España es la última nación que tendría que pedir perdón en la tierra por los desmanes derivados de sus colonizaciones. No podemos negar que algunas cosas se hicieran mal. Pero en el conjunto mundial de naciones que colonizaron algo alguna vez, España es la que lo hizo mejor. Esto es un hecho incuestionable y, a poco que se conozca mínimamente la historia, se demuestra mucho cinismo haciendo pedir perdón a España antes que a países como, por ejemplo, Inglaterra. Por cierto, la mala fama que padecemos desde hace siglos fue tramada de manera institucional por los ingleses, que fueron los que alentaron la leyenda negra o, si lo queremos decir claramente, los que se encargaron de difamar a España. Intentaremos aclarar también el porqué de las causas de ese afán de calumniar.
Empezaremos diciendo que España no invadió América, España liberó América. Citaremos aquí parte de una carta que Marcelo Gullo le envió a López Obrador:
Coincidiendo con su apreciación de que hay asuntos que deben aclararse quisiera recordarle que, como afirma el arqueólogo mexicano Alfonso Caso, quien fuera rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, «el sacrificio humano era esencial en la religión azteca».
Es por ese motivo que, en 1487, para festejar la finalización de la construcción del gran templo de Tenochtitlán, del cual usted, el pasado 13 de agosto inauguró una maqueta monumental, las víctimas del sacrificio formaban cuatro filas que se extendieron a lo largo de la calzada que unían las islas de Tenochtitlán. Se calcula que en esos cuatro días de festejo los aztecas asesinaron entre 20.000 y 24.000 personas.
Sin embargo, Williams Prescott, poco sospechoso de hispanismo, da una cifra más escalofriante. «Cuando en 1486 se dedicó el gran templo de México a Huitzilopochtli, los sacrificios duraron varios días y perecieron 70.000 víctimas».
Juan Zorrilla de San Martín, en su libro Historia de América, relata que «cuando llevaban los niños a matar, si lloraban y echaban lágrimas, más alegrábanse los que los llevaban porque tomaban pronósticos que habían de tener muchas aguas en aquel año».
«El número de las víctimas sacrificadas por año», tiene que reconocer Prescott, uno de los historiadores más críticos de la conquista española y uno de los más fervientes defensores de la civilización azteca, era inmenso. Casi ningún autor lo computa en menos de 20.000 cada año, y aun hay alguno que lo hace subir hasta 150.000.
Marvin Harris, en su famosa obra “Caníbales y reyes”, relata: «Los prisioneros de guerra, que ascendían por los escalones de las pirámides, eran cogidos por cuatro sacerdotes, extendidos boca arriba sobre el altar de piedra y abiertos de un lado a otro del pecho con un cuchillo… Después, el corazón de la víctima, generalmente descrito como todavía palpitante, era arrancado… El cuerpo bajaba rodando los escalones de la pirámide…».
¿Dónde eran llevados los cuerpos de los cientos de seres humanos a los cuales, en lo alto de las pirámides, se les había arrancado el corazón? ¿Qué pasaba luego con el cuerpo de la víctima? ¿Qué destino tenían los cuerpos que día a día eran sacrificados a los dioses?
Al respecto, Michael Hamer, que ha analizado esta cuestión con más inteligencia y denuedo que el resto de los especialistas, afirma que en realidad no existe ningún misterio con respecto a lo que ocurría con los cadáveres, ya que todos los relatos de los testigos oculares coinciden en líneas generales: las víctimas eran comidas.
Hernán Cortés no fue el conquistador de México, sino el libertador de cientos de pueblos indígenas sometidos al imperialismo de los aztecas; y Pizarro tuvo el apoyo de los indios huancas, los chachapoyas y los huaylas. Con solo trescientos hombres no se pudo llevar a cabo ninguna conquista, se realizó porque los indígenas vieron en los conquistadores a libertadores (el ejército indígena de Cortés se componía de más de 300.000 personas), pues no hay que olvidar que los aztecas ejercían sobre ellos un imperialismo antropófago, es decir, que literalmente se los comían, eran su dieta principal. Tras la derrota Azteca, se dio la primera muestra de humanidad española, ya que Cortés impidió la venganza contra estos propiciando la reconciliación en lugar del ajusticiamiento. A partir de ese momento se produjo el mestizaje entre aquellos pueblos y los españoles, cosa que jamás se dio por parte de Inglaterra con la población de sus colonias. Curiosamente, los ingleses califican las conquistas españolas como deberían calificar las suyas. Ya que ellos jamás se mezclaron con los habitantes de sus colonias y solo se aprovecharon de sus riquezas.
Si vemos cómo se llevó a cabo la conquista inglesa de América del Norte, en particular los peregrinos del Mayflower, nos damos cuenta de que ellos creían que aquella tierra les pertenecía, que era la tierra prometida y, entre otras lindezas, regalaban a los indios mantas infectadas de viruela, porque la política de estos peregrinos era que el mejor indio era el indio muerto. Aquí también los ingleses han fabricado una leyenda, pero en este caso blanca. Las películas del oeste siempre intentaron hacer ver la maldad de los indios, cosa totalmente falsa. En el caso inglés se llevó a cabo una estrategia de exterminio, y nunca se mezclaron con los indios como en el caso de España.
Marcelo Gullo recalca también la diferencia entre imperio e imperialismo. Cuando hay mestizaje hay imperio, y cuando hay política de exterminio hay imperialismo. Cuando el imperialismo no puede exterminar a una población utiliza el recurso del apartheid, caso también protagonizado en Sudáfrica por los británicos. El propio hijo de Cortés fue ya mestizo, y tenemos también el caso del inca Garcilaso de la Vega, que de niño jugaba en palacio con el futuro rey de España, algo impensable en el caso inglés incluso al día de hoy. Podemos considerar, sin lugar a dudas, que la leyenda negra inglesa es la mejor y más hipócrita FAEK NEWS de la historia, ya que le endosó a España una mentira, que era una verdad en su propio caso.
Pero, ¿por qué Inglaterra inventó esta leyenda? En aquellos momentos, Inglaterra se encontraba en una lucha a muerte con España y, no pudiendo vencerla por la fuerza de las armas, decidió hacerle la guerra a través de la propaganda política. Y no solo desde los panfletos, sino también desde la literatura y las universidades. El origen de la leyenda negra no fue británico, esta se originó en Italia y en los Países Bajos, pero fue Inglaterra la que la empleó como estrategia geopolítica. La idea de presentar a los españoles como salvajes, asesinos y violadores fueron ellos los que la llevaron a cabo de manera magistral. Esta leyenda fue calando tanto en el virreinato como en la misma España. Hay que reconocerles la habilidad sorprendente de endosarle a España la reputación que por justicia les correspondía a ellos en la conquista de sus colonias.