El interrogante se plantea en modo esperanza, es decir, se enuncia bajo la ilusión de que el tiempo y las circunstancias arrojen una respuesta negativa a la terrible pregunta, pues la teoría y el discurso con el que el candidato de izquierda ¿radical?, Gustavo Petro, alcanzó la toma democrática del poder, de acuerdo con los resultados oficiales sospechosamente maratónicos de las urnas hace algo más de una semana, reflejan unas tesis y unos postulados de corte socialista. Y eso no es un secreto, por más que el candidato jamás haya manifestado durante su campaña que su proyecto de Gobierno es comunista. Algo así como el Maligno, que su mejor estrategia es hacer creer que él no existe.

Ha sido un año y un día histórico para Colombia teniendo en cuenta el cambio de rumbo que tradicionalmente ha transitado la democracia en Colombia, entre la derecha y la centro-derecha política ejercida por gobiernos liberales y conservadores durante varias décadas de nuestra historia reciente. Ahora, este giro a la izquierda social-comunista plantea más interrogantes y temores que soluciones en más de la mitad de la población, pues la otra parte de ella ha celebrado de manera entusiasta, y yo agregaría que de manera ingenua e ilusa, el triunfo de este modelo de gobierno.

Es absolutamente inexplicable que teniendo a la vista ejemplos cercanos de países que han sucumbido ante esta desafortunada y desprestigiada opción política del socialismo, no se haya concluido por simple sentido común que la posibilidad de fracaso para nuestro país es tan evidente como la de una ficha de dominó que cae empujada por la otra ficha que cayó detrás suyo. ¿Qué les hace pensar a muchos que aquello que no ha funcionado bien en varios países de la región sea diferente para Colombia? Además, ¿por qué un exguerrillero, secuestrador y terrorista, convertido luego en pésimo alcalde de Bogotá y más tarde en corrrupto senador logra atraer tantos votantes? Tal vez un profundo estudio psico-sociológico del manejo y comportamiento de las masas pueda darnos una respuesta. O bien, puede también intentarse una respuesta a través de la simple observación de los hechos históricos y de actualidad de un ciudadano de a pie como el que ahora escribe.

Entonces, ¿por qué ganó el exguerrillero Gustavo Petro las elecciones en Colombia? Existen razones de todo tipo, desde las más evidentes hasta las más ocultas, como son las que se plantean a continuación. La que nos atrevemos a calificar como la principal causa de su triunfo es la de un trabajo quirúrgico y paciente de adoctrinamiento marxista a los niños y jóvenes en colegios y universidades desde hace décadas, trabajo que infortunadamente incluye a una gran parte de los mismos docentes. Por otro lado, es innegable que una porción importante de la población que históricamente se ha sentido marginada y desprotegida, tanto en las grandes ciudades como en las zonas más apartadas del país, acudió masivamente a votar por quien ella cree que será su salvador y que por fin saldrá de su pobreza y del ya tradicional olvido de los distintos gobiernos. Si esta ilusión, muy válida, estuviera secundada por planes de gobierno reales, sinceros y realizables, de solución a su desventurada situación por parte de su candidato, pues bienvenido fuera Petro a la presidencia de Colombia. Pero se equivocan, pues la ingenuidad, como fruto de la ignorancia y la desesperanza, no le permite a esa población ver más allá de sus narices y descubrir sin mayor discernimiento que, casi sin dudarlo, su situación socio-económica terminará peor de lo que ya es a consecuencia de un Gobierno socialista que, si bien, promete igualar a todos, los igualará a su mismo nivel, es decir, el de pobreza.

Los anteriores argumentos explican el grueso de las votaciones de la izquierda petrista, y podríamos afirmar que son incuestionables, mas el número de votos a causa de estos no fueron lo suficientemente numerosos per se para declarar un triunfo de su candidato. La diferencia de votos con su contendor ronda apenas los 700.000, mientras que en la primera vuelta presidencial el izquierdista superó con cierta ventaja a ese mismo contrincante, toda vez que los votos antipetristas estaban divididos principalmente en cabeza de 2 candidatos, uno de centro derecha (Federico Gutiérrez) y otro de ¿centro izquierda? o, mejor dicho, sin espectro político definido (Rodolfo Hernández, segundo en votación), votos que fueron unificados de manera directa en la segunda vuelta buscando casi desesperadamente derrotar al peligroso candidato de izquierda, más que avalar las propuestas del novel pero ya casi anciano candidato opositor de Gustavo Petro.

Otros argumentos que, para ser objetivos, deben plantearse de manera interrogativa, a pesar de que muchos estemos convencidos de que son reales más que hipotéticos, son los siguientes: en las elecciones presidenciales de hace 4 años y en la primera vuelta de las elecciones de 2022, Gustavo Petro obtuvo una votación muy similar (entre ocho millones y ocho millones y medio), ¿cómo se explica que en el corto periodo de unos 40 días transcurridos entre las dos vueltas presidenciales de 2022 haya sumado la sorprendente cantidad de cerca de tres millones de votos adicionales?, ¿de dónde salieron tantos y en un plazo tan corto? ¿Por qué se utilizó el software de la firma Indra para el conteo de votos, herramienta ya conocida por resultados fraudulentos en otros países? ¿Por qué la Registraduría, ente encargado del manejo de las votaciones, no contrató una auditoría internacional para el proceso de votación?, ¿qué ocultaban? ¿Por qué su director, el Registrador, que fue seriamente cuestionado por fraude, favoreciendo al partido de Petro en las elecciones legislativas de marzo, previas a las presidenciales, no fue investigado, sancionado y/o destituido para neutralizar el manto de duda que caía —y aún cae— sobre él? 

Podríamos enumerar más razones, todas ellas cuestionando la transparencia del triunfo del candidato de izquierda, pero sería muy extenso y de más difícil sustentación. Ellas incluyen a la creciente pérdida de valores religiosos, morales y sociales de una parte de la población, al mismo George Soros, a rituales de brujería, a financiación desde Venezuela, a votos en cabeza de ciudadanos fallecidos y de jóvenes que recién cumplieron su mayoría de edad pero que aún no habían reclamado su documento de identificación, a votos previamente marcados en las mesas de votación, etcétera.

Todo lo anterior ha sido ampliamente conocido y debatido por una parte de la prensa y por la opinión pública. No obstante, podemos considerar que hay una razón de fondo, un hilo conductor detrás de todas estas circunstancias y que a casi nadie se le ocurre pensar ni mencionar: la masonería internacional cumpliendo directa o indirectamente su papel como obediente mandante del “Gran Arquitecto Universal”: Lucifer. He ahí el fondo y la raíz del asunto, lo cual nos permite afirmar con convicción que Gustavo Petro no ganó limpiamente las elecciones presidenciales y que Colombia cayó en el comunismo, no por azar ni por voluntad democrática de una mayoría de ciudadanos, sino porque ello hace parte de un plan macabro orquestado por el Foro de Sao Paulo. Y dentro de ese plan a Colombia le tocaba el turno de ser dirigida por un presidente comunista para fortalecer un bloque sólido de izquierda en Latinoamérica.

En todo caso, Dios es más grande y más fuerte que cualquier poder maligno, terrenal y sobrenatural, y por eso será a Él a quien debemos encomendar nuestro país, que aún conserva fuertes raíces cristianas. Y de esta manera, con la fuerza de la fe y la oración y gracias a la virtud teologal de la esperanza, hacer que la respuesta al interrogante que titula el presente artículo sea que, final y felizmente, el comunismo no pudo apoderarse de Colombia. Que Dios y la Virgen nos amparen.

Corrector de Imperium News

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