reiteradas veces a la masonería:
• León XIII, Carta Encíclica Humanum Genus, 20 de abril de 1884; Carta Encíclica Dall´alto dell´Apostolico Seggio, 15 de octubre de 1890; Carta Encíclica Inimica Vos, 8 de diciembre de 1892. Carta Encíclica Custodi di Quella Fede, 8 de diciembre de 1892.
• San Pío X alude a la masonería en las Cartas Encíclicas Vehementer Nos, 11 de febrero de 1906 y Une Foi Encore, 6 de enero de 1907.
• Y el Nuevo Código de Derecho Canónico de 1983 dice:
Quien da su nombre a una asociación que maquina contra la Iglesia debe ser castigado con una pena justa, quien promueve o dirige esa asociación, ha de ser castigado con entredicho (can. 1374).
Pero no muchos saben de las condenas de los obispos españoles al Rotary Club a lo largo de la historia:
Declaración del Obispo de Palencia (28 de agosto de 1928):
El rotarismo quiere ser una institución moral y moralizadora, que se propone influir en la vida de individuos, familias y pueblos, prescindiendo en absoluto, como asociación, de toda idea religiosa y de toda suerte de relaciones con Dios y con Jesucristo Nuestro Redentor.
El primado de Toledo, monseñor Segura y Sáenz, escribía en su pastoral del 23 de enero de 1929:
El Rotary hace profesión de un laicismo absoluto y de una indiferencia religiosa universal, intentando moralizar a los individuos y a las sociedades con total prescindencia de nuestra santa Madre la Iglesia Católica. Mientras predican una moral sin religión para llegar a la paz universal, ocultan -bajo un aspecto comercial, recreativo, filantrópico, pedagógico, neutral, pero siempre laico- la negación de la moral verdadera y de la verdadera religión, que tratan de sustituir con una religión que no es la de Jesucristo».
El obispo de Orense decía lo siguiente:
Tales clubes rotarios no son otra cosa que nuevos organismos satánicos de igual procedencia y espíritu que el masonismo; bien que procuren disfrazarse y aparecer con el marchamo de humanitarismo puro y hasta de caridad cristiana y de fraternidad universal. Según todas las señales y testimonios y documentos fidedignos; y aún a juicio y probanza de insignes y meritísimos católicos y prelados de la Iglesia, la organización rotaria resulta sospechosa y debe estimarse vitanda, execrable y maldita.
En carta de 1929, de la Junta de Metropolitanos españoles, que sigue vigente y el tiempo transcurrido no la desvirtúa, porque la condenación de los rotarios no es empírica, sino analítica, y los componentes de la ideología del Rotary que censuran, lejos de haber caído en desuso, hoy se reafirma. Esta carta no ha sido derogada por ningún documento. El 4 de febrero de 1929, la Santa Sede prohíbe a los sacerdotes participar en reuniones rotarias, ya fuera como miembros o como invitados. Esta prohibición se reitera mediante Decreto de la Sagrada Congregación del Santo Oficio de 20 de diciembre de 1950.
Pero no es solo la condena de los obispos españoles, pues a lo largo de la historia algunos miembros del Rotary Club han manifestado declaraciones que no dejan lugar a dudas su tendencia anticatólica.
El 11 de abril de 1944 decía Julián J. Lastra en el Rotary Club de Neuquén:
Sobre la cumbre de la montaña de los siglos hay una nueva cruz, el Rotary, pero cruz sin víctima odiosa.
En 1926, los rotados enviaron al verdugo de la Iglesia Católica en México, Plutarco Calles (masón de grado 33 y feroz perseguidor del catolicismo mexicano), un telegrama en el cual, después de felicitarlo, le decían:
Estamos resueltos a cooperar con vuestro gobierno mientras podamos.
Al hablar de la cuestión religiosa mexicana declaraba el masón neoyorquino Roberto A. Grennfield:
La masonería se vale de la YMCA (Asociación Cristiana de Jóvenes, que es una agrupación de carácter social integrada por jóvenes de creencias protestantes que cuenta con presencia en todo el mundo) y del Rotary para combatir al catolicismo.
La cooperación que le brindan a Plutarco Elías Calles no deja lugar a dudas de las intenciones de este Club. El Boletín de enero de 1928 del Gran Oriente Español decía que “los masones podían considerarse como los hermanos mayores de los rotarios, ya que entre una y otra institución hay grandes puntos de contacto”.
En los clubes rotarios —afirma la revista masónica “Alpina”—tienen su puesto muchos masones; y esto es fácilmente comprensible —añade- dados los principios porque se rige el rotarismo.
Muchas más son las pruebas existentes que no podemos detallar en este artículo y que demuestran las verdaderas intenciones de quienes dirigen el Rotary Club, pruebas que en lugar de un artículo necesitarían un libro. También es verdad, y al igual que ocurre con la masonería, nos consta que la mayoría de sus miembros no conocen estas intenciones profundas y creen firmemente en la supuesta finalidad filantrópica de este Club. Club que catalogan de “antesala de la masonería” historiadores como Alberto Bárcena o Ricardo de la Cierva.
[1] Cf. Boletín Eclesiástico del Obispado de Palencia, año LXXVIII, sábado, 1 de septiembre de 1928, nº 77, pág. 391 y ss.
[2] Cf. Boletín Oficial Eclesiástico del Obispado de Orense, año XVC, nº 14, 7 de septiembre de 1928, págs. 223 y 224.
[3] Cf. Boletín Oficial del Obispado de Tuy, octubre de 1928.
[4] Cf. Boletín Oficial del Obispado de León, 26 de noviembre de 1928, pág. 500.
[5] Boletín Eclesiástico de la Diócesis de Almería, 30 de noviembre de 1928, págs. 316-319.
[6] Cf. Sanctum Officium, Epistula ad Archiepiscopum Bostoniensem (8 augusti 1949): DS 3866-3872; Catecismo de la Iglesia Católica, 846-848; Compedio del Catecismo de la Iglesia Católica, 171.