En este artículo nos proponemos hacer un pequeño análisis de cómo deben acercarse a la Iglesia las personas que tienen algún tipo de dificultad para recibir los Sacramentos: divorciados vueltos a casar, homosexuales que no viven en castidad, etcétera. Lo haremos bajo el telón de fondo del pasaje evangélico de la siro-fenicia, cuya hija estaba poseída y rogaba a Jesús por su sanación. El pasaje en cuestión (Marcos 7, 24) dice lo siguiente:

Y partiendo de allí, se fue a la región de Tiro, y entrando en una casa, quería que nadie lo supiese, pero no logró pasar inadvertido, sino que, enseguida, habiendo oído hablar de él una mujer cuya hija estaba poseída de un espíritu inmundo, vino y se postró a sus pies.  Esta mujer era pagana, sirofenicia de nacimiento, y le rogaba que expulsara de su hija al demonio.  Él le decía: «Espera que primero se sacien los hijos, pues no está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos».  Pero ella le respondió: «Sí, Señor; que también los perritos comen bajo la mesa migajas de los niños».  Él, entonces, le dijo: «Por lo que has dicho, vete; el demonio ha salido de tu hija».  Volvió a su casa y encontró que la niña estaba echada en la cama y que el demonio se había ido.

Este pasaje evangélico ha escandalizado a más de uno por la postura inicial de Jesús, respecto a una “pobre mujer extranjera”. La mujer pide, a gritos, compasión. No la pide para ella. Pero es madre y tiene una hija poseída por un demonio. En un primer momento, Jesús no le hace caso, no la escucha. Solo lo hace cuando los apóstoles le piden que la atienda porque va molestando a todos con sus gritos.

Jesús no usa propiamente la palabra “perro”, usada por los judíos para designar a los paganos, sino la más familiar de “perrito”, como una mascota doméstica. Así atenúa la fuerza despectiva de la palabra “perro”. Hay que tener en cuenta que hay una gran diferencia entre la idea de perro que tenían los judíos (manadas de perros salvajes) y la connotación que Jesús quiere hacer ver con la palabra “perrito”.

Las mascotas son parte de la familia, tienen su comida especial, disfrutan de privilegios que se les niegan a otros animales. De hecho, la cananea no se sintió insultada, sino que se aprovecha de esa comparación para continuar con su petición.

Imaginemos por un momento y extrapolemos esta situación al caso de los divorciados vueltos a casar por lo civil. Ellos están fuera de la comunión, es decir, no pueden comulgar, ya que la doctrina es clara sobre este particular. Imaginemos que una persona que vive bajo esta circunstancia necesita el favor de Dios. Al vivir bajo esa estructura de pecado, y no estar en gracia, parecería que Dios no la pueda escuchar. La Iglesia no es un museo de santos, es más bien un hospital de pecadores.

Como en cualquier hospital se intenta curar a todo el mundo, tengan lo que tengan y padezcan de lo que padezcan. Pero no todo el mundo dentro de un hospital puede comer de la misma manera. Los que padecen diabetes no pueden tomar comidas con azúcar, los hipertensos no podrán comer alimentos con sal y los que solo tienen un hueso roto podrán comer normalmente.

Una persona divorciada y que volvió a casarse, ¿puede recibir la Comunión sacramental?

Cualesquiera que sean sus intenciones subjetivas, una persona notoriamente divorciada y vuelta a casar civilmente se encuentra objetivamente en estado de “pecado grave manifiesto”, no pudiendo, por tanto, recibir la Sagrada Eucaristía (Código de Derecho Canónico, No. 915). Si lo hiciere, por ser público su pecado, ella unirá el sacrilegio al escándalo.

“Si los divorciados se vuelven a casar civilmente se ponen en una situación que contradice objetivamente a la ley de Dios. Por lo cual no pueden acceder a la comunión eucarística mientras persista esta situación y, por la misma razón, no pueden ejercer ciertas responsabilidades eclesiales. La reconciliación mediante el sacramento de la penitencia no puede ser concedida más que aquellos que se arrepientan de haber violado el signo de la Alianza y de la fidelidad a Cristo y que se comprometan a vivir en total continencia” (Catecismo de la Iglesia Católica, No. 1650).

¿Está “excomulgada” y, por tanto, fuera de la Iglesia una persona divorciada y vuelta a casar?

Una persona divorciada y vuelta a casar no pierde su condición de bautizada, sino que continúa siendo miembro de la Iglesia, cuyos preceptos —como la Misa en los días debidos— está obligada a observar. Por el contrario, lejos de abandonar tal persona en la soledad, la Iglesia la incentiva a frecuentar su vida y a usar los medios de salvación que pueda recibir para purificarse y volver a la amistad de Dios. Por supuesto que no está excomulgada. La excomunión es algo distinto que se aplica a muy pocos pecados y muy graves, y, además, cuando la persona sabe que tendrá esa consecuencia. ¿En qué consiste la excomunión? En que queda fuera de la comunidad católica y no puede recibir ningún Sacramento. Para recibir el Sacramento de la confesión el sacerdote, primero le tiene que levantar la excomunión y recién puede ser absuelta. No es el caso de las personas que no están casadas sacramentalmente.

Los divorciados vueltos a casar, a pesar de su situación, siguen perteneciendo a la Iglesia, que los sigue con especial atención, con el deseo de que, dentro de lo posible, cultiven un estilo de vida cristiano mediante la participación en la santa Misa —aunque sin comulgar—, la escucha de la Palabra de Dios, la Adoración eucarística, la oración (…) la entrega a obras de caridad, de penitencia y la tarea de educar a los hijos.” (Benedicto XVI, Sacramentum Caritatis, Exhortación Apostólica, 22/2/2007, No. 29).

Es decir, existen circunstancias donde no se puede comulgar, pero, como en el caso de la cananea, se pueden (y se deben) aprovechar esas “migajas” o grandes beneficios que la Iglesia sigue ofreciendo a quien no puede comer directamente de la mesa. Obviamente, esto requiere de una humildad como la que demostró la mujer de la parábola. La mayoría de los creyentes se han visto alguna vez obligados a comer esas “migajas”, que no son tan migajas, sino que son grandes ayudas del Cielo. Casi todo el mundo ha padecido esta circunstancia alguna vez en su vida por unas razones o por otras. La Iglesia acoge a todo el mundo, pero, como en el caso de los hospitales, no puede dar el mismo tratamiento a todo el mundo. Con esto NO discrimina, protege a todos, pero de manera distinta.

Bien entendido, este pasaje no se debería tomar de manera peyorativa, sino que es una prueba de cómo un acto de fe y humildad puede superar a una situación de pecado.

Hay otro pasaje muy célebre, el del centurión romano, donde Cristo actúa de la misma manera que con la siro-fenicia. En el caso de esta, Jesús se siente más conmovido por su fe que por su pecado, rematando la conversación con las palabras: Por lo que has dicho, vete; el demonio ha salido de tu hija. En el caso del centurión actuó de manera idéntica:

Al entrar en Cafarnaúm, se le acercó un centurión y le rogó diciendo: «Señor, mi criado yace en casa paralítico con terribles sufrimientos».  Dícele Jesús: «Yo iré a curarle».  Replicó el centurión: «Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano.  Porque también yo, que soy un subalterno, tengo soldados a mis órdenes, y digo a éste: “Vete”, y va; y a otro: “Ven”, y viene; y a mi siervo: “Haz esto”, y lo hace».  Al oír esto, Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían: «Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie una fe tan grande. Y os digo que vendrán muchos de Oriente y Occidente y se pondrán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el Reino de los Cielos, mientras que los hijos del Reino serán echados a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes».

En este caso, no se pronuncia la palabra “perrito” por ninguna parte, pero se ve claramente que es la misma situación. A las palabras de Jesús: Y os digo que vendrán muchos de Oriente y Occidente y se pondrán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los Cielos,  mientras que los hijos del Reino serán echados a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes, el que escribe agregaría: porque… Muchos primeros serán últimos y muchos últimos, primeros.

El centurión expresó dos cosas muy importantes: la primera, que no estaba en gracia y que Jesús no podía entrar en su casa (y Jesús, sin entrar en su casa, llevó a cabo el milagro). En segundo lugar, mostró una fe a prueba de bombas, más que muchos practicantes de la doctrina. Es decir, ese hombre era consciente de su pecado. A pesar de eso, mantenía su fe. Y su profunda humildad conmovió al propio Dios. Exactamente como en el caso de la cananea. También podríamos analizar el episodio del buen ladrón, pero ya alargaríamos mucho este artículo.

Podemos concluir sacando algunas ideas:

  • La misericordia de Dios es más grande que nuestros pecados.
  • La humildad es capaz de arrancar las mayores misericordias de Dios.
  • La fe mueve montañas.
  • La Iglesia no es un museo de santos, sino un hospital de pecadores.
  • La Iglesia acoge a todos sin contemplaciones (pero de manera distinta a cada uno), porque no hay que olvidar que es MADRE, pero también MAESTRA.
  • Cuando Dios cierra una puerta, siempre abre una ventana.
Corresponsal de España

Corresponsal de España

Leave a Reply

  • (no será publicado)