El problema de la inmigración ilegal (la preferimos a la palabra “migrante”) es un problema que no se está tratando con honestidad y con sentido común. De hecho, operan tras esta situación intereses espurios. Con esto, queremos decir que muchos de los conflictos mundiales que propician estas emigraciones masivas son provocados por los que luego abogan por la eliminación de las fronteras. Y, por otro lado, con esta inmigración existe también la intencionalidad en colapsar a los Estados para disolverlos y avanzar de esa forma a la construcción de un gobierno mundial.
¿Qué quién está detrás de esta perversidad?, pues lo diremos con toda claridad: las ÉLITES MASÓNICAS y el NEOMARXISMO.
La palabra migrante tiene una connotación muy precisa: es el viaje que las aves, los peces y otros animales emprenden cada cierto tiempo por exigencias de la alimentación o la reproducción. El haber introducido este término para definir los flujos de población de un país a otro denota claramente la intencionalidad de destruir las fronteras. El término “migrante” no surge de la casualidad (como tampoco el lenguaje inclusivo), más bien es fruto del esfuerzo de los pensadores globalistas al servicio de las élites. Unos piensan, otros ponen el dinero para introducir estos conceptos y la izquierda radical coopera con su difusión.
Aunque pueda parecer chocante y contradictorio, la masonería ayudó a la implantación del comunismo en Rusia contra todo pronóstico, pues se suponía que tendría que darse en países que ya habían comenzado la revolución industrial. Desde 1798, los hermanos Warburg (masones descendientes de una familia de banqueros de Hamburgo) comenzaron a regentear una casa de cambio y préstamos llamada M.M. Warburg & Co, y fueron los que financiaron a Lenin y Trotsky, masón este último, para que regresaran a Rusia desde sus respectivos exilios y pusieran en marcha la revolución comunista. Esto significa que la masonería y el comunismo son madre e hijo.
Dicho esto, volvemos al tema de la inmigración ilegal y daremos algunos ejemplos de cómo y por qué a las élites masónicas les interesa tanto el trasiego de gente de un país a otro en unas ocasiones, o bien, son el resultado de sus maniobras torticeras en otras. Decir antes que la Reserva Federal no pertenece ni es controlada por el Gobierno de los Estados Unidos, esta se encuentra bajo el dominio de los banqueros internacionales (masones) y no dan cuenta a nadie. Es más, prestan el dinero con intereses a los propios Estados Unidos como al resto del mundo, y cada vez que algún presidente americano intentó estatalizar la Reserva Federal acabó siendo asesinado como son los casos de George Washington y John Fitzgerald Kennedy.
Véase artículo Reserva Federal
La razón de que el dólar sea la moneda de reserva mundial arranca de los acuerdos llevados a cabo en la Conferencia de Bretton Woods, un sistema que obligaba a los países del FMI (Fondo Monetario Internacional) a mantener un tipo de cambio fijo respecto al dólar y al Banco Central estadounidense a respaldar su divisa con el oro. Esto fue en 1945. Es decir, el dólar se convirtió en moneda de cambio internacional, se convirtió en el dinero mundial por antonomasia y cuando alguien tenía un dólar, ese dólar representaba una cantidad de oro almacenada en la FED (Reserva Federal).
En 1965, el presidente Charles de Gaulle acudió a la FED y convirtió en oro 150 millones de dólares que el Estado francés tenía en sus reservas, lo que provocó que en 1971 se rompiera el acuerdo monetario entre las grandes potencias. El acuerdo se rompió porque si todos los países hubiesen hecho lo mismo, Estados Unidos no hubiese tenido oro para cambiarlo por dólares. Estados Unidos había fabricado más dólares de los que podía respaldar con oro. Esto, en términos sencillos, se llama ESTAFA.
Sin oro, el dólar no tenía valor ninguno. Fue entonces cuando recurrieron a otra maniobra para dotar al dólar de respaldo. El presidente Nixon convenció al Gobierno de Arabia Saudita para que, junto con los demás países de la OPEP (Organización de los Países Exportadores de Petróleo), solo vendiesen el crudo a cambio de dólares. Ninguna otra moneda serviría para comprar petróleo, excepto el dólar. Hay que recordar que el control del dólar está en manos de la FED, y esta, a su vez, en manos de las élites globalistas asociadas al neomarxismo.
Existen dos países que no pasaron por el aro de Estados Unidos, uno fue Irak y otro fue Libia. En 2003, la excusa oficial de los Estados Unidos para invadir Irak fue la eliminación de “armas de destrucción masiva” de Saddam Hussein, que resultó ser falsa. La razón real era la preservación del petrodólar, pues en el año 2000 el mismo Saddam Hussein rechazó el sistema del petrodólar y empezó a vender el petróleo en euros.
Lo mismo pasó con Libia, una nación africana con mucho petróleo. En 2011, Muamar el Gadafi había almacenado una gran cantidad de oro con el que proyectó introducir una nueva moneda, basada en oro, para el uso de toda África. La moneda se llamaba “dinar”. Gadafi planificó vender el petróleo libio en esa moneda, a raíz de eso empezó la invasión del país por la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte). Correos recién desclasificados de la Secretaría de Estado de ese momento, con Hillary Clinton al mando, muestran que esa nueva moneda, el dinar, fue el gran motivo de la invasión.
Los ejemplos de Irak y de Libia sirven para darse cuenta de que muchos de los conflictos mundiales no se originan por cuestiones internas de los propios países, sino que son prefabricados por gente muy interesada y sin escrúpulos de ningún tipo. Un hecho también evidente es que hay un interés notorio de las élites por instaurar un gobierno mundial, y que para eso es necesario acabar con los Estados Nación. Están utilizando la inmigración (sobre todo islámica) para provocar un choque de culturas. Y todo esto con la anuencia y colaboración de la izquierda más radical que, en lugar de denunciarlo, coopera. Los opuestos se tocan y, en este caso, incluso, colaboran.