“Exilado de la tierra, nuestro Señor nace bajo la tierra porque el establo estaba en una cueva. Podemos decir que Él es el primer cavernícola en récord, y desde allí sacudió la tierra hasta lo profundo. Porque Él nació en una cueva, todos lo que desean verlo deben inclinarse, o arrodillarse, o agacharse, y esto es un signo de humildad. Los orgullosos se niegan a arrodillarse, por lo tanto, pierden lo Divino. Pero aquellos que doblegan sus egos para entrar en la cueva encuentran que no están para nada en una cueva, sino en el universo, en el universo donde se encuentra un bebé en el regazo de su madre, ¡el bebé que creó al mundo!”.
Estas palabras tan hermosas y dimensionales fueron expresadas en una Navidad en décadas pasadas por el arzobispo americano Fulton Sheen. Los seres humanos tenemos dos opciones: creer en Dios o creer en los hombres. Para la gente de Fe la respuesta es bien clara. Podemos también creer en los hombres que siguen a Dios, que realmente siguen a Dios, pero nuestra Fe es nuestra fortaleza, nuestro escudo. La gente de Fe nunca tiene miedo de morir o de enfermarse, o de ningún virus real o ficticio. Nuestra vista está concentrada en el Reino de los Cielos. En cambio, para los que siguen a los hombres, están sujetos a sus caprichos, a sus humores y a sus alianzas.
Dios se convirtió en humano, bajó a nuestro nivel en una misión de rescate, primero, del demonio, príncipe del mal y padre de todas las mentiras, ángel que está en la Tierra, su lugar de exilio junto con otros ángeles que también rechazaron a Dios. Segundo, a rescatarnos de nosotros mismos, de nuestras flaquezas, de nuestras imperfecciones, de nuestras faltas y pecados. Jesús es el que nos recordó que fuimos creados para ser “…perfectos como el Padre es perfecto”. En el diálogo bíblico, Pedro responde: “Maestro, eso es imposible”, a lo que Jesús le contesta: “Así es, para ustedes es imposible, pero para el Padre nada es imposible, confíen en Él”, lo que nos recuerda las palabras de Santa Teresa de Ávila: “Quien a Dios tiene nada le falta”.
No hay nada imposible para una persona de Fe, pero una persona de Fe no deposita su confianza en los hombres, sino que alza la vista a las alturas o busca al Niño en la cueva.
Lo que hemos vivido en los dos últimos años nos ha hecho percatar de lo que son capaces los hombres que están en control de nuestras vidas, hasta qué distancias llegan para que les obedezcamos y hasta han encontrado un arma perfecta: el miedo, pero el miedo masivo mundial. Verdad es que infundir miedo no es una práctica nueva ni excepcional, es bastante común si leemos la Historia, ¿pero usarla en este grado, en esta magnitud global? Casi escuchamos sus voces decir: ¡obedezcan!
Estos tiempos no son tiempos para las personas sin Fe, que no creen en un ser supremo que creó todo lo que existe, porque no sobrevivirán intactos si su Fe se basa en los hombres, hombres ambiciosos y egomaniáticos que quieren terminar con las dos terceras partes de la población en “pos de salvar al planeta”. Lo que no entienden estos sociópatas es que el planeta no tendría razón de ser sin la raza humana, y como dice el poeta: “que bella es una rosa, pero tanta belleza no existiría si no tuviera los ojos que la admiran”.
Por eso, mi saludo de fin de año es más una oración, una plegaria para que los hombres vuelvan a Dios, para que entiendan su propósito en el gran esquema de las cosas, para que dirijan sus ojos a las alturas y no se queden en lo inmediato, en lo pequeño. Para que se eleven y cumplan su destino en una sincronicidad perfecta con lo perfecto, que es el Alpha y el Omega, el principio y el fin, y que viajemos juntos a la eternidad. ¡¡Los mejores deseos del grupo Imperium News y muchas bendiciones!!