Hace cincuenta años hubiesen parecido demenciales muchas de las cosas que tenemos la desgracia de presenciar hoy en día. Las ideologías pretenden cambiar la gramática, la historia, el matrimonio y hasta la ley natural. A los nuevos ideólogos de género ya no les interesa la realidad, y por eso rehúyen toda confrontación con ella. Les gustaría sustituirla por la interpretación que ellos hacen y que quieren imponer a todo el mundo, y lo están consiguiendo.
Veamos, por ejemplo, la definición que hace Agustín Laje (coautor, junto a Nicolás Márquez, de El Libro negro de la nueva izquierda) de la ideología de género:
Es un conjunto de ideas anticientíficas que con propósitos autoritarios desarraigan de la sexualidad humana su naturaleza y la explican exclusivamente, o tienden a explicarla exclusivamente, a partir de la cultura, de modo de presentar al ser humano en sus términos sexuales como un sujeto culturalmente construido que es fácil de ser deconstruido; entonces la política atendría la misión de deconstruir esa sexualidad para devolvernos una suerte de Estado de página en blanco, una suerte de tabula rasa, a partir de la cual nosotros, a través de nuestra autopercepción, podemos inscribir ontológicamente nuestra identidad, nuestra realidad pasa a ser un producto de nuestra percepción.
La verdad ya no es referencia para guiar a las sociedades, la ciencia no es la piedra angular sobre la que se construye la realidad. Los que condenaban a la Iglesia por el caso de Galileo (falsamente por cierto, ya que la historia no fue como la cuentan) están haciendo barbaridades mayores que las que le reprochan a la Iglesia en el caso de Galileo. Las ideologías se construyen por puro capricho o por interés sin tener en cuenta si lo que se postula es falso, eso no tiene ninguna importancia. A todo científico que discrepe se le expulsa o cancela. Y todo esto amparado y apoyado por los gobiernos con leyes que dejan en pañales a las de muchas dictaduras declaradas. Francamente, son tiempos diabólicos porque nunca se ha visto más clara la respuesta del “Non serviam” (no serviré). No sirven a la verdad, ni a la ciencia, ni a la lógica, ni a la justicia. El hombre se ha revelado contra la Ley Natural, es decir, contra Dios. Esto es, lo hacemos porque nos da la gana sin tener en cuenta ningún otro parámetro.
Nicolás Márquez cuenta que en una visita que hizo a su médico para una revisión le preguntó que cómo actuaria él con alguien que fuese a verlo para amputarse un brazo sano. El interés del paciente por amputarse el brazo sería debido a que no lo sentía como parte suya. El médico le respondió, con toda seguridad, que enviándolo al psiquiatra. Nicolás le replicó que si haría lo mismo con alguien que le demandara amputarse el pene. El médico contestó que no. Nicolás insistió preguntándole: ¿No se da el mismo fenómeno en ambos casos? A lo que el médico replicó: no, porque en el caso del pene me quitarían la licencia. Es decir, que la diferencia consistía exclusivamente en que estaba penado, que no hay ninguna lógica científica en hacer diferencia entre un caso y otro.
Pero hablando de no reconocer un miembro del cuerpo como propio, tocaremos un poco ese asunto.
Existen personas que padecen trastorno de identidad de la integridad corporal. El trastorno de identidad de la integridad corporal o BIID, por sus siglas en inglés (Body Integrity Identity Disorder) es un desorden psiquiátrico a causa del cual la persona que lo padece sufre de una imperiosa necesidad o deseo de amputarse algunas zonas o extremidades sanas de su cuerpo. Experimentan la sensación de que ciertas partes de su cuerpo no les pertenecen, las sienten ajenas a ellos y esto les provoca un gran malestar.
Este desorden tiende a manifestarse ya en edades muy tempranas durante las cuales los niños tienden a imaginar que les falta o desaparece alguna parte de su cuerpo. Nos hacemos eco de una entrevista que Charlotte Yates (en la página VICE) le hace a una persona que padece este desorden:
VICE: Hola, John, ¿podrías decirme qué extremidad se vio afectada por el BIID?
John: Me molestaba mi pierna izquierda debajo de la rodilla. Me di cuenta de que quería amputármela cuando era apenas un adolescente. Fue un descubrimiento muy extraño, aunque, pensándolo bien, recuerdo que cuando era niño jugaba a que no tenía una pierna.
—¿Qué te molestaba de tu pierna? —————————————————
—No sé cómo describirlo. Es como si no formara parte de mi cuerpo. Cada paso que daba me sentía extraño. Hasta estar sentado era raro. A veces me distraía y se me olvidaba, pero apenas terminaba lo que estaba haciendo, regresaba esa sensación. Había épocas en las que no me molestaba tanto y otras en las que era insoportable. Llegué a creer que era el único que se sentía así hasta que un día encontré un par de grupos en Yahoo y me sentí un poco más tranquilo al saber que no estaba solo. Aunque eso no me quitó la espinita de la amputación.
—¿Pero cómo te sentías el día que por fin lo hiciste? ¿Estabas nervioso?
—Estaba súpernervioso. Lo único en que podía pensar era en las tres docenas de perdigones de plomo que iban a entrar a mi pierna. Estaba tan nervioso que casi vomito, pero sabía que era la oportunidad para eliminar mi malestar, así que decidí contar hasta tres y hacerlo. Después, cuando ya estaba hecho, sentí un alivio increíble. Al fin se había ido. Al fin era libre.
—¿No extrañas tu pierna? —————————————————————
—A veces. Aunque no sé si es porque en serio la extraño o solo porque me recuerda que estoy loco. Cada que dudo haber tomado la decisión correcta, solo recuerdo el malestar que me causaba, y listo. Con eso basta para confirmar que hice lo correcto.
—Casi nadie quiere hablar sobre este trastorno. ¿Por qué aceptaste compartir conmigo tu experiencia?
—No soy el primero que se amputa solo y estoy seguro de que tampoco voy a ser el último. El problema es que la sociedad debería aceptar más a los que padecen BIID para que puedan buscar ayuda y no tengan que sufrir. Por eso quise hacer pública mi historia.
Leyendo esta entrevista, al que escribe le vino a la cabeza la célebre frase de Terencio: Homo sum, humani nihil a me alienum puto (Nada humano me es ajeno). No pueden sernos ajenos estos fenómenos, y llama la atención lo que dice el mismo John: “A veces. Aunque no sé si es porque en serio la extraño o sólo porque me recuerda que estoy loco”. Al parecer, tiene conciencia de su desequilibrio.
En esta línea, determinar si la amputación debería de ser realizada o no, es una cuestión que crea un significativo dilema ético-médico. Algunos médicos (por ejemplo, el Dr. Robert Smith, en 2000) han optado por hacer la amputación, mientras que otros se muestran totalmente en contra de la práctica. Así pues, existen argumentos que respaldan este tratamiento y otros que, por el contrario, se oponen.
No sería de extrañar que, en un futuro, aplicando los mismos razonamientos que se aplican desde la ideología de género, se llegue a actuar en estos casos como se hace con dicha ideología, es decir, respetando la autopercepción de la persona y su derecho a decidir con su cuerpo. Según la ESI (derecho a la Educación Sexual Integral) existen 112 géneros posibles. Dejamos enlace a la lista de estos.
La Organización Mundial de la Salud ha publicado la nueva edición de su manual de enfermedades que saca la transexualidad del capítulo de trastornos y pasa a formar parte de un epígrafe denominado “condiciones relativas a la salud sexual”. Se trata de un avance (según ellos, claro) en el camino de la despatologización de la transexualidad, aunque pasa a llamarla “incongruencia de género”. Existen muchos casos ya de transexuales que se arrepienten de haberse mutilado, como es el caso de Sandra Mercado.
Sandra Mercado tiene 35 años (al día de hoy algunos más) y vive en Castellar del Vallés (Barcelona). Nació hombre (y lo será siempre) y en plena adolescencia se empezó a sentir mujer, y comenzó con el proceso de cambio de sexo. Le practicaron una vaginoplastia y empezó a hormonarse. Ahora se arrepiente de haber puesto en marcha este proceso y proclama que fue un error acometerlo. Dice textualmente: “La biología no se puede cambiar, estoy volviendo a abrazar mi homosexualidad y mi biología, aceptando los complejos.”
Sandra denuncia los efectos secundarios de la hormonación, y así nos los describe: “Aumento de peso increíble, ansiedad (en su caso, crónica), depresión y trombosis. Pueden dar ictus o infartos. Sufría mucho de retención de líquidos, várices, pesadez, inflamación estomacal (también crónica). Con la vaginoplastia estás encadenada a la hormonación de por vida, ya que no tengo hormona biológica en el cuerpo. Según la endocrina, si no me hormono puedo sufrir osteoporosis o degeneración muscular”.
Sandra sufrió una estenosis, que es la inflamación del conducto urinario. Esto la hacía sufrir terribles dolores y tenía que combatirlos con antiinflamatorios. Estuvo así durante más de un año. Nos cuenta que conoce muchos casos de transexuales que se arrepienten igual que ella y que ha visto muchas barbaridades. Comenta lo siguiente: “Un conocido se operó cuatro veces porque se le cerraba la vagina, por eso estás siempre con dilatadores; el cuerpo detecta un hueco donde no debía de haberlo y lo intenta cerrar”.
Todo esto ocurre porque existen una serie de individuos (ideólogos) que han decidido que los sentimientos están por encima de la razón y la ciencia, y están imponiendo y engañando a mucha gente con muy graves consecuencias. Nos tememos mucho que el gravísimo “Síndrome de la Identidad Corporal” acabará siendo aceptado como una forma de definir el propio cuerpo, como ha sido aceptada la transexualidad. Y si no llega a ser aceptado de la misma manera que la transexualidad, ¿cuál es la razón o la diferencia? La razón está clara: la transexualidad es útil para las políticas antifamilistas y de despoblación, y el BIID no.
Podríamos traer a colación el caso de la anorexia. La anorexia nerviosa, como trastorno de la conducta alimentaria, está asociada a una elevada preocupación por el peso, a ideas sobrevaloradas respecto a la delgadez, a una alteración de la imagen corporal y a un miedo excesivo a engordar.
Entre otras cosas, la podemos encajar, también, como una alteración de la imagen corporal. ¿Tiene esto alguna similitud con el trastorno de identidad de la integridad corporal? ¿Tiene la transexualidad alguna similitud con ambas cosas? En el caso de la transexualidad, ¿por qué se anima (incluso a menores) con tanta rapidez y se dan tantas facilidades para que se ampute el miembro? Nadie, en su sano juicio, animaría a una persona con BIID a amputarse una pierna. Ni tampoco en el caso de la anorexia a llevar a cabo una reducción de estómago… ¿Por qué entonces esa celeridad por practicar una penectomía (amputación del pene) o faloplastia (en el caso de construcción de un pene)?, máxime cuando existen muchísimos casos de transexuales arrepentidos tras dichas operaciones. Los arrepentidos de haberse cambiado de sexo no hablan públicamente, no pueden, las amenazas del lobby LGTBI y demás activistas se lo impiden. Cualquiera que se posicione en contra de la ideología de género queda marginado, excluido y amenazado. Los transexuales arrepentidos afirman que la cirugía de cambio de sexo no les convierte en hombres o mujeres, sino que es pura y dura mutilación genital.
La inmensa mayoría de la población no comparte los postulados de la ideología de género. Mucha gente no expresa su verdadera opinión por miedo a perder el trabajo (médicos o gente del ámbito de la comunicación), y aquí es donde vemos que todo esto es una campaña para torcer el orden natural de las cosas que ejecutan los gobiernos por orden de otros intereses, que será el objeto de otro artículo. Los medios de comunicación, a las órdenes de estos poderes, ejecutan verdaderos lavados de cerebro explotando el sentimentalismo a favor de todo esto en novelas, películas, telediarios, programas infantiles, etcétera. Cualquiera que haga notar la falta de fundamento moral o científico de estas ideologías será linchado en el patíbulo de lo políticamente correcto.