El nuevo borrador educativo de la Ley Celáa, diseñado por el gobierno socialcomunista español, es una reforma que perjudicará a los niños. Y si pretenden que las niñas tengan mejores perspectivas laborales, van a conseguir todo lo contrario. Según argumentan desde el Ministerio de Educación se trata de aplicar una perspectiva de género a las matemáticas imponiendo un sentido emocional para “combatir actitudes negativas hacia esta materia y erradicar ideas preconcebidas con el género, con el fin de fomentar el bienestar del alumno y el interés por esta disciplina”. Pero esta ley no sólo está el untar de un hedor ideológico totalitario, sino que se eliminan el mínimo común denominador, los números romanos, las reglas de tres, el dictado, las conjugaciones verbales, los prefijos y sufijos, entre otros.
Esta reforma tiene su origen en la falta de interés por parte de las mujeres por las carreras STEM (Science, Technology, Engineering and Mathematics), es decir, las áreas de conocimiento de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas. Como ya sabemos, según los sociocomunistas, las mujeres no se deciden a estudiar carreras de ciencias, no porque biológicamente tengan unos intereses distintos de los varones, sino porque éstos las han obligado a asumir un papel secundario enfocado a labores domésticas y emocionales como la crianza de la prole, entre otras. Por este motivo, en carreras de ciencias hay muchas más matriculaciones de hombres que de mujeres. En otras palabras, y como machaconamente quieren hacer creer, el factor biológico carece de importancia. Los sociocomunistas se esfuerzan en escamotear procesos evolutivos biológicos de adaptación que no concuerden con su ideología y para ello, simplemente, los ignoran sin entender o no querer entender el contexto histórico. En otras palabras: si mis ideales no concuerdan con la realidad, cambiemos la realidad para que concuerde con mis ideales. Relativismo puro.
No se trata de que las mujeres escojan libremente los estudios que quieran realizar. Se trata de forzar soterradamente, a través de la educación, a que las niñas se interesen por las ciencias. Y es que esta ideología totalitaria se apoya en pilares de humo, porque en la decisión de una persona por decantarse por su orientación laboral influye un universo de factores que se empeñan una y otra vez en simplificar y homogeneizar, acotando cada vez más la posibilidad de una elección libre y meditada.
El problema de toda esta empanada ideológica que obligan a comernos es que, por un lado, los efectos perniciosos sólo se van a comprobar a largo plazo y, por otro, que estos efectos van a perjudicar especialmente a las niñas, las futuras mujeres que, cuando se integren en el mercado laboral, van a adolecer de unos conocimientos esenciales que les impedirán competir en el mercado laboral.
Y es que palabras competir, esfuerzo, sacrificio o excelencia, para los sociocomunistas son palabras malditas que deben erradicar para evitar la posibilidad de que los niños conozcan la frustración o el fracaso. Imaginemos que un bebé que está aprendiendo a andar se le lleva a todos los sitios en carro para evitar que experimente la frustración que producen las caídas. Cuando ese bebé crezca carecerá de las herramientas necesarias para enfrentarse a los retos de la vida. Carecerá de las habilidades necesarias para desarrollar un espíritu crítico porque el fin último de esta ideología es hacer al individuo dependiente del Estado.
Resulta significativo que una ley educativa con una perspectiva de género diseñada por mujeres perjudique precisamente a las mujeres, pero más llamativo resulta que esta ley educativa altamente perjudicial tenga su origen en un gobierno compuesto casi en su totalidad por mujeres.