UN BASURERO DE ROPA NUEVA

Publicado en junio 27, 2023, 4:19 pm

El desierto más seco del mundo, el desierto de Atacama en Chile, es el receptáculo de millones de prendas en el mundo que no se han vendido y que por su composición no son aceptadas en los basureros corrientes.

   Una foto desde un satélite ha venido circulando recientemente y, por supuesto, los defensores del medio ambiente, incluida yo, no puede entender que esto esté pasando. Con desconocimiento si de esto se hablaba en Argentina, por ser un país limítrofe, pregunté a la redacción y nadie sabía de ello. Esa es otra sorpresa que demuestra la desconexión con lo más cercano, aunque estamos tan “informados” de lo que pasa en la parte opuesta del mundo. Otro pensamiento se me ocurre: ¿será que la información de lo que debemos saber y cuándo, está manipulada? Tema válido para otro artículo en sí mismo.

  Seguimos en el desierto, por ahora. Parece ser que este fenómeno no es algo nuevo, sino que ha venido pasando por los últimos 30 años. Chile es una concentración de resumidero de ropa hecha en China y Bangladesh, y se vende en Europa y Estados Unidos, y es revendida en Hispanoamérica.

   Algo así como 59 mil toneladas de ropa arriban cada año al puerto de Iquique, en la zona libre de Alto Hospicio, en el norte de Chile. Los mercaderes de la ropa de Santiago, capital del país que está a 1800 km de la zona mencionada, compran esta ropa y la revenden, y alguna también es robada y transportada por las fronteras a otros países. Un remanente de 30 000 toneladas termina en basurales en el desierto.

   Alex Carreño, un exempleado del puerto, comenta a la agencia de noticias AFP que la ropa llega de todos lados del mundo, y lo que no se vende en Santiago o se manda a otros lados permanece en la zona libre, porque nadie paga las tarifas para que esa ropa sea transportada a otro destino.

  Franklin Zepeda, el fundador de Eco-fibra, una compañía que hace paneles de insolación usando ropa desechada, explica que la mayoría de la ropa tiene químicos que la hacen nula para ser aceptada en los basureros de reciclado.

  Un reporte de las Naciones Unidas de 2019 estima que la producción de ropa se duplicó entre los años 2000 y 2014, y las industrias que la producen son responsables del 20 % del desperdicio de agua del planeta en un año; por ejemplo, confeccionar un par de jeans requiere 7500 litros de agua.

 La ropa sintética o tratada con químicos puede llevar 200 años para ser degradada y es tan tóxica como las llantas o demás plásticos.

  Este tipo de noticias es prácticamente desconocido, a menos que uno esté en la industria o trabaje donde esa ropa es transportada. La buena noticia es que la circulación de este conocimiento trae conciencia y genera algún tipo de acción, espero que una duradera y a largo plazo. Rosario Hevia, fundadora de Ecocitex, una compañía que crea fibra y lana con ropa y telas descartadas, y con un proceso que no usa agua ni químicos, opina que la mentalidad del chileno está cambiando, de ser básicamente consumista a empezar a pensar en términos de necesidad real y de la basura que genera.

   Este probablemente es el meollo de la cuestión: consumir más de lo que necesitamos, el comprar porque puedo o me place y la falta de conciencia en cuanto al impacto que hacemos con nuestras decisiones, y lo que nos lleva a esas decisiones. ¿Es superficialidad? ¿O motivados por una sociedad materialista que pone valor en lo que tienes y no en lo que haces? ¿La presión de verse bonita, en el caso de las mujeres, que creo que son las más vulnerables a estas expectativas sociales? ¿La vanidad del mundo moderno en donde predominan las apariencias y no la substancia de las cosas?

  Creo que este tipo de problemáticas siempre tienen un trasfondo moral. El desafío principal es poder encontrar un equilibrio y poder discernir donde trazar una línea de contención, una en la que decimos basta, y al mismo tiempo dejar de seguir a los “influencers”, que son parte del problema en desperdigar estos valores, ya sean “celebrities” o los desconocidos conocidos de turno, y avisos que incitan a comprar creando una falsa idea de que si tenemos este o cual producto es la clave de nuestra felicidad o vamos a lograr ser “alguien”.

  El poder separarnos un poco de nuestro entorno y ser más independientes de factores externos, como la presión social sobre conductas sin valor, es la clave para tomar decisiones inteligentes. Ayuda también a no sentirnos deficientes si no podemos adquirir todo lo que queremos. Ese desapego es prácticamente la clave de la felicidad como bien saben los que tienen de todo, pero les falta lo importante. El saber luchar en contra de esa insatisfacción, creada por el entorno que se beneficia económicamente de nuestras debilidades, y dejar de estar en una carrera de ratas sin destino es lo que nos hará libres.

Corresponsal de Estados Unidos.

Corresponsal de Estados Unidos

Leave a Reply

  • (no será publicado)