LOS CRÍMENES DE LA RETAGUARDIA REPUBLICANA

Publicado en octubre 03, 2023, 6:26 pm

Comenzaremos este artículo haciendo notar dos cosas muy importantes: la primera, es que Franco no dio un golpe de estado, fue claramente un golpe de defensa (media España se negaba a morir en manos de la otra media). Y la segunda, que, a pesar de ser una guerra, el Frente Popular se comportó de una manera deleznable durante el transcurso de la misma. Y esto no es algo que no podamos probar de manera clara, para lo cual daremos un dato muy clarificador y que además viene de una persona que no tuvo parte en la contienda. Era un extranjero que le tocó vivir ese momento histórico en nuestro país.

La persona en cuestión es Félix Schlayer. Fue un ingeniero y empresario alemán que vivió alrededor de cincuenta años en España y fue cónsul de Noruega en Madrid durante el primer año de la Guerra Civil Española. En su libro, Diplomático en el Madrid Rojo, cuenta lo siguiente:

El español, individualmente considerado, es, salvo pocas excepciones, noble, persona digna, incluso de corazón bondadoso si se le sabe llevar. Lo que les pierde es su sensibilidad ante lo que pueda parecer ridículo. De ahí que en cuanto se reúnen varios, cada cual en la conversación se reserva para conocer la opinión de los demás, y entonces, aunque tenga que reprimir sus buenos sentimientos y por miedo a que se rían de él, se manifiesta con un egoísmo todo lo exagerado que estima conveniente para aparentar ser superior a los demás, sin discriminar si ello es bueno o malo. Si les domina tal psicosis, son capaces de cualquier atrocidad. Así es como −al principio− se cometieron, por desgracia, graves delitos contra el prójimo, también en la zona nacional.

Pero, en la zona nacional, se reprimían tales brotes de bestial salvajismo y, una vez pasado el desorden inicial, no solo se restableció la disciplina legal, sino que se ajustaban las cuentas a los transgresores, aunque fueran miembros de las organizaciones «blancas». Yo mismo asistí a un juicio, en un Tribunal de Guerra, en Salamanca, en el que condenaron a muerte a ocho falangistas de un pueblo por crímenes que habían cometido en las primeras semanas contra otros habitantes del lugar. Los sacaron encadenados. En cambio, en la parte dominada por los rojos, estos crímenes, producto de la ferocidad de las masas, iban en aumento, de semana en semana hasta convertirse en una espantosa orgía de pillaje y de muerte, no solo en Madrid, sino en todas las ciudades y pueblos de dicha zona. Aquí, se trataba del asesinato organizado, ya no era solo el odio del pueblo, sino algo que respondía a una metodología rusa: era el producto de una «animalización» consciente del hombre por el bolchevismo. Se trataba de adueñarse de lo que fuera, a cambio de nada, y si era menester matar, se mataba.

No tendría ningún valor este testimonio si no fuese porque viene de una persona totalmente desafecta a cualquiera de los dos bandos. No obstante, recomendamos su libro (si alguien lo quiere pónganse en contacto con el autor de este artículo) porque Schlayer fue testigo excepcional de lo acontecido en el Madrid republicano en los inicios de la Guerra. Narra con gran precisión y detalle la barbarie llevada a cabo por parte de la chusma (entiéndase como gente despreciable, aunque digna de perdón si lo pide), que fue armada con premeditación y alevosía, y dotándola de poder para que, explorando sus más bajos instintos, perpetrará con total impunidad todo tipo de actos crueles y salvajes. Por eso no podemos decir que fue una guerra entre hermanos, fue una guerra donde la crueldad de uno de los bandos destacó sobremanera sobre el otro. Y estamos hablando de algo que ocurrió en la retaguardia. Algo que corrobora también en su libro Félix Schlayer con las siguientes palabras:

En el espacio de tiempo comprendido entre finales de julio y mediados de diciembre de 1936 se practicaron, solamente en Madrid, noche por noche, de cien a trescientos «paseos». De cuando en cuando, recibía yo de los Tribunales unas estadísticas al respecto, de carácter diario. Por eso, estimo, y con mucha cautela, que el número de asesinatos practicados en Madrid, sin procedimiento judicial oficial alguno, se sitúa entre los treinta y cinco mil y los cuarenta mil, y me quedo con seguridad por debajo de la cifra real, si estimo que el número de hombres, mujeres y niños asesinados en toda la zona roja, durante dicho tiempo, fue de trescientos mil. Prefiero no describir en qué circunstancias tan horrendas, con qué bestialidad y en medio de qué tormentos físicos y psíquicos se practicaron muchos de dichos asesinatos. Hay que tener en consideración que se trataba, en su gran mayoría, de personas que no habían participado, en absoluto, en el levantamiento contra el Gobierno, llamado legítimo, y que tampoco se habían manifestado, en forma activa alguna, en contra de los trabajadores.

No hay que olvidar que fue José Giral (presidente del Consejo de Ministros) quien dejó libre el campo al pueblo para que, sin más control, lanzando un llamamiento en el que exhortaba a todos a empuñar las armas, hicieran uso de ellas sin escrúpulos. Además de los cuarteles se saquearon todas las armerías y, también, el mismo día, se abrieron las puertas de las cárceles a los presos comunes, a los que se les liberó como a «hermanos», porque en ese momento se necesitaban los locales para los disidentes políticos.

José Giral Pereira (Santiago de Cuba, 22 de octubre de 1879 – México, 23 de diciembre de 1962) fue iniciado el 5 de diciembre de 1926 en la logia Danton nº 7 de Madrid, con el nombre simbólico de Nobel o Noble, y exaltado al grado 2º y 3º en mayo de 1927.

Nos gustaría transcribir en este artículo la totalidad de este libro tan interesante de Félix Schlayer, y que, volvemos a repetir, se trata de alguien totalmente imparcial, al cual no le interesaba en absoluto esta contienda, pues era alguien que la vivió de manera totalmente objetiva y solo relató lo que vio con sus propios ojos. Aquí dejaremos ya de citar su interesante libro, no sin antes dejar el último de sus comentarios que refleja perfectamente el comportamiento mafioso que tuvieron, tanto el gobierno republicano como los anarquistas, sobre la población. Competían ambos por desvalijar a las pobres familias que tenían a su alcance:

Se dieron casos de «requisas» en que sobre la misma puerta de la casa intervenida, en una hoja pegaban la etiqueta anarquista y en la otra hoja la del Gobierno. Al apropiarse de estos bienes ajenos todos los meses se disponían a cobrar los correspondientes «alquileres» a los inquilinos, que recibían amenazas de unos y otros por haber pagado al primero que llegaba. También utilizaban con mucho rigor el desahucio cuando se retrasaban en el pago. En definitiva, que hubo muchos que para evitarse serios problemas optaron, aun soportando las dificultades económicas del momento, por pagar a los dos. Esto da idea de la anarquía que dominaba entre aquellos desaforados. Toda la retórica roja de la revolución en favor del pueblo salió bien pronto a la luz: el fin era apropiarse de los bienes ajenos, para mal utilizar la propiedad, que ellos tanto denostaban.

Tras este interesante testimonio, que sirve de antesala para adentrarnos y comprender mejor la triste realidad que aconteció durante la contienda,  continuaremos con nuestro repaso histórico. Volvemos de nuevo al cauce de los acontecimientos tras la Revolución de 1934. Lo de 1934 fue un golpe de Estado enteramente socialista. Indalecio Prieto acabaría reconociendo su error años más tarde, cuando ya todo el mal causado en aquel octubre rojo estaba hecho. Lo hizo en el exilio, sin ahorrarse autoinculpaciones: Me declaro culpable ante mi conciencia, ante el Partido Socialista y ante España entera, de mi participación en aquel movimiento revolucionario de octubre de 1934.

El general Franco fue quien salvó la situación, y, por tanto, el régimen del 14 de abril, contra el que se había levantado la izquierda marxista. El 17 de marzo de 2005, gobernando el partido socialista, fue retirada de la madrileña plaza de San Juan de la Cruz su estatua ecuestre, que había sobrevivido a la Transición y a las dos legislaturas de Felipe González. Sin embargo, permanecieron en su sitio las estatuas de Largo Caballero e Indalecio Prieto, a pocos metros de la que se retiraba. Como para fiarse de la “Ley de Memoria Histórica” que quieren implantar.

Pero sigamos con nuestra historia. Nos dice Bárcena:

Entre el 25 de julio y el 20 de agosto de 1935 se reúne en Moscú el VII Congreso de la Comintern (Internacional Comunista). Para el caso español se concretó más que el jefe del Frente en España habría de ser Francisco Largo Caballero, el más radical de los líderes socialistas, al que desde hacía tiempo se le venía conociendo como el Lenin español. Y ese Lenin español no trataba de encubrir sus propósitos; no lo había hecho antes, ni lo haría entonces. El 12 de enero de 1936, en el cine Europa, decía: “Antes de la República nuestro deber era traer la República; pero establecido este régimen, nuestro deber es traer el socialismo. Y cuando hablamos de socialismo, no nos hemos de limitar a hablar de socialismo a secas. Hay que hablar de socialismo marxista, de socialismo revolucionario”. Se implantaría, siguiendo el modelo soviético, el marxismo imperante en la URSS desde 1917: el de la Cheka, el Gulag, la Lubianka (antigua sede de la KGB), con su depurada tortura científica; la eliminación de la disidencia, externa e interna, mediante la represión más feroz; el allanamiento de morada “legal”; la desinformación permanente; las purgas, de masas y de gentes. Todo ello se aplicaría en España tan solo unos meses más tarde. Todo. Y para eso vinieron expertos asesores de la meca del comunismo, cuidadosamente elegidos por su fidelidad al partido único, que gobernaba el antiguo imperio de los zares, desde el mismo Kremlin.

La falsa memoria histórica, que han construido los mismos destructores de la convivencia pacífica, no se sostiene en absoluto. Aunque Franco simpatizaba con la monarquía, defendió a la república. La muestra clara es que sofocó el golpe masónico-socialista de 1934. Franco defendió España y, sin embargo, los relojeros de la mentira, amparados en sus dos mandamientos principales, “LA VERDAD NO EXISTE” y “LA HISTORIA LA IMPONEMOS POR LA FUERZA”, han conseguido construir una maquinaria muy sofisticada para hacer creer todo lo contrario. Cristo dijo: La verdad os hará libres, y ellos piensan: “La mentira nos hará poderosos”. No, no fueron dos bandos que se enfrentaron porque tenían conceptos distintos de la realidad política y cada uno quería imponer la suya, ¡NO! Aquí, unos querían matar a los otros y los otros tuvieron que defenderse. Para que esto se vea más claro transcribimos un pequeño párrafo de una conversación que mantuvo Feliz Schlayer con Dolores Ibarruri, “La Pasionaria”:Hacia el final de la conversación, le pregunté cómo se imaginaba ella que las dos mitades de España, separadas la una de la otra por un odio tan abismal, pudieran vivir otra vez como sólo un pueblo y soportarse mutuamente. Entonces estalló todo su apasionamiento: «¡Eso es simplemente imposible! ¡No cabe más solución que la de que una mitad de España extermine a la otra!». No podía, por tanto, quejarse si la parte contraria le había aceptado la receta.

Corresponsal de España

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