En un tiempo en que el ejercicio del periodismo se basa en un noventa por ciento en opinión, la verdad se acurruca en los rincones. Yo desfavorezco el periodismo de opinión, cosa que no significa que no tenga mi opinión de las cosas, pero, como generalmente resulta, a medida que nueva información sale a la luz nuestras opiniones pueden o deben cambiar irrevocablemente.
Prefiero, en el ejercicio de mi profesión, informar lo que está pasando en el mundo y especialmente en EE.UU., aunque no es fácil dicho ejercicio porque incluye un tiempo importante en discernir lo que realmente son hechos de lo que es propaganda. Muchas noticias tienen algo de real, parten de un hecho, pero la interpretación puede variar de acuerdo con el centro de noticias que la transmite. Ser ciento por ciento objetivo no es realista, nadie puede decir que es ciento por ciento objetivo, pues consciente o inconscientemente uno tiene sus parcialidades, todos las tenemos, y el conocerlas hace que podamos ser mejores en nuestra profesión.
El periodismo tradicionalmente ha sido más que reportar, también se dedica a investigar e identificar las secuencias de hechos que llevan a descubrir la verdad. Y, personalmente, yo prefiero darles los hechos para que ustedes aten los cabos o saquen sus propias conclusiones y formen su propia opinión. Es común repetir la opinión de los demás y todo termina siendo acerca de lo que alguien dijo, pero no de lo que pasó, entonces decimos: “Menganito dijo que le parecía…” o “las noticias dicen que hubo sabotaje”, ¿pero qué sabemos del hecho? ¿Hubo sabotaje realmente? ¿Cuántas noticias son desmentidas y aclaradas en el periodismo de hoy en día? Reportar es muchas veces usado para la destrucción de reputaciones o fuentes fidedignas, fuentes que todavía están al servicio de la verdad, aunque sean pocas, y aun más en esta época sabemos lo importante que son, tanto es así que la población se volcó a otros medios alternativos para saber lo que realmente estaba pasando.
Muchas cosas se han especulado en los últimos dos años acerca de la “pandemia”, ¿pero con que nos hemos quedado? ¿Cuáles son las secuelas de las medidas tomadas? Porque las secuelas de un virus son fáciles de ver, la gente se enferma y dos cosas pueden pasar: se sanan o perecen, pero creo que es importante que la gente aprenda de esta experiencia para prepararse para el mundo por venir, el mundo postpandemia. Por eso me voy a referir al manejo de la pandemia, que tiene mucha más significancia y trajo consecuencias devastadoras para la mayoría de los sectores de la población mundial, aparte de que ha demostrado cómo la gente reacciona cuando tiene miedo, cómo son capaces de renunciar a todos sus derechos por “protección” (ejemplo válido si fuéramos parte de un experimento de ingeniería social) y cómo prefieren creer en alguien en posición de poder que en su propia razón, sentido común e instinto.
Varias lecciones que aprender aquí. Un pequeño grupo de personas en posiciones de poder se ponen de acuerdo y pueden con ciertos métodos controlar a la mayoría de la población mundial (algo, de por sí, tremebundo), y el medio principal que usan para la difusión de estas indicaciones es la tecnología, así como los medios de comunicación y el alcance, no solo de nosotros sino contra nosotros, a través de nuestros celulares: “Estamos todos conectados, qué maravilla”; bueno, no todo lo que reluce es oro, como llega lo bueno, llega lo malo; esta pandemia mundialista no podría haber sido puesta en ejecución sin la tecnología que tenemos ahora. No menciono al virus por la simple razón de que un virus puede ser controlado a nivel local, como ha sido en el pasado, a nivel de ciudad o a nivel de país, como lo vemos en la historia. Para mí siempre fue muy obvio que esto no era acerca del virus por la simple razón de que cualquier alternativa que se apartara de la narrativa establecida era negada, cancelada o rechazada, y cualquier médico que quería intentar un tratamiento diferente lo acallaban, mientras los pacientes seguían muriéndose, perdido por perdido y en la ignorancia. ¿Por qué no tratar de curar a los pacientes con otros métodos aunque no estuvieran dentro de los “protocolos”? Esto nos dice a las claras que no era acerca de salvar la vida de los enfermos a toda costa, más bien que todos siguieran un guion escrito por alguien, y lo que sorprende es que absolutamente todos los países, salvo pocas excepciones (de las que casi no se ha hablado), todo el mundo repetía las mismas cosas, cuando sabemos fehacientemente que lo que funciona en un lado puede que no funcione en otro porque los hospitales no están todos equipados igual y tampoco el acceso es el mismo o la capacitación idéntica, y principalmente que los países deberían tener libertad de copiar o crear sus propias soluciones que se adapten más a sus necesidades. Sí, es verdad que se insistía que los países más pobres tuvieran acceso a las vacunas primero, y como dijo el presidente de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, “no me vacunaré hasta que los hermanos de mi país puedan vacunarse”; según él, en solidaridad, pero yo creo más bien que él no veía la urgencia o la peligrosidad del virus ni se ha reportado que se haya vacunado (lo que me recuerda: “Haz lo que yo digo pero no lo que yo hago”) y no es que nadie le ha preguntado, aunque la presión hizo que algunos líderes globalistas se “pusieran” la vacuna en la tele, porque si aparece en la tele debe ser verdad.
Todos los gobiernos tenían que seguir al pie de la letra lo establecido por una organización mundial y no existía espacio para disentir, ni se lo permitía, ni se lo aceptaba, ¿entonces creen que realmente se trató de la preocupación por salvar vidas? En los EE.UU. tenemos ya tratamientos para su cura, nadie muere de SARS-Cov-2 más. Se continúan enfermando, pero como dijo el Dr. Faucci: “La vacuna será como la vacuna de la gripe y así será considerado este virus de ahora en adelante”.
¿Se imaginan después de todo lo que pasamos? Acá no pasa nada, vuelvan a sus casas y continúen con sus vidas. Claro, sí, ¡ya mismo! Veremos con qué gran evento aparecen en el futuro.