UNOS PERDIERON LA VIDA Y OTROS NO QUIEREN PERDER NI LA TRANQUILIDAD

Publicado en abril 02, 2022, 9:07 am

Días atrás, oteando las redes, nos encontramos con un comentario que decía lo siguiente:

Hoy, la fidelidad a la oración es aún más urgente. Desde luego, no encontraremos la paz delante de la televisión, ni navegando por internet, ni en interminables conversaciones con los demás. De hecho, a veces todo eso nos deja más intranquilos que antes. Sagrado corazón de Jesús: en vos confío. Dulce corazón de María: sé nuestra salvación.

La oración es el arma más potente de la que dispone un creyente. Hay que intensificar los rezos de oraciones como el rosario, orar como hacía aquel Peregrino ruso (libro escrito entre 1853 y 1861 y de los más populares del cristianismo ortodoxo, muy usado en la práctica contemplativa. Narra de forma autobiográfica el peregrinar físico a la vez que el itinerario espiritual para alcanzar el conocimiento de la oración interior continua de un peregrino anónimo), libro que no sabemos quién lo escribió. Hay que llevar una vida de sacramentos sin ignorar los que no nos apetecen (la confesión, por ejemplo), hay que recurrir a la misericordia divina a tiempo y a destiempo. No nos cabe la menor duda de que esto es así. Pero también hay que tener en cuenta una cosa: hay que aprovechar los frutos de la oración para dar la batalla cultural. Cito textualmente lo que dice Agustín Laje en su famoso libro La batalla cultural:

La batalla, en cambio, tiene tácticas, estrategias y liderazgos que se despliegan a corto, mediano y largo plazo; no se trata de fuerza desnuda, sino de la aplicación de la fuerza orientada cuidadosamente por la razón, que la economiza, la distribuye, la alista y la ejecuta de una u otra manera, previendo esto o aquello, en virtud de una u otra meta.

Se está refiriendo el autor a la batalla cultural que la nueva izquierda ha introducido en nuestras sociedades y que lamentablemente está ganando e imponiendo esa nueva cultura de la muerte, de la confrontación entre sexos y que está determinando una nueva concepción de la sexualidad humana y de la familia. En el comentario de su libro, arriba expuesto, Laje nos avisa que esta batalla está muy bien planificada, dirigida y no es un fruto descontrolado de unos pocos que no tienen rumbo y que además están patrocinados por poderes muy potentes.

En una entrevista en el programa La pausa, hacen a Laje la siguiente pregunta:

Con base en el extracto anteriormente citado de su libro, ¿qué papel ha jugado la Iglesia en esto? Porque vemos que esto no es algo que surgió de manera espontánea. Se viene trabajando desde hace mucho tiempo con tácticas y estrategias. ¿Qué papel juega la Iglesia?, ¿nos dormimos un poquito?

Laje contestó lo siguiente:

La batalla cultural no es una pelea de perros, no es un chispazo de agresión, no es un caos, un desorden. La batalla cultural es una cuestión pensada y organizada. Se establecen metas, se establecen tiempos y se despliega del corto al largo plazo. Yo creo que la Iglesia, al día de hoy, no ha elaborado su programa de batalla cultural. Ha estado como esa escaramuza de perros a la cual yo me refería anteriormente, siempre reaccionando y siendo muy poco proactiva. Ejemplo de esto es el pañuelo verde (se refiere a que simboliza la legalización del aborto, un vehículo para transmitir un mensaje que traspasa el idioma), los proaborto se lo pusieron, y nosotros, el azul (utilizado por quienes están en contra del aborto y se adhieren a la campaña “salvemos las dos vidas”). Siempre estamos reaccionando, no somos proactivos.

Laje pone el énfasis con el ejemplo de los pañuelos, en esa actitud de irle a la zaga a los que promueven la cultura de la muerte, en lugar de planificar estrategias propias. Dice también que la Iglesia ha caído en una trampa que él llama “ideología secularista”. Que un Estado laico es una cosa y una ideología secularista es otra. El Estado laico es aquel que no toma partido por ningún credo, pero la ideología secularista es otra cosa, es decirle a la persona de fe que es un ciudadano de segunda, que al tener fe no puede hablar de política. Como tiene fe está obligado a estar confinado en el templo y alejado de la política.

Lo triste es que no solo el Estado secularista es el que piensa así. Muchos miembros de la Iglesia comparten este pensamiento, que su misión es la oración y nada más. Prueba de ello es el comentario con el que arrancamos en este artículo:

Hoy, la fidelidad a la oración es aún más urgente. Desde luego, no encontraremos la paz delante de la televisión, ni navegando por internet, ni en interminables conversaciones con los demás. De hecho, a veces todo eso nos deja más intranquilo que antes. Sagrado corazón de Jesús: en vos confío. Dulce corazón de María: sé nuestra salvación.

La oración para el católico es la parte más importante, no ponemos ninguna objeción a ese detalle. Pero pensamos que hay que ver televisión para ver lo que se cuece, aun sabiendo que la manipulación es brutal. Pensamos también que hay que navegar por Internet porque la poca verdad existente se encuentra en las redes. Creemos también que hay que mantener conversaciones interminables para que al menos nuestro discurso no se borre de las mentes. La oración es la parte principal, como ya decíamos antes, pero no podemos aislarnos en ella y olvidarnos del mundo. Cierto es que la intranquilidad es fruto seguro del conocimiento real de las cosas, pero el mismo Jesucristo no se aisló en la oración exclusivamente para no perder esa “tranquilidad”.

Existe un famoso trípode que todo creyente tiene que llevar a cuestas como si fuese una máquina de fotografiar antigua: formación, oración y acción. Formarse en la espiritualidad, pero también en los avatares de la política y de los nuevos retos que afronta la vida (eutanasia, aborto, ideología de género, masonería, etcétera). Orar para ser efectivos y que la ayuda de Dios acompañe en todos los campos de batalla (evangelización, crecimiento espiritual, defensa de la fe, defensa de la vida, defensa de la familia, defensa de la verdad y entrenamiento apologético, algo, esto último, que se está extinguiendo). Y accionar en todos los campos, también en los que pueden quitar la paz y producir intranquilidad.

Ya no se puede nadar y guardar la ropa. Días atrás un famoso cantante español decíaque él “no estaba en contra de nada, pero que estaba a favor de la vida” (se refería al tema del aborto). Es muy difícil estar a favor de algo sin estar en contra de lo contrario a ese algo. No se puede estar a favor de la vida y no estar en contra de la muerte, no se puede estar a favor de un equipo de fútbol sin estar, de alguna manera, en contra del otro. Cuando dos ejércitos entran en combate es muy difícil estar a favor o combatir en uno sin estar en contra del otro. En este mundo estamos en guerra contra el mal, no se puede estar a favor del bien sin estar en contra del mal. Y no se puede ya ser creyente sin perder la tranquilidad. Si se está a favor de algo, no se puede no estar en contra de lo contrario para no perder la tranquilidad.

Sobra decir que los profetas del Antiguo Testamento no tuvieron una vida tranquila, que se enzarzaron en todo tipo de conversaciones y que sus palabras en la mayoría de las ocasiones no fueron políticamente correctas. Pero ellos no se pararon a pensar si la gente recibía su mensaje con agrado o no. Qué decir de los apóstoles, que casi todos murieron asesinados por hablar a tiempo y a destiempo (no parece que muriesen con tranquilidad, sino todo lo contrario). Qué decir de Jesucristo que no parece que estuviese muy tranquilo (sino todo lo contrario) cuando se rebeló contra los mercaderes en el templo. Qué decir de la forma en que murió. Y qué decir de sus palabras:

He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo! Con un bautismo tengo que ser bautizado, ¡y qué angustia sufro hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? No, sino división. Desde ahora estarán divididos cinco en una casa: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra su nuera y la nuera contra la suegra.

En nuestros días es necesario estar en el mundo sin ser del mundo. Eso significa estar en Internet, ver la televisión (obviamente, para conocer al enemigo, no para creerlo) y perder la tranquilidad cuando las circunstancias lo requieran. Pero eso sí, pensando que sin oración la batalla está perdida. Si Dios no construye la casa, en vano se cansan los albañiles. Pero si los albañiles esperan que la casa la haga Dios solo, apañados están.

Ver entrevista Agustín Laje. Minuto 29.

Corresponsal de España

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