Que vivimos tiempos sin precedentes, no cabe ninguna duda. Un artículo reciente nos pone en conocimiento de las implicaciones de tanta locura reinante, en este caso, el transgenerismo y la violencia de género. Después de todo, un hombre que desea “transformarse” en mujer tiene que aceptar que se enfrentará a la mencionada violencia de género, pero ya no como hombre, porque un hombre sigue siendo hombre y la fuerza física de un hombre aún sigue siendo superior a la de la mujer, pues así lo estipula la biología y es una realidad que no podemos negar, con algunas excepciones que siempre confirman la regla.
¿Pero qué pasa cuando una mujer es la que quiere “ser” hombre?
Por ejemplo, en el caso de los deportes, el solo hecho de competir y tratar de ganarle a un hombre es casi imposible, pues aquí no hay para nada una competencia igualitaria. Me refiero a deportes de fuerza, no tanto a deportes como el tenis. Hay una lógica, porque en las olimpiadas u otros eventos deportivos, como los equipos de fútbol, no hay coparticipación entre los dos géneros. Hay ligas de hombres o de mujeres, o se compite en la categoría femenina o masculina, y ese género es el biológico, no la cantidad de cirugías u hormonas que una persona pueda tomar para terminar pareciéndose a nada.
Como bien sabemos las mujeres conservadoras, el feminismo es un invento masculino, ideología que se empaquetó bien y se le vendió a las mujeres de principios del siglo veinte y fue derivando en consecuencias nefastas, especialmente para las mujeres, como por ejemplo no tener ayuda alguna en la sociedad. El hombre puede negar responsabilidades hasta sobre sus propios hijos, pues ya no siente que tenga que ver mucho en la relación, por nombrar el primer ejemplo que se me viene a la cabeza después de ver tanta mujer criando solas a sus hijos y el grado de inmadurez del hombre joven moderno.
En 2014, el transgénero (hombre a mujer) Fallon Fox, “peleadora” profesional de lucha libre de la liga americana MMA, destrozó la cabeza de la oponente Tamikka Brent. Este es un ejemplo claro de las desventajas de esta mujer brutalizada por un oponente que al final del día es un hombre con fuerza de hombre. Otro ejemplo: este fin de semana en Polonia, durante una lucha libre de artes marciales, el hombre transgénero conocido como Mua Boy Lisowski hizo pulpa a su oponente, mujer real, Ula Siekacz, y la pelea tuvo que ser parada al minuto dos por el árbitro. La Federación Internacional de Artes Marciales condenó la pelea describiéndola ya no como un divertimento, sino como algo horrible.
En EE.UU., un miembro militar de las fuerzas especiales que se convirtió en uno de los primeros luchadores transgénero, y que pelea con el nombre de Alana McLaughlin, mandó a su oponente al hospital en un match en Miami, Florida, después de que la estuvo ahorcando por tres minutos de forma muy similar a unos de los métodos usados por los hombres en la violencia de género. La respuesta de Alana, que ha vivido como “mujer” solo los últimos cinco años, es que “los transfóbicos hacen mi brazo más fuerte”. Por supuesto, hace referencia al tuit del luchador en los medios y respeta el nuevo pronombre de su sexo recién adquirido, siendo sin duda parte del problema.
La sangre ha llegado al río para las mujeres deportistas, y para las mujeres en general la sangre ya hace rato que se sumergió en las aguas profundas del alma femenina. La única respuesta es seguir hablando la verdad, ya que la tolerancia siempre implica la aceptación de algo que no es bueno; así que no, no soy tolerante cuando veo las consecuencias de estos modelos que nos imponen o tratan de imponer a través de los medios de entretenimiento. Las mujeres tenemos que ser bien fuertes para poner las cosas en su lugar y no tener miedo ni dejarnos amedrantar por epítetos. Será así como la sociedad se beneficie grandemente de este tipo de mujeres, pues la moral de una sociedad está en las manos de la mujer, que es la mano que mueve la cuna, como el viejo adagio lo predica.