Donde hay poca justicia es un peligro decir la verdad. Célebre frase de Francisco de Quevedo y Villegas hace 400 años. Hombre comprometido y de espíritu valiente, Quevedo, por su obstinación, fue desterrado, perseguido y encarcelado por Felipe IV y su valido el conde Duque de Olivares. Nada nuevo bajo el sol, seguimos igual. Gracias a Dios siempre habrá versos sueltos como dos mujeres políticas que han tenido la valentía de poner el dedo en la llaga de la “pandemia” que estamos sufriendo, y al estilo de Quevedo han enfrentado esta realidad.
Una de estas mujeres es Luz Belinda Rodríguez, exparlamentaria del grupo VOX por Almería y que actualmente mantiene su acta, y que figura como parlamentaria no adscrita. En sesión parlamentaria interpeló al Gobierno de la junta a que respondiera con claridad sobre las dudas razonables que oscurecen el tema de las “vacunas” (no son vacunas, son terapias génicas) y nos quedamos cortos empleando la palabra “oscurecer”. Esta valiente mujer planteó las siguientes cuestiones:
Según los datos del propio concejo de gobierno, el 73% de los mayores de 16 años ya han recibido al menos una dosis, y el 62% han recibido ya la pauta completa, “están inmunizados” según el término que utilizan habitualmente. Pero… ¿de verdad la eficacia demostrada de las “vacunas” que se están administrando es tal, que se considera invulnerable ante la Covid-19 a quien la recibe? Porque eso es lo que significa inmunizado, que no es atacable por la enfermedad.
¿Cómo se explica, entonces, que un buen número de personas ingresadas ahora mismo en hospitales, afectadas por Covid, estén ya vacunadas? Será entonces que la vacuna no les hace inmunes. Dejen por tanto de utilizar ese término. No se está informando con claridad de los efectos adversos que producen estas “vacunas”. Hay muchas preguntas sin contestar: ¿Cuál es el número de personas que han tenido que ser atendidas en los hospitales, afectadas por los efectos secundarios de estas vacunas? ¿Qué relación hay entre las vacunas y los problemas menstruales de las mujeres? ¿Cuántas mujeres embarazadas han perdido su bebé después de recibir la “vacuna”? ¿Cuántas muertes constan en que la vacuna haya tenido una incidencia directa?
La otra parlamentaria que ha tenido la valentía de tocar este tema en sede es la Sra. Sara Concepción Álvarez Rouco, asesora fiscal y financiera y diputada por VOX en Asturias. Dijo lo siguiente:
Hemos constatado que las “vacunas” no son vacunas tradicionales, y que al ser medicamentos de expresión génica, es decir, medicamentos de terapia avanzada, según la legislación vigente, estas “vacunas” son medicamentos sujetos a prescripción médica. Es necesaria la expedición de la correspondiente receta por parte del profesional. Se debería entonces de informar al paciente de lo que se le va a inocular y de sus efectos. ¿Por qué se han saltado todos estos procedimientos en el caso de las vacunas? ¿Son conscientes todos ustedes del riesgo que están asumiendo como profesionales de la medicina saltándose los protocolos descritos en la Ley?
La realidad es que la desinformación al ciudadano es total. Nos piden un acto de fe total y nos niegan la información y eluden su responsabilidad de prescripción.
Nos parece un acto de valentía el que llevan a cabo estas dos mujeres planteando estos temas en sede parlamentaria. Y nos parecen valientes por lo poco habitual que es plantear estas preguntas. Por desgracia, en el país de los ciegos el tuerto es el rey. Algo que tendría que ser normal y habitual es prácticamente nulo. Es deleznable que nadie responda a estas cuestiones.
Esta ocultación deliberada de los efectos negativos de las “vacunas”, que en realidad son terapias génicas, las cuales están prohibidas (de la forma que se están llevando a cabo) por todos los tratados internacionales. Damos las gracias a estas dos diputadas que dejan como cobardes a todos sus compañeros parlamentarios que no se atreven a hablar con la claridad que lo hacen ellas. Dedicamos a estas dos valientes mujeres un poema de Quevedo, muy relacionado con el tema de este artículo:
No he de callar por más que con el dedo,
ya tocando la boca, ya la frente,
silencio avises o amenaces miedo.
¿No ha de haber un espíritu valiente?
¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?
¿Nunca se ha de decir lo que se siente?