En este artículo, intentaremos desarrollar una comparativa entre como dar a un niño la mala noticia de la muerte de un familiar cercano, y como acompañar a una persona homosexual en su camino de conversión hacia la Fe.
Nos vemos obligados a abordar este tema, tras constatar que muchos católicos que se han visto inmersos en casuísticas de este tipo, por no saber cómo afrontarlas, en muchas ocasiones y sin mala intención, no han sido capaces de alinearse con la doctrina del catecismo de manera pública, por miedo a hacer daño a la persona homosexual que estaban frecuentando o acompañando. Hemos escogido el tema de la muerte, por tener muchas similitudes con el acompañamiento a un homosexual. Es decir: que es duro y delicado, muchas veces, decir la verdad.
Explicar la muerte a un niño: ¿Cómo abordarlo?
1. Comunica la noticia lo antes posible y de forma clara
Uno de los errores que solemos cometer algunos padres es querer evitar que nuestros hijos pasen por una situación dolorosa. Para ello, hay que discernir entre sí estamos queriendo evitar el dolor de los niños o, por el contrario, no somos capaces de enfrentarnos a la ansiedad que nos genera la situación.
Otros de los grandes fallos que cometemos es mentir a los niños y demorar decirles que un ser querido ha muerto, ¿cómo puede afectarles? La muerte puede repercutir en la confianza que como hijos depositan en los padres, puesto que tarde o temprano lo sabrán.
De la misma manera que en la mente de ningún padre, esta la idea de hacer daño al niño, en la mente de ningún católico serio, se encuentra la idea de hacer daño a ningún homosexual. Y como menciona muy bien el enunciado anterior, habría que analizar muy bien si lo hacemos por el niño, o por la ansiedad que nos puede llegar a crear enfrentar la situación. Pues lo mismo con el homosexual.
En segundo lugar, y tal como menciona el anterior enunciado, podemos cometer el error de postergar demasiado la verdad de la situación, y hacer mucho hincapié en las bondades de Dios y su infinita misericordia, sin llegarle a comentar a la persona homosexual que las prácticas homosexuales son pecaminosas y desordenadas. Esto es un error gravísimo, porque podría entender que la doctrina acepta dichas prácticas y en lugar de evangelizar se estaría fomentando el error. Y como bien se explica en el caso de la muerte; más tarde o más temprano conocerá lo que determina la doctrina, y pensara que ha sido engañado o manipulado.
Son muchos, los que mencionan asiduamente el pasaje de la adultera del Evangelio, resaltando la bondad de Jesús, que no la condenó. Pero muy pocos son, los que son fieles en mencionar como acaba ese pasaje. Jesús, aún no habiéndola condenado, no se exime de la responsabilidad de hacerle ver, que aunque los que querían apedrearla estaban haciendo mal, ella también había pecado “vete y no peques más”.
Si bien es cierto que muchos cristianos homosexuales han sido heridos por personas de la iglesia y, si bien es cierto que a menudo se ha fracasado miserablemente en alcanzar con compasión a las personas homosexuales, la mayor expresión posible de amor es decirle a la gente la verdad de Dios, sabiendo que sus caminos son mejores.
Para un católico practicante (entendiendo practicante como aquel católico que conoce la doctrina e intenta llevarla a acabo), la verdad de Dios, es la verdad del Catecismo. El Catecismo de la Iglesia católica , o catecismo universal, cuya versión oficial fue publicada en 1992, contiene la exposición de la Fe, doctrina y moral de la Iglesia católica, atestiguadas o iluminadas por la Sagrada Escritura, la Tradición apostólica y el Magisterio eclesiástico. Excelente tratado de teología dogmática, fruto de veinte siglos de vida e investigación teológica cristiana. Por lo que es considerado como la fuente más confiable sobre aspectos doctrinales básicos de la Iglesia católica. El Catecismo dice lo siguiente sobre la homosexualidad:
2357 La homosexualidad designa las relaciones entre hombres o mujeres que experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante, hacia personas del mismo sexo. Reviste formas muy variadas a través de los siglos y las culturas. Su origen psíquico permanece en gran medida inexplicado. Apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves (cf Gn 19, 1-29; Rm 1, 24-27; 1 Co 6, 10; 1 Tm 1, 10), la Tradición ha declarado siempre que “los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados” (Congregación para la Doctrina de la Fe, Decl. Persona humana, 8). Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso.
2358 Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas. Esta inclinación, objetivamente desordenada, constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición.
2359 Las personas homosexuales están llamadas a la castidad. Mediante virtudes de dominio de sí mismo que eduquen la libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana.
Por lo tanto, existe la obligación de manejar los dos conceptos básicos con mucha claridad y sensibilidad: no dañar a la persona, y no faltar a la verdad. Tan importante el primero como el segundo.