La ciencia es dinámica y las verdades que ella establece lo hace porque una teoría ha sido probada suficientemente para crear una probabilidad de certeza, pero nada está escrito en piedra con respecto al estudio de las cosas, en este caso, de la vida y de cómo funciona el organismo físico humano. Cuando una nueva variable aparece, una nueva teoría se crea y se trata de desaprobar una y un millón de veces, y a eso se le llama el método científico.
Un ejemplo claro es el conocimiento del sistema inmunológico. Cada año aparecen nuevas cosas que producen sorpresas a los científicos. Parece ser que el sistema inmunológico tiene una complejidad sin precedentes, y la visión estrecha de este conocimiento llevó a crear la teoría del antígeno, pero los últimos descubrimientos han detectado que no solo es la producción de antígenos la que protege a un humano de que se enferme, porque casi no se han detectado antígenos en humanos expuestos a enfermedades que el sujeto no contrae a pesar de estar expuestos, y otros sujetos con muchos antígenos a determinada enfermedad que sí se enferman. Estos hechos llevan a los científicos a desarrollar nuevas teorías.
No solamente tenemos anticuerpos, sino también otras moléculas como citoquinas, células T y células B, que funcionan como anticuerpos en ciertas circunstancias produciendo respuestas a patógenos extraños al cuerpo y destruyéndolos. Es una ultrasimplificación o reduccionismo pensar que podemos provocar el funcionamiento del sistema inmunológico o controlarlo a través de estímulos externos, como vacunas, porque todavía no se entiende bien cómo funciona. Antes se creía que funcionaba con cierta clase de células y que respondía a la infección en forma no-específica o generalizada, pero últimamente se sabe que una molécula puede solo atacar cierta parte del patógeno extraño o solo un tipo de patógeno y no sirve para otro. La complejidad del sistema inmunológico nos muestra un alto grado de sofisticación que todavía los científicos no terminan de entender.
Se sabe por lo menos hace dos décadas que células inmunes en el músculo no van a producir la misma respuesta que las que están en los sistemas respiratorio y digestivo. Una nueva tecnología está tratando de hacer vacunas que sean edibles o nasales, pero también han fallado porque la respuesta es localizada. Gracias a estos experimentos se ha descubierto que el sistema inmunológico no acciona en forma pareja en todo el cuerpo, más bien en áreas, y cómo distintas áreas son activadas está todavía en proceso de descubrimiento.
Hay varias teorías emergentes, una de ellas la del doctor Moskowitz, que en su libro “Vaccines, a reppraisal” (2017), afirma que, activado artificialmente el sistema inmunológico, la vacunación funciona en forma inversa a como está programado este sistema de defensa del cuerpo y produce una atrofia del funcionamiento del mismo. Un ejemplo es la falta de “fogueo” cuando durante la niñez se “previenen” enfermedades propias de esa etapa por la aplicación de vacunas. La teoría es que el sistema inmunológico pierde la oportunidad de desarrollarse fuertemente en ese “fogueo” al contacto con patógenos de menor categoría y no mortales como la varicela, paperas, etc.
El cuerpo humano trabaja perfectamente en su complejidad, pero no es imbatible y tiene recursos que son limitados, lo cual significa que no puede pelear varias batallas en varios frentes cuando los recursos están todos concentrados en un área del cuerpo peleando contra una enfermedad, pues otra parte se puede debilitar y por eso siempre se ordena descanso cuando hay una infección. Otro ejemplo es cuando comemos mucho, que nos sentimos pesados y somnolientos, pero es porque nuestra sangre se concentra en mayor cantidad en el estómago para hacer la digestión, y lo mismo cuando nos previenen de hacer un ejercicio después de una gran comida, ya que no vamos a ser tan efectivos. Y así funciona nuestro sistema inmunológico en un cuerpo sano, da una batalla a la vez.
La vacunación puede “educar” al cuerpo a reaccionar a ciertos patógenos y concentrarse en ellos, pero por hacer eso puede debilitarlo haciendo que no preste atención a otras enfermedades, como es el surgimiento de nuevas cepas, no solo en el caso de la covid, y como pasa con la vacuna de la gripe o influenza, que cada año tienen qué ver cuál de las cepas son más “peligrosas” y crear una nueva vacuna.
Hay diferentes tipos de vacunas que resumiré en otro artículo, pero gracias a esta pandemia, la primera que he vivido en mi vida, he tomado conciencia de algo que antes daba por sentado, algo que no cuestioné jamás, pero que bajo el paupérrimo manejo de esta epidemia, que ha evidenciado todas las debilidades y ha expuesto la interrelación tan estrecha entre la ciencia médica, la política y el dinero, da mucho qué pensar acerca de qué nos están poniendo en el cuerpo.